Crónica política

De Scioli a Kicillof, de Massa a Macri

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¿Scioli no es Menem y Massa no es Kirchner? Foto: Archivo El Litoral

 

“Entre el dolor y la nada, no tengo dudas, elijo el dolor” (William Faulkner).

El candidato de la Señora es muy posible que sea Daniel Scioli. No es lo que más le gusta a los K, pero como se dice en estos casos, es lo que hay. También en el oficialismo se impone la necesidad de trabajar con lo posible o lo menos malo. Scioli es lo menos malo para el kirchnerismo, pero sobre todo es el único candidato oficial con expectativas de votos.

Es verdad que a muchos kirchneristas de paladar negro Scioli no les gusta, Demasiado conciliador, demasiado despolitizado, demasiado adherido a las estructuras de poder existentes. Terminantemente no podría, no debería ser el heredero del “formidable proyecto de liberación” promovido por los Kirchner. ¿Y entonces? Entonces nada. Los peronistas están muy acostumbrados a tragar sapos, sobre todo si a cambio de ese proceso digestivo le presentan algunas propuestas que, como diría Vito Corleone, son imposibles de rechazar.

Los que a pesar de todo siguen fastidiándose porque el candidato sea Scioli, deberían preguntarse qué pasa con un proyecto nacional y popular ya que luego de más de diez años de ejercicio del poder, el candidato con más votos pertenece a lo que ellos mismos llegaron a calificar como derecha. Algo anda mal en un proyecto “liberador” cuando a la vuelta del camino la continuidad se viste con los atuendos de quienes se consideraron sus detestables enemigos

¿Todos los kirchneristas están molestos con Scioli? No estoy tan seguro. Supongo que los más molestos son los que compraron las supuestas virtudes de un relato nacional y popular, pero dudo que su presencia sea mayoritaria, entre otras cosas porque muchos de estos muchachos están más satisfechos con los beneficios del poder que con los beneficios de una ideología y, por lo tanto, podrán protestar en voz baja, enojarse con el destino, pero en todas las circunstancias se terminaran reportando a la voluntad del poder dominante. Argumentos no le van a faltar para hacerlo. Tampoco picardía, mala fe y alguna cuota destilada de cinismo. Finalmente todo se arregla repitiendo aquello que aprendieron desde que se iniciaron en la causa: “La única verdad es la realidad”. Y Scioli parece ser la realidad del peronismo K para el próximo año.

La otra versión de lo mismo se llama Sergio Massa. Su disidencia con los K no hace más que confirmar una lógica de poder decidida a adaptarse a los nuevos tiempos. Scioli es la continuidad K, pero Massa es la continuidad del peronismo. En todos los casos, lo que se asegura es que el peronismo siga en el poder. ¿No hay diferencias entre Scioli y Massa? Por supuesto que las hay. Y las hay, sobre todo, porque los dos poseen la certeza de que el sillón de Rivadavia tiene capacidad para una sola persona.

Sin embargo, en este resbaladizo e incierto juego de espejos, hay que estar atentos a no dejarse engañar por las sombras y los juegos de luces. Scioli y Massa son los candidatos del peronismo, pero no estoy del todo convencido de que los candidatos representen lo que dicen. Me explico: Scioli es el candidato K, pero al mismo tiempo se trata de un político “inventado” por Menem y que responde hasta en los detalles al núcleo de verdades centrales de la cultura menemista.

O sea que por esas astucias de la política, el candidato de la década ganada será un personaje emblemático de la década perdida. Para decirlo de una vez por todas y sin eufemismos: Scioli es Menem, con todo lo que ello significa como símbolo y realidad. Scioli es Menem, y la única diferencia -no física sino simbólica- es que juega en los ásperos avatares de la política con un brazo menos.

Y si Scioli es Menem, ¿quién es Kirchner? No tengan ninguna duda: Massa es Kirchner. El mismo desenfado, el mismo esfuerzo por sintonizar en consignas la onda de la coyuntura, la misma manera de concebir las viscosas realidades del poder, la misma sed infinita de poder y hasta el mismo tipo de esposa. No creo, -por lo menos no tengo pruebas para acusar- que Massa sea la representación del narcotráfico. No, Massa no es narco, le alcanza y le sobra con ser visceralmente Néstor Kirchner, lo cual me preocupa tanto como si fuera narco.

