“Amántica” en el Foro Cultural

Almas perdidas buscan el amor

Almas perdidas buscan el amor

Adrián Airala y Eduardo Fessia son soportes esenciales del nuevo trabajo de la Comedia Universitaria.

Foto: Gentileza producción

 

Roberto Schneider

“Amántica” es la obra de Esteban Goicoechea estrenada por la Comedia de la Universidad Nacional del Litoral en el Foro Cultural. El minimalista conflicto que plantea tiene nada menos que al amor como protagonista y como disparador que permite al dramaturgo elaborar su pieza con mucho de tragedia irónica en la que se habla también de la moral, del deseo, de las creencias religiosas y de los vínculos de los seres humanos destruidos por la mezquindad, la soberbia y el sinsentido. El entorno es netamente poético; el drama de la joven pareja y los dos científicos, taciturno, oscuro, es mechado con ciertas dosis de melodrama, para encaminarse después hacia una extraña sensación de desamparo que envuelve por igual a todos los personajes.

Las criaturas de Goicoechea representan cada una, un signo distinto de la mezquindad humana, puesta al servicio, en su mayoría, de la destrucción, a veces premeditada, a veces inconsciente, del otro, ya sea a través del amor asfixiante, el adulterio, la violencia o incluso la muerte. Con estos elementos, el autor pone en marcha un estilo de trabajo que refiere a cierto estado de locura latente, que se traduce en situaciones en las que cada personaje representa una idea distinta del individuo, de la existencia, pero en su totalidad, esas criaturas parecen responder a un único eje estructurante: mostrar que la irracionalidad y el caos a veces son parte de una sociedad, sin que sus implicados tengan clara cuenta de este suceso.

Estos seres humanos son almas solitarias, inmersas en una orfandad de moral, de emociones y sentimientos que intentan encontrar su cauce como pueden. A veces, algunos de ellos se tropieza con lo imprevisto, lo prohibido. En otros, es la propia autocensura la que no deja abiertos los canales de experimentar una sensación verdadera. De este nuevo espectáculo de la Comedia Universitaria dirigido por el mismo Goicoechea se agradece su libertad creativa. En ese tránsito de un estado a otro, jugado sin prejuicios, el director desnuda un artificio teatral, en el que el sentido de verdad y de lo fingido, se muestra como un objeto escénico capaz de traslucir una emocionalidad construida sobre la base de una sutileza de recursos traducidos al escenario, por su muy bien elegido equipo actoral, que sobrelleva cierta quietud en la escena.

Adrián Airala y Eduardo Fessia ponen de manifiesto una vez más su solidez interpretativa. Ambos despliegan en la escena recursos actorales de muy buena factura, en los que cabe señalar el soberbio manejo de la voz y la indisimulable entrega que realizan. Sebastián Roulet y Cecilia Saucedo mueven sus fibras más íntimas y consiguen conmover y provocar. La conexión que consiguen llega a instantes de ternura y a otros de inquietud. La escenografía y la iluminación de Mario Pascullo determinan los espacios y es correcto el vestuario de Ramiro Sorrequieta. Conmueve la magnífica voz de Caren Hulten en el tema musical del montaje escénico.

En la totalidad, se advierte que los personajes viven en un mundo cerrado y profundo (“estamos a 170 metros debajo...”, dice uno de ellos) y están de algún modo hermanados en una locura sutil, la negación por la muerte, y separados por su vínculo con la soledad. Son almas perdidas que, en su desesperación, encuentran un camino en común que los aferra: el deseo. Y el amor también.