La muerte de Garay

 
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Firma de Juan de Garay en un documento de 1583.

Ricardo Benavídes

En el mes de enero de 1582 Juan de Garay se encontraba en Buenos Aires de regreso de una expedición que había realizado hacia el sur de esa provincia. En diciembre de ese año se embarcó para Santa Fe “pasando un tiempo con los suyos a quienes ya no volvería a ver”, dice Leoncio Gianello en su “Historia de Santa Fe”.

El 9 de marzo de 1583 Garay se embarcó en Buenos Aires con algunos de los hombres del nuevo gobernador de Chile, don Alonso de Sotomayor. Venía hacia Santa Fe, narra Gianello, en un bergantín con unos cincuenta hombres. A poca distancia del lugar en que estuvo emplazado el fuerte Sancti Spíritu fundado por Gaboto, Garay bajó a tierra con parte de la tripulación y al menos dos mujeres, a fin de no dormir incómodamente a bordo de la pequeña embarcación.

Seguro del respeto que le tenían los indios no dejó guardia ni centinela. Esa improvisación le fue fatal: los “indios del lugar” atacaron a los dormidos españoles y dieron muerte a Garay y a doce de sus acompañantes (cuarenta dice Del Barco Centenera). Otros tantos, entre ellos un sacerdote franciscano, fueron tomados prisioneros. El resto de la tripulación, varios de ellos heridos, lograron llegar al bergantín y partir para Santa Fe trayendo a sus pobladores y a sus familias la triste noticia.

Refiriéndose al doloroso suceso dice Eduardo Tijeras: “El conocimiento previo que tenemos de la muerte violenta del conquistador induce a dotar sus últimas andanzas de un carácter más solemne y conmovido. El destino va tramando una especie de red circunstancial, que incluye entre sus muchos azares el de la muerte inocua, sorpresiva, tanto más lamentable cuando pudo ser evitada con una ligera precaución, y desde luego una clase de muerte que no se corresponde con la grandeza del guerrero”.

Tijeras y otros historiadores, como Cervera y De Gandía, discrepan en lo que respecta a la fecha, el lugar y la parcialidad o tribu a la que pertenecían los aborígenes que llevaron a cabo el sangriento ataque. No obstante, puede afirmarse que éste ocurrió entre los días 20 y 22 de marzo de 1583, en horas de la noche, y que los atacantes agredieron a los dormidos españoles con las denominadas macanas o porras, cuyos golpes, generalmente en la cabeza de las víctimas, provocaban la muerte de modo inmediato.

Los hechos ocurrieron en la margen izquierda del río Paraná, a la altura del actual Puerto de Baradero, según algunos autores. O en las cercanías de la ciudad de Coronda, según otros. O en Arroyo Seco, frente a la laguna Montiel, como expresa Cervera. Luego rectificará esta afirmación estimando que Garay fue muerto en las inmediaciones del conocido Fuerte Gaboto. Incluso hay quienes, como el historiador entrerriano Miguel Ángel Mernes, sostienen que tales hechos sucedieron en la actual provincia de Entre Ríos, en la desembocadura del río Victoria, a la altura de la ciudad de Diamante, muy cerca del paraje conocido como Punta Gorda. Nosotros, por otra parte, tenemos la convicción de que los atacantes fueron indios minuanes, tal como lo expresa un testigo privilegiado como Del Barco Centenera , quien los denomina “mañanues”, en referencia a una parcialidad de un grupo más numeroso -los charrúas-, componentes a su vez de la nación guaraní. Aclaramos de paso, que los minuanes pertenecían al grupo guaraní-chaná, y estaban entrelazados con los genoa, de donde habían surgido los guinuanes, según expresa Aurelia Snaidero.

No fueron querandíes u otras tribus pertenecientes a esa nación, como manifiestan otros historiadores. Los querandíes integraban el grupo de los pámpidos y habitaban un área mucho más occidental, distante del río Paraná, que en el caso del sur de Córdoba alcanzaba hasta las estribaciones de las Sierras Grandes. 

Es importante resaltar la aseveración de Gianello, cuando manifiesta que los autores de la agresión, fueron “indios del lugar”. Y justamente en islas próximas al sitio del ataque, en la costa entrerriana y a poca distancia de Victoria, tenían sus precarias poblaciones los indios minuanes, muy cerca también de la boca de entrada a la laguna de Coronda, sobre la costa santafesina, donde diariamente concurrían a pescar y cazar.

Tales hechos ocurrieron la noche del 20 de marzo de 1583 en la entrada de la mencionada laguna, que es alimentada por el río del mismo nombre, afluente del Paraná. Insistimos con la fecha, porque es el mismo día en que Garay y los suyos ingresaron a la laguna, sin encontrar la boca de salida para retomar el Paraná. La larga jornada de navegación provocó en Garay y sus hombres una inusual fatiga, lo que motivó luego el profundo sueño que los dejó a merced de los atacantes.

En relación a este punto, dice Hernando de Montalvo, tesorero de la Real Hacienda, en una carta: “Cuando aportó aquí (se refiere a Buenos Aires) la Armada de Don Alonso de Sotomayor, gobernador proveído por vuestra Magestad para Chile, y así como se fueron el General Juan de Garay en un bergantín se subía a la ciudad de Santa Fe, y cuarenta leguas de aquí quiso entrar con el navío a una laguna, pareciéndole que atajaba camino, y bajando toda la laguna alrededor, no halló salida, acordó ranchear a la boca, donde los estaban mirando hasta cuarenta indios que habitaban por allí y como los vieron entrar por aquella laguna entendieron ser chapetones venidos de España y como los vieron pasar allí y todos en tierra durmiendo y muy descuidados y desnudos; porque le habían dicho al General los que iban allí de los de Chile que hiciesen centinela, a lo que éste respondió: estos indios téngolos yo muy sujetos. Pueden estar tan seguros aquí como en Madrid, donde al primer sueño dan en ellos y matan primero al General sin poder decir: ¡Dios válgame!, con una macana de que murieron allí cuarenta personas y un fraile franciscano.”

Como se advierte en la narración, nuestra opinión es coincidente con las de Gianello y Montalvo, tanto en lo que refiere a la tribu de los atacantes como a las circunstancias en que el hecho se produjo.