El mágico universo de las frutas

La autora nos adentra en divertidas, coloridas y curiosas historias frutales.

TEXTOS. ZUNILDA CERESOLE DE ESPINACO. ILUSTRACIÓN. LUCAS CEJAS.

El mágico universo de las frutas
 

Las frutas son un inmenso recurso para la alimentación humana, aptas para ser consumidas en todas las estaciones, es indudablemente en los días del estío cuando más las disfrutamos al ingerirlas, ya sea por su dulzura extrema o por su sabor agridulce, por ser jugosas o bien pulposas, y por otras características intrínsecas de cada una.

En esta estación siento oculta lira vibrar en el corazón y sus sones atraen recuerdos de la infancia, cuando era común tener patios con árboles frutales desbordándose opulentas con relumbre de joyel, brindando una ofrenda en cada rama. Sabía distinta la dulzura de sus frutos en esa época y se me hace presente el temor de las madres, pensando que las ingiriéramos calientes en la travesura de arrancarlos a la hora de la siesta.

UNA ANÉCDOTA VICTORIANA

La reina Victoria de Inglaterra (1819-1901), Emperatriz de la India desde 1876, sentía predilección por un fruto tropical: el mangastán. El mismo es una cápsula carnosa con un diámetro de 6 a 7 centímetros, producido por el mangostino, árbol originario de Indonesia.

A su majestad le gustaba tanto que ofrecía el título de “Sir” a quien consiguiera cultivar este árbol frutal en su país. No fueron pocos los que intentaron hacerlo, pero la necesidad de una temperatura elevada y grandes cantidades de lluvias y humedad para su normal desarrollo, impidieron que prosperara su cultivo. El clima inglés borró las esperanzas de quieres soñaban con obtener el título de nobleza ofrecido por la ilustre dama.

BREVE VISIÓN SOBRE EL MUNDO FRUTAL

Manzana. Esta fruta es conocida desde épocas inmemoriales, cuando llega a su plena madurez, este estado se reconoce por el hermoso color que adquiere y por el aroma que exhala.

Relatos míticos la nombran, entre ellas, uno de origen griego. En el mismo se relata que, mientras se efectuaba la boda de Tetis y Peleo, Eris, la discordia, arrojó a la fiesta una manzana donde había escrito: “A la más hermosa”. Las tres diosas más bellas del Olimpo -Afrodita, Hera y Atenea- se disputaron su posesión, era tal la pelea que se debió llamar a un árbitro, la elección recayó sobre Paris, hijo del rey Príamo, que estaba de visita en Grecia. El joven príncipe se decidió por Afrodita y este juicio pesó mucho, más tarde cuando tuvo lugar la guerra entre griegos y troyanos. Es creencia que comer una manzana por día asegura una buena salud.

Banana. Esta es una fruta de gran valor alimenticio, existe en infinidad de variedades. Entre ellas se encuentra el banano rosado (Musa Rosacea), cuyo fruto es mayor tamaño que los demás y rosado por dentro. Esta clase de banana se produce en Cuba, Puerto Rico, Jamaica, América del Sur e Indostán.

La banana se utiliza para hacer helados, dulces, confituras, pastas e, incluso, un delicioso turrón. Otras de las aplicaciones de esta fruta es la fabricación de bebidas aromáticas, licores, aguardientes y vinagres.

Por su alto nivel de potasio, la banana es muy beneficiosa, sobre todo en verano. Comer esta fruta fortalece los huesos y se cree que el ingerirla pisada detiene las diarreas. También se dice que, congelada, alivia las molestias que la dentición causa a los bebés.

Naranja. La fama de la naranja, fruta de rico jugo y bello color, se remonta a los tiempos heroicos y fabulosos. Según autorizados indicios, el naranjo, árbol que la produce, fue llevado a la India antes de la Hégira (era musulmana que se cuenta desde la puesta del sol del 15 de julio de 1622, día en que Mahoma huyó de la Meca a Medina). Se cultivó en Siria y Palestina, asimismo en Egipto, países desde los cuales se llevó a Europa y luego a América. Este es cítrico es rico en vitamina C, se dice que el ingerirla previene el resfrío. La ralladura de su cáscara se utiliza en diversas variedades de postre y el helado de esta fruta es exquisito y refrescante.

Higo. Los higos se comen tanto secos como frescos y constituyen un sustancioso y nutritivo alimento. La higuera, árbol que los genera, procede de Oriente y da dos clases de frutos: las brevas o higos de primera flor y los higos propiamente dichos. En el valle del Jordán se han descubierto higos fosilizados que datan de 12.000 años antes de Cristo. En el período primero, en el que en Grecia se celebraban los juegos olímpicos, se premiaba a los atletas ganadores con higos para comer. La serpiente áspid, que produjo la muerte de la reina egipcia Cleopatra, fue transportada en un canasto con higos. Durante la Edad Media, dado que el costo del azúcar era muy elevado, los nobles asaban higos con una hoja de laurel para la fiesta de cuaresma. A Perú esta fruta llega en 1532, cuando Pizarro ordenó que cada familia sembrara una higuera. El higo acusa su presencia en mitos, relatos y momentos históricos. Tanto al natural como confitado, aporta nutrientes y origina un dulce goce para el paladar.

