¡La sombrilla!

¡La sombrilla!

Otra de las cosas importantes del mar y de la playa (ah: yo sigo de vacaciones acá; pueden venir a buscarme...) es resolver con solvencia la cuestión de la sombra. Es que incluso los adoradores del sol admiten que no se puede estar todo el tiempo expuesto sin sufrir consecuencias. No tengo quién me haga sombra en este tema.

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO ([email protected]). DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI ([email protected]).

 

Saquemos rápidamente a los ostentosos (muchas veces sólo necesitan que nos demos cuenta que pueden, que tienen ese alto nivel lejano e inalcanzable, y su sola jactancia pretenciosa, en algo tan popular y democrático como el mar y la playa, los pone en evidencia: boludos importantes) que se alquilan un gazebo o una carpa por toda la temporada, y concentrémonos en la mayoría de los mortales que sólo pretende una sombrillita de morondanga (o del material que fuera) que proyecte su pequeña pero esencial sombra en un pedacito de playa, desde entonces, “nuestro”...

Porque también hay que decirlo de entrada: la sombra del engolado gazebo también se va corriendo con las horas, igual que la de la sombrilla. Y yo he visto tipos cancheros, de buen ojo, que se instalan así nomás dos metros a la derecha del fanfarrón y luego disfrutan gratis de la sombra y vení a correrme vos, agrandado, si yo estaba acá desde hace cuatro horas...

En el otro extremo de la escala, en la punta gasolera, tenés los tipos -nada que cuestionar: no hay que ser canaleta, tampoco poner la cabeza como un gil- que llevan su propia sombrilla. puede ser una que se la viene aguantando desde hace varias temporadas, puede ser una que vino de regalo, propaganda incluida, y que ahora nos cae fantástico para la playa.Y hacen cientos, miles de kilómetros con la o las sombrillas en el auto, que tienen ya ubicación asegurada, aunque la suegra, el nono o el novio de la Vicki queden afuera...

Ya en la playa, hay tipos que son organizados, familias que son verdaderas asociaciones ilícitas. No sólo traen la sombrilla, la heladerita, las reposeras, los sándwiches, el chupi, sino que también el saca arena, ese adminículo fantástico (hay adminículos hermosos en la playa, como se sabe; también de los otros) de PVC que saca por succión, vacío o el principio que ustedes me digan (yo no era bueno en esa materia) la arena en un único punto localizado, para que vos puedas enterrar por fin la sombrilla, sin comentario capcioso alguno.

Es cómico, y a veces peligroso para el entorno, ver a esos tipos sin saca arena, peleando con la naturaleza para clavar la parte baja de la sombrilla, haciendo malabares para lograr una inestable penetración, sin comentario capcioso alguno, que echará a rodar al primer vientito más o menos consistente. O sea, en cualquier momento. Y por el contrario, qué módica suficiencia, qué discreta jactancia la de quienes ya traen el saca arena y que además se lo prestan al de al lado; hasta que el de al lado descubre, al cuarto o quinto día, que puede y debe tener el propio, que vale dos mangos y le sirve como otro elemento más para la próxima vacación. Hay que saber, igual, que siempre, sin comentario capcioso alguno, alguien la tiene más grande. Los que alquilan sombrillas, por ejemplo, tienen unos saca arena caseros más grandes que pueden hacer un pozo para búsqueda de petróleo en segundos... Y si a eso le sumás la práctica, los tipos son doctores en instalación de sombrillas, master en ejecución de agujeros, especialistas en sombras fugaces...

Parece sencillo, pero son muchos los factores a tener en cuenta. La sombrilla, su calidad y fortaleza (hay chambones que se traen, cruzando fronteras, unas sombrillitas que se doblan con mirarlas, imaginate con el viento marino); el sitio de colocación, la proyección de la sombra (hay que intuir dónde va la sombra de tu sombrilla ahora, y dónde estará a los siete de la tarde: hay sombras vagas, paseanderas, que están de vacaciones igual que vos...), entre otras cuestiones.

Ahí tienen también, por ejemplo, el ángulo de penetración (mah sí, si quieren que sea capcioso, metanle nomás...), para dotar a la sombrilla de cierta inclinación adecuada. Eso implica redirigir el saca arena hacia un costado y exponer quizás la sombrilla a los vientos. Hay que hacer las cosas bien. Y debe tomarse en serio el asunto: un mal ángulo de ingreso, y una nave espacial no vuelve nada a la tierra, se desintegra en la atmósfera. Y su piloto no viene nada a la playa, carajo.

El saca arena, si no sos chambón para manejarlo, te arroja primero un poco de arena mitad seca y mitad húmeda, y luego en sucesivas extracciones empieza a arrojar arena con barro o algo chirle tipo diarrea estival, maloliente como aquella incluso, pero que te indica que vas por buen camino y estás haciendo un agujero como la gente en que tu sombrilla puede estar firme por horas. El saca arena además, le sirve luego a tu hijo a los fines arquitectónicos, para que se divierta en esas construcciones de arena (una postulación ontológica si las hay) y siga llenando de agujeros (y un poquito de mal olor) el sitio que con tanto primor elegiste.

Correcto: ya entendieron.Ya tenemos sombrita, ya podemos disfrutar del mar. Hay tipos y familias que la tienen clarísima con la sombrilla y todos sus aviesos secretos (expusimos aquí los más evidentes). Así que si no se fueron de vacaciones ya tienen unos cuántos tips para llevar la sombrilla propia (¿ya les dije que no se la claven en el empeine?: eso duele) a la playa. O, si no, gasten unos pocos pesos, amarretes, y alquilen una sombrilla. Así no se clavan, seguro.