llegan cartas

El ejercicio del perdón

IRENE DOSZTAL (*)

DNI: 29.214.470

En la última semana de octubre viví una experiencia que nunca hubiese imaginado: no se me renovó un reemplazo por negarme a rezar el Santo Rosario en una escuela particular incorporada, de corte católico, de Santa Fe. En marzo pasado fui convocada por la directora de dicha institución para un reemplazo de larga duración. Conociendo el carácter católico de la misma aclaré, para evitar inconvenientes, que no era creyente ni practicaba dicho credo, a lo que su directora respondió, correctamente, que eso no era motivo de problemas y sólo me pidió que no hablase mal de la Iglesia frente al alumnado. Compromiso que nunca rompí.

Durante el transcurso del año participé, por respeto a la institución, de diferentes actividades relacionadas a la práctica de dicha Fe (retiros espirituales, misas, viajes de estudios, etc.), al extremo de que mis compañeras, en tono burlesco, me decían “te vamos a convertir”.

Por motivos personales, en octubre no pude asistir a una actividad extracurricular que contaría con la presencia del obispo de la provincia. Para compensar la ausencia del personal que no pudo asistir, la directora propuso dos alternativas: que se nos descontara un día de trabajo o participar del rezo del Santo Rosario. Mi reacción fue de gran sorpresa cuando al querer dar las razones de mi ausencia, que en nada estaban relacionadas con el carácter religioso del evento, ella sólo insistió en recordarme que no olvidase el carácter católico de la institución que me empleaba. Fue tal la indignación, que expresé mi deseo de hacer una denuncia por discriminación. Pero ¿qué pruebas tenía yo?, era su palabra contra la mía. Ante esta situación, la sanción se profundizó al no renovárseme el reemplazo. Su argumento fue que le había faltado el respeto con mi actitud y aunque pedí disculpas por mi reacción inicial, me había sentido profundamente injuriada, lo que me llevó a preguntarme ¿el ejercicio del perdón no te libera? ¿No es practicar una doble moral exigirle a quien no cree pronunciar el nombre de Dios en vano?

“Comprensión y respeto, eso es lo importante para convivir con los demás, y sobre todo ¿sabés qué?, no creer que uno es mejor que nadie”, le dice Miguelito a su amiga Mafalda. No fue este el caso, al final primó su orgullo como directora antes que el proceso de enseñanza-aprendizaje que junto a los alumnos habíamos construido en cada clase, en la participación de las Olimpíadas Santafesinas y en la colaboración del Programa Vuelvo a Estudiar, que difunde el Ministerio de Educación de la provincia de Santa Fe.

Contradiciendo la apertura al diálogo de la Iglesia Católica promovida por el actual Papa, se me cerraron las puertas y se censuró un punto de vista diferente.

(*) Profesora y licenciada en antropología