mesa de café

Las malas compañías

Remo Erdosain

La peatonal está más despoblada. El verano y las vacaciones son los responsables. De todos modos, las mesas de los bares están ocupadas por los muchachos de siempre, que por lo general son reacios a irse de vacaciones. El café, el té y el cortado siguen siendo las bebidas preferidas, mezcladas en los días de calor sofocante con lisos o jarras de cerveza. Lo que se mantiene intacto es el ánimo de charlar, de discutir. Al café se va a eso. Pertenece a la leyenda la imagen del hombre que está solo y espera en el cafetín de la esquina. Lo que ahora predomina son las mesas de amigos y no tan amigos conversando de todo: de fútbol, de política, del último informe meteorológico, del asalto de la otra cuadra, de la viuda que se puso de novia, del amigo que marchó al silencio. En temas de conversación, nada está prohibido, todo está permitido. Basta con que dos parroquianos se prendan con un tema para que la discusión comience, discusión que nunca se sabe lo que durará, que puede llevar unos minutos o toda la mañana, porque en estos temas tampoco hay límites. Y ¡ay! del que quiera imponerlos.

—Prepará cigarrillos y alguna vianda -le dice Marcial a José.

—¿Y se puede saber por qué?

—Para llevarle a tu presidente y tu ministro de Relaciones Exteriores -hace una pausa para tomar un sorbo de té-. Yo creo que de ésta no zafan, ni el ministro ni la compañera presidente -agrega.

—A mí, lo que llama la atención -digo- es la decisión de la Señora de hacer algo a contramano de lo que había empezado a hacer su marido.

—¿Por qué decís eso? -pregunta Abel.

—Porque Kirchner hizo bastante para avanzar con esta causa y, sobre todo, fue uno de los que estaba más convencido de que los responsables eran los iraníes. Y resulta que ahora llega su bendita esposa y firma un acuerdo pampa para liberar de toda responsabilidad a los terroristas de Irán, a todos, desde el último pinche al funcionario más empinado.

—Memorándum de entendimiento se le llama a ese pacto de impunidad disfrazado con atuendos diplomáticos -aclaro.

—Lo de ustedes no tiene nombre -responde José- son manotazos de ahogado porque saben que pierden las elecciones, y por lo tanto no se les ocurre nada mejor que judicializar la política apuntando a lo más alto; es decir, a nuestra compañera.

—Lo siento por vos -reacciona Marcial-, pero cuando hay un delito, lo que se hace en un país civilizado es ir a la Justicia. Si para vos esto es judicializar la política, pues bien, nosotros judicializamos la política, sobre todo la política perpetrada por sinvergüenzas que quieren dejar libres de culpa y cargo a los asesinos de más de ochenta personas.

—Acá no hay delito ni nada que se le parezca -defiende José-; fue un acuerdo aprobado por el Congreso, acuerdo que fue considerado un tratado internacional. Se trataba de una colaboración entre los dos países para destrabar una causa que estaba bloqueada desde hace casi veinte años.

—Lo del tratado internacional no tiene nombre -señalo-; por suerte, la Justicia ya se pronunció al respecto.

—Es que todo esto es un verso -exclama Abel-, firmaron un acuerdo con un presidente impresentable que dejaba el poder.

—Un presidente -aclara Marcial- que niega el Holocausto y que si por él hubiera sido habríamos declarado la guerra nuclear. Esos son los amiguitos de nuestro gobierno nacional y popular.

—Yo les recuerdo -defiende José- que las negociaciones parlamentarias contaron con el apoyo de políticos y de algunos dirigentes de la comunidad judía...

—Siempre, en estos casos, hay un judío confundido -observa Abel.

—O un judío traidor -enfatiza Marcial-, un judío traidor que se llama Timerman, por ejemplo, y que como dijera Carrió, traicionó a las víctimas, a los argentinos y a la propia comunidad judía de la que forma parte y gracias a la cual fue elegido canciller.

—Yo no sé qué hace Timerman en ese ministerio. Si tuviera un mínimo de vergüenza ya debería de haber renunciado.

—Si es por eso ya deberían haber renunciado varios, empezando por los más destacados -agrega Marcial.

—Yo no sé cómo seguirá esta historieta -digo- pero parece que el gobierno se las va a ver en figurillas para explicar por qué firmaron ese memorándum.

—Lo que no entiendo -expresa Abel- es qué fue lo que los llevó a estos muchachos a entregarse a Irán.

—Muy sencillo -responde Marcial-, necesidad de petróleo y algunas cosillas más. Entonces no lo pensaron dos veces: borraron con el codo todo lo que se había hecho y firmaron un acuerdo que dejara a los terroristas libres de culpa y cargo.

—Yo creo -agrego- que además de los intereses hay una suerte de complicidad ideológica.

—¿Cómo es eso?

—Elemental Watson. Este gobierno hace rato que juega del lado de Venezuela, Irán, China y Rusia, es decir con todos los regímenes autoritarios y despóticos del planeta. Lo sucedido en París el otro día lo puso en evidencia. Todo el mundo civilizado participó de la marcha en repudio al terrorismo menos el gobierno argentino.

—Timerman estuvo.

—No me consta, pero si estuvo lo hizo a título personal porque como canciller brilló por su ausencia.

—¿Por qué esa conducta?

—Porque en el fondo están convencidos de que los terroristas islámicos -equivocados o no- son luchadores antiimperialistas, líderes tercermundistas que luchan contra el imperio.

—¿Y nosotros de qué lado estamos? -insiste Abel.

—¿Te queda alguna duda? -interviene Marcial-, porque si te queda alguna duda te digo que una vez más estamos del lado de los malos, pero con una ventaja a nuestro favor.

—¿Cuál?

—Que a esta altura del partido a nadie en el mundo le importa lo que hace la Argentina.

—No comparto -concluye José.

MESADECAFE.tif