LEYENDAS

LAS FRUTILLAS, ROJAS FRUTAS DEL RETORNO

Una antiquísima leyenda de los cherokees, parcialidad de los pieles rojas cuyo hábitat se encontraba entre los ríos Arkansas y Rojo de Norteamericana, cuenta una original historia sobre las frutillas. Esta nos dice que el gran Espíritu, deidad a la que adoraban, creo al hombre y a la mujer, luego les entregó la tierra para que la disfrutaran, convivieran en paz y armonía y fundaran una gran familia.

Al poco tiempo, la pareja comenzó a disputar, los gritos de ambos retumbaban en el bosque como truenos fortísimos. Cada uno criticaba y se enfadaba con el otro, el rencor luego de las peleas dominaba sus corazones que antes habían sido tiernos y sencillos. Los mutuos reproches minaron la alegría primigenia.

Cansada de esa situación, que empeoraba cada día, la mujer abandonó al hombre. Este al principio se sintió aliviado, más pasado un tiempo, comenzó a extrañarla. Su soledad le pesaba, las noches se le hacían interminables y nada podía compartir, se agotó su risa y lo invadió la tristeza.

El creador compadecido le preguntó si le agradaría que ella regresara a su lado, el le contestó que era lo que más deseaba, entonces el Gran Espíritu le prometió que la haría retornar.

La mujer caminaba a diario en busca de frutas y bayas para alimentarse, y también comenzaba a sentir la soledad que impiadosamente lastimaba su vivir.

En su camino empezó a encontrar frutos desconocidos, ignorando que los mismos eran obra del creador, pero ninguno le interesaba, ninguno producía placer en su paladar, los comía con indiferencia.

Cierto día vio una mata plagada de frutos rojos de forma acorazonada y quiso probarlos. Se inclinó, arrancó varios y comenzó a comerlos, eran tan dulces y jugosos, de sabor tan delicado que los ingirió con deleite. Al hacerlo pensó que a su compañero le gustarían mucho, llenó una cestita que llevaba y volvió junto a él para ofrecérselas y disfrutar esa delicia en su compañía. Mientras lo hacía, tenues luces de alegría iban iluminando su atribulado corazón.

Este es el origen de las frutillas, también llamadas fresas, ellas fueron creadas para que la reinara la paz y la concordia en la legendaria pareja cherokee.

UN HALLAZGO INESPERADO

Un niño mexicano fue a una población cercana a la aldea en que vivía para realizar una diligencia que le había encargado su padre que estaba sembrando maíz. Al ir tomó el camino habitual, pero al volver decidió acortar el camino y transitó por la floresta, ignorando el sendero ya trazado.

De improviso entre la vegetación tropical, se topó con un árbol extraño lleno de coloridos y aterciopelados frutos. Como era muy goloso, cortó uno y comenzó a comerlo con avidez, pero como este tenía un carozo muy grande y muy duro, tardó en consumirla por temor a dañarse un diente.

Cuando ya lo hubo comido, guardó el carozo porque pensó que de él nacería otro fruto similar, que era totalmente desconocido en la zona.

Así lo hizo, pasó el tiempo, de la semilla nació un arbolito que fue creciendo y se transformó en un gran árbol lleno de frutas tentadoras. La alegría llenó su corazón, pensó en el primer fruto que había comido y deseó que todos experimentaran la agradable sensación que en su paladar había sentido él años atrás. Entonces empezó a distribuir frutos y carozos entre la gente de su poblado. Al cabo de los años, el lugar se llenó de estos árboles y él llamó durazno a la fruta en alusión a la dureza del carozo.

CASTIGO DIVINO

En un remoto lugar de la India, vivía un anciano solitario, sus días transcurrían en paz. Como era amable, cuando pasaba algún viajero, el le ofrecía agua para que calmara la sed mientras descansaba, antes de continuar su viaje. Lo hacía en forma generosa sin desear nada por su gentileza.

Un día pasó un hombre con un séquito de sirvientes, el viajero era muy rico y quiso recompensar al anciano por su gentileza. Todos habían llegado agotados y con mucha sed, ya que la larga jornada impregnada de calor por los poderosos rayos solares había despertado en ellos un imperioso deseo de beber agua. Él se las brindó sin reparo, contento por poder haberles hecho el favor. Antes de partir, el viajero puso en manos del eventual benefactor, un puñado de oro.

A partir de ese momento, inesperadamente, la codicia comenzó a reptar por anciano. Cuando alguien llegaba, le exigía un pago por el agua; si eran pobres y no lo podrían hacer, les negaba siquiera un sorbo. El dios Indra lo castigó convirtiéndolo en un árbol cuyo fruto de cáscara dura y amarilla representaba la ausencia de bondad de su corazón y el color del oro que lo perdió, su jugo ácido, calmaba la sed. Es el limón.

La fama de la naranja, fruta de rico jugo y bello color, se remonta a los tiempos heroicos y fabulosos. La ralladura de su cáscara se utiliza en diversas variedades de postre.