De domingo a domingo

Más desempleo, inseguridad, narcotráfico, corrupción, inflación y exclusión social

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El mundo está dando lecciones a las que sería bueno que nuestra presidente atendiera. El Papa, por ejemplo, advirtió contra “la enfermedad de los círculos cerrados en donde la pertenencia al grupito se vuelve más fuerte que la pertenencia al cuerpo”. Foto: Archivo El Litoral

 

En este tiempo de fin de año, tan acorde a balances y autocríticas, se escuchó decir hace unos días que se necesita “una profunda regeneración de nuestra vida colectiva” y que, en esa tarea, “la lucha contra la corrupción es un objetivo irrenunciable”. También se oyó que no se puede seguir haciendo lo mismo siempre “y esperar un resultado diferente” y que hay que “aprender el arte de convivir, de forma civilizada, con nuestras diferencias”.

Hay que ser rigurosos en señalar que seguramente ni el rey Felipe VI de España, ni los presidentes de los Estados Unidos, Barack Obama, ni de Cuba, Raúl Castro, en ese orden, pensaron en sus discursos de estos días en esta Argentina cuasi decadente que cierra el 2014 con más pesares que esperanzas, un país cuyos dirigentes parecen mirarse el ombligo sin más pretensiones que posicionarse, unos para captar los favores de la gente y otros para no perderlos del todo.

Sin embargo, a miles de kilómetros de distancia, los tres gobernantes clavaron sin quererlo sus dardos en el centro de la realidad local. La frutilla del postre la agregó el Papa Francisco con una descripción bien acalorada de los males del poder, que él patentizó en la curia romana, pero que le cabe también a todo aquel que se quiera poner el sayo. ¿Qué otra cosa es el “sentirse indispensable” o la “fosilización mental y espiritual” o la “indiferencia” y la “arrogancia” o la pasión por la acumulación y el exhibicionismo en los que han caído algunos políticos oficialistas, tras once años de borrachera?

La agonía de un “fin de ciclo”

Cada uno de estos conceptos, que hablan de procesos de declinación de distintas raigambres y que le vienen como anillo al dedo a la dirigencia de la Argentina, nunca son desplegados por aquí de modo tan descarnado ni por los postulantes presidenciales, casi siempre callados para que el gobierno se cocine en su propia salsa o quizás para evitarse lastres morales si alguna vez acceden a la Casa Rosada, ni mucho menos por los actuales gobernantes, demasiado agobiados por las mismas cuestiones que plantearon los líderes y que los tienen contra las cuerdas: denuncias de inmoralidad, un modelo que por recurrente es hoy más un estorbo que un remedio y el carácter autoritario que tiene su modo de entender la política.

Es más, es tal el desorden de ideas que tiene el kirchnerismo a estas alturas, que ha terminado por darle entidad al mote de “fin de ciclo” que le han colgado los opositores al año que le falta. De su parte, ni siquiera se escuchó un mensaje de esperanza navideña expresado de modo orgánico, aunque sea bajo la fórmula de repetir por cadena nacional el mismo y gastado relato.

La Argentina necesita inversiones, pero para hacerse presente, el capital espera dirigentes que luchen contra los políticos deshonestos, que hagan cosas diferentes para ayudar al diálogo social y dejen de lado su propio “Alzheimer espiritual”.

Es hora de que el ministro Axel Kicillof y en todo caso también la presidente de la Nación revisen sus conceptos sobre “seguridad jurídica”, sobre el llamado “clima de negocios” y sobre las ideologías, para ver si pueden torcer el rumbo de la degradación en la que fatalmente se ha deslizado la Argentina.

La economía de las patrañas

El envilecimiento bien puede probarse comenzando desde los parámetros económicos, ya que no hubo ni una sola de las previsiones que haya estado en línea con lo que ocurrió durante el año. Y no se habla aquí de los cálculos de gastos y recursos que aprueba el Congreso, ya que desde hace bastante tiempo se han transformado en un dibujo que no son una patraña sólo porque todos saben que se trata de un engaño. El caso es que esta vez no se registró ni un solo número oficial utilizado para elaborar el Presupuesto que no haya sido vulnerado por la realidad: crecimiento de 6,2 por ciento (frente a una caída que podría estar en 1% del PIB), inflación de 10,4 por ciento (38% según los privados), dólar oficial de 6,33 pesos ($8,60) y una balanza comercial favorable de 10.000 millones de dólares para todo el año (probablemente sea de 8 mil millones).

Si todo no fuese tan patético, ya que la ciudadanía está arriba del barco y es la que sufre los bandazos, tantas pifiadas serían risibles. Kicillof y medio gobierno se la pasan criticando a los privados por las estadísticas sobre precios y al Congreso por la poca rigurosidad del promedio simple que da a conocer todos los meses. De esa forma, buscan bajar del imaginario que la inflación se dirige a cruzar la barrera de 40% al año. No está mal, pero no dicen (o creen que nadie se da cuenta) que el 25% que mide el Indec es una inflación insoportable, que más que triplica a la de los países vecinos.

Para cuando ya no estén

Un dato bastante relevante del año que se termina es la decisión del kirchnerismo de preparar el terreno para cuando ya no esté, con nombramientos de decenas de militantes en diversas oficinas nacionales, provinciales y municipales y empujando designaciones de jueces y fiscales para copar la Justicia. También hizo lo mismo ayudando a empresarios amigos a comprar más medios de comunicación y tensando la cuerda contra la prensa menos dócil, la misma que ha sacado de quicio al gobierno poniendo sobre el tapete muchos negocios de gente cercana al poder, tan cercana, en algunos casos, que involucran a la misma familia presidencial. Si bien no pueden hacerlo con la inflación y la inseguridad, ya que la suba de precios se nota en la caja de los supermercados y los episodios violentos tocan cada día más cerca a todos, en el capítulo de los negocios del poder, se ha insistido una y otra vez en desacreditar a los periodistas que emprenden investigaciones y a los medios que las publican, desmintiendo todo desde los más altos canales oficiales y declarando que se trata de una “persecución”.

La presencia de Máximo Kirchner y de La Cámpora alrededor de la presidente fue una de las manifestaciones más evidentes de la cerrazón, algo que Francisco no dejó de criticarle a la curia, cuando pidió evitar “la enfermedad de los círculos cerrados en donde la pertenencia al grupito se vuelve más fuerte de la pertenencia al cuerpo”. Es posible que Cristina esté buscando un tiempo más confortable para terminar su periplo con mayor tranquilidad, pero es su naturaleza la que generalmente la traiciona, aunque bien podría tomar algún ejemplo como éstos para moderarla y repechar la cuesta de un año para el olvido: “Hoy estamos haciendo estos cambios porque es lo correcto” (Obama); “Reafirmo nuestra voluntad de dialogar sobre todos esos temas” (Castro).

Hugo E. Grimaldi

(DyN)