Givenchy, con G de genio

Givenchy, con G de genio

El último gran genio vivo de la alta costura, Hubert de Givenchy, continúa más vigente que nunca. La exposición que actualmente lleva su nombre en el Museo de arte Thyssen-Bornemisza, en Madrid, es una buena ocasión para revivir en estas páginas lo mejor de sus creaciones y su biografía.

TEXTO. GEORGINA LACUBE.

 

Fue en 1952 cuando Hubert de Givenchy comenzó a hacer historia en el mundo de la alta costura. Nacido en 1927 en Beauvaius, Francia, habiendo asistido años más tarde a la Escuela de Bellas Artes de París y luego de trabajar en las firmas Fath y en Schiaparelli, fue en aquella mitad de siglo cuando abrió su propia tienda en el ahora mítico barrio Plaine Monceau, al tiempo que forjaba el camino que lo llevaría al renombre internacional.

Para sus tempranos 25 años, ya formaba parte (siendo el más joven) de la escena fashion parisina, que por aquellas épocas contaba también con Christian Dior y Balenciaga. Ellos tres fueron los que instauraron la era del diseñador masculino, derribando la gran institución femenina en la moda liderada por las grandes Elsa Schiaparelli, Coco Chanel y Vionnet entre otras.

Volviendo a Givenchy, esta leyenda viva de la alta costura, quien actualmente tiene 87 años, fue quien impuso la blusa Bettina, nombre inspirado en la maniquí Bettina Graziani, top por ese entonces. Este modelo consistía en una confección en tela de camisa, con cuello abierto y amplio y mangas adornadas con bordado inglés. Formó parte de la primera colección del diseñador, cuyo nombre también le rendía tributo a Graziani, y fue furor en Europa y Estados Unidos por varios años consecutivos rompiendo con todos los cánones de la haute couture. Algunos lo pueden llamar “comenzar con el pie derecho”, otros simplemente saben que no fue una cuestión de suerte sino de un genio vanguardista marcando territorio desde el primer momento.

GENIOS Y FIGURAS

Totalmente adelantado a su tiempo, en sus primeros años de diseño exageró la hechura del saco creando las líneas globo y trapecio. Además, diseñó un vestido de noche que, al tener el cuerpo suelto, podía llevarse con una falda recta y pantalones.

Fue por estos motivos que se dice que rápidamente superó a Balenciaga (modisto español, purista y clasicista, anticipador del new look, quien apoyó financieramente a Givenchy con la apertura de su local). Fue también por ello que varias estrellas de la época lucieron sus vestidos. La más conocida, sin lugar a dudas, y la que luego pasó a ser la gran musa del diseñador y amiga íntima, fue la actriz belga Audrey Hepburn (de la cual se hará una exposición en la National Portrait Gallery de Londres a partir de julio de este año, a más de dos décadas de su muerte). Son realmente icónicas las fotos retratadas por Norman Parkinson en 1955 en las cuales ella luce un vestido color rosa, con esas flores de fondo. Se conocieron en la filmación de Sabrina (Billy Wilder, 1954) y a partir de ese momento realizó la mayoría de los vestuarios de sus films: Cómo robar un millón, Amor en la tarde, Funny Face, y hasta Desayuno en Tiffany’s, con el famoso Little Black Dress que forjó la imagen más icónica de la actriz. “Más que un diseñador, es un artífice de personalidad”, aseguró Hepburn sobre su tan preciado amigo.

Del otro lado, la contra-respuesta no tardó en aparecer. “No hay una mujer sobre la faz de la Tierra que no sueñe con parecerse a Audrey Hepburn”, dixit Givenchy. Tal era la fascinación hacia ella que le dedicó su primer perfume, L’Interdit¸ cuya fragancia reunía notas de rosa, jazmín y violeta.

Otra estrella con la cual trabajó fue Jacqueline Kennedy, a quien conoció en su primer desfile en 1952, y a quien vistió hasta que se convirtió en la Primera Dama de los Estados Unidos. Una de sus piezas excepcionales fue el vestido que ella utilizó en el Palacio de Versalles, en la visita oficial de John Fitzgerald Kennedy a Francia. Esta fue una gran excepción que le admitió el protocolo ya que le permitió vestir en esta ocasión a un diseñador europeo en detrimento de uno americano en una de sus salidas oficiales.

También se puede nombrar a la Duquesa de Windsor vistiéndola en Londres, por ejemplo, con ese famoso abrigo que utilizó en los funerales de su marido, el Duque de Windsor.

Otras de sus famosas clientas fueron Grace Kelly, Greta Garbo, Marlene Dietrich, Ingrid Bergman, Lauren Bacall, María Callas y así la lista podría tornarse eterna.

En 1988 vendió la firma pero siguió dirigiéndola hasta su retiro en 1996.

UNA MERECIDA RETROSPECTIVA

La noticia es que hasta el 18 de enero puede visitarse la exposición Givenchy en el Museo Thyssen-Bornemisza, de la ciudad de Madrid, España. “Es la primera vez que se realiza una muestra antológica y retrospectiva de Hubert de Givenchy”, cuenta Eloy Martínez de la Pera, comisario de la exposición, la cual “lleva a descubrir sus creaciones y sus homenajes, especialmente a todos los artesanos que trabajaron con él, a sus modistas, a sus clientas, a su familia, a la gente que lo acompañó en este viaje vital que fue su amor por la alta costura.” Esta tiene el mecenazgo del propio Givenchy.

En su recorrido, pueden observarse desde las creaciones rupturistas que Givenchy diseñó en 1952 hasta el tributo que le rinde a su mejor amiga, su compañera vital, a Audrey Hepburn, homenaje que nunca pudo rendirle en público. Claro que no pueden faltar los trajes de noche, donde el negro, color fetiche del diseñador, es el claro protagonista, y los vestidos de novia, “el broche final de todo gran desfile de alta costura”, sintetiza de la Pera, y añade: “a través de esta muestra, la gente va a poder entender cómo Hubert entiende la elegancia y la belleza, su ideal de sofisticación, y lo va descubrir a través de prendas de piel y de cuero. Todos los maniquíes están exaltados con todos los ornamentos que él considera necesarios para su ideal de belleza: lentes, collares, pulseras, guantes, sombreros. Esto era el protocolo de la elegancia y el estilo en los años 50 y 60, que han hecho que una mujer al vestirse pudiera soñar”.

Se dice que sus abuelos, grandes coleccionistas de arte, y su madre, una amante de lo bello y del arte, se lo inculcó desde muy pequeño y ha estado presente en todas sus creaciones. Por eso, a lo largo de la muestra, sus diseños dialogan con obras de Miró y Mark Rothko, entre otros artistas, que además fueron amigos del propio diseñador y que forman parte de su colección.

Paralelamente, el Museo presenta un ciclo de cine tanto con películas emblemáticas protagonizadas por Audrey Hepburn, como Sabrina, Desayuno en Tiffany’s o Cómo robar un millón, como por algunos documentales, entre ellos el dedicado a Balenciaga en 2009. Imperdible y, el acceso a la sala de cine, gratuito.

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Un joven Givenchy.

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El Museo Thyssen-Bornemisza, de Madrid, realiza una muestra antológica y retrospectiva de Hubert de Givenchy.