O sea que los candidatos no son lo que dicen ser y no representan lo que dicen representar. Y si llegasen al poder tampoco harán lo que prometen. Mienten, juegan con cartas marcadas y cuando no tienen a quién engañar se hacen trampas entre ellos, pasatiempo que les divierte y encanta. Quienes no participamos de ese juego no tenemos la obligación de conocer su reglamento interno, pero tampoco podemos darnos el lujo de no saber de lo que se trata porque, nos guste o no, en este juego siempre estamos involucrados. Tampoco hay margen para seguir comprando buzones. O quejarse por la fatalidad de un destino que se empeña en condenarnos a ser gobernados por los peronistas hasta el fin de los tiempos.

O sea que, salvo novedad de último momento, Scioli será el candidato de los K para el año que viene. Pero mucho más importante que saber quién encabezará la fórmula, será saber quién lo acompañará. Siempre se dijo que el vicepresidente está de adorno o para tocar la campanilla de la Cámara de Senadores. Puede ser. Pero en este caso es muy probable que la llave del futuro poder esté en el nombre del vicepresidente.

¿Axel Kicillof? Falta mucho para 2015 y al joven economista K le toca afrontar una suma de desafíos de resultados inciertos. De todos modos, su candidatura hoy no sería nada extraño. De lo que se trata es de poner detrás de un Scioli anémico e impotente un funcionario que asegure la continuidad K. O en caso de que esto no se cumpla, que disponga de la fuerza necesaria para desestabilizarlo. El vicepresidente puede llamarse A, B ó C, pero en todos los casos lo que interesa es garantizar la continuidad del modelo y, sobre todo, la impunidad de la Señora y sus colaboradores inmediatos.

Precisamente, en nombre de esa impunidad es que se darán todos los pasos necesarios para asegurar que ningún político, fiscal, juez o periodista fastidie con indiscreciones a la Señora y a su “familia” cuando regrese al llano. Por las dudas, y para que nada quede librado al azar, se arbitrarán los medios necesarios para que la “compañera Cristina” disponga de algún cargo público con los fueros necesarios para que nadie la moleste o le haga pasar un mal rato con requerimientos o investigaciones imprudentes.

¿Y la oposición? Bien, gracias. Hace lo que puede, a veces más de lo que puede, pero muchas veces menos de lo que puede. Así son las cosas. De todos modos, poco a poco parece imponerse el principio que sostiene que lo más importante es ganarle al kirchnerismo, un deseo que todos comparten a libro cerrado hasta el momento exacto en el que haya que proponer los nombres de los candidatos encargados de representar a una oposición que hoy suma más del cincuenta por ciento del país.

Una elección a presidente se gana por diversas causas: mejores argumentos, críticas certeras a la gestión pasada, consignas capaces de expresar el humor social de la gente, promesas efectivas de solucionar problemas nuevos y viejos, liderazgos convocantes y sugestivos, pero ninguna de estas consideraciones alcanzaría si al final del camino no se dispone de un candidato con condiciones de competir en serio contra los eficaces candidatos del oficialismo.

¿Cuáles son las letras que dan vida a ese nombre? Dicho de manera rápida -y con el objeto no de cerrar un debate sino de abrirlo- hoy el candidato en condiciones de ganarle a los K se llama Mauricio Macri. Puede gustar poco, mucho o nada, pero los datos de la realidad no siempre están allí para complacerme. Con esos datos puedo hacer muchas cosas, incluso ignorarlos y dedicarme a jugar a las palabras cruzadas o al ludo. Sin embargo, si lo que me importa es la política y no el testimonio, lo aconsejable sería tratar de hacer aquello que me permita poner a ese dato a mi favor. La otra posibilidad, es reiterar la experiencia de 2011. Es cómoda, complaciente y resignada como la derrota y el fracaso.

por Rogelio Alaniz

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