Digo yo

Mujeres

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Natalia Pandolfo

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Hay mujeres que viven eternamente atrapadas en un lento caracol de sueños. Hay mujeres que darían por que alguien las mirara alguna vez a los ojos. Hay mujeres aguerridas, leonas que salen a la calle a ganarse el pan de cada día. Hay mujeres que se sientan a ver pasar los años como quien mira una novela. Hay mujeres que tocan el timbre del destino mil veces, sin desmayos, porque saben que algún día esa puerta se va a abrir. Hay mujeres que deslumbran con su inocencia.

Hay mujeres que odian el día de las mujeres porque piensan que es una marca más, un sello más en la vieja historia de la discriminación. Hay mujeres capaces de vestirse de promotoras y regalarles rosas a otras mujeres y decirles feliz día. Hay mujeres que esperan que sus hombres les digan feliz día como quien espera el tren que nunca llega. Hay mujeres que sufren si ese hombre no llega a la cama con una rosa en la mano o con un desayuno comprado por Internet.

Hay mujeres que inician a sus hijas en el ingrato camino de la exigencia estética cada vez más temprano. Hay mujeres que escuchan a Arjona y se conmueven. Hay mujeres que escuchan Arjona y darían todo por tener en la mano una ametralladora para liquidar al infame que logró convertir en barro temas tan sagrados como la menstruación o la edad.

Hay mujeres que se entregan en un abrazo y saben, sin que nadie se los diga, qué hay del otro lado. Hay mujeres que matan por amor y viven el resto de sus vidas encerradas tras las rejas, con algún crío a cuestas. Hay mujeres que se sacan el pan de la boca para darles de comer a los pichones del nido. Hay mujeres que se sacuden la mugre de una traición y se reinventan y son después capaces de salir a la calle y subirse a la cima del mundo y demostrar que no las han vencido.

Hay mujeres listas para salir corriendo cuando una amiga las necesita. Hay mujeres a quienes los mandatos las han confinado a una vida barnizada de gris. Hay mujeres que no pueden sacudirse las estructuras. Hay mujeres que nacen sabiendo lo que quieren y hay mujeres que mueren sin haberlo sabido nunca.

Hay mujeres que quedaron atrapadas en una mala decisión que les costó la vida. Hay mujeres que lloran con un beso en la tele. Hay mujeres que pegan porque aprendieron a los golpes. Hay mujeres superadas por una realidad que no vieron venir.

Hay mujeres que se hacen cargo solas de sus hijos, que los limpian y los alimentan y los educan con la devoción de un cristiano, que los ven crecer y miran al costado y el espacio está vacío, que suben las escaleras de los años hasta que los ven levantar la mano y volar solos y no tienen con quién compartir el orgullo.

Hay mujeres que ponen quitapenas debajo de sus almohadas. Hay mujeres que cuando llegan al fondo del pozo hacen un conjuro contra la melancolía y se prometen no caer nunca más. Hay mujeres que disfrutan de los rituales del vino, las velas, los baños de sales. Hay mujeres que viven esperando un momento, un giro, y en esa espera a veces se les va la vida. Hay mujeres que son pajaritos en las turbinas ajenas. Hay mujeres que no saben lo que es amar. Hay mujeres cuyos cuerpos están muertos. Hay mujeres capaces de inventar una tarde robada al paso de las horas. Hay mujeres que pasan domingos deambulando por los rincones de la casa y autoflagelándose con porqués, y que el lunes sacan sus huesos de la cama e intentan esconder la angustia bajo un maquillaje digno.

Hay mujeres que lloran en el colectivo, en la calle, en el bulevar un viernes de invierno. Hay mujeres que se prostituyen porque nunca nadie les dijo que eran buenas para cosas mejores. Hay mujeres que se zambullen en un mar de pastillas para no llorar. Hay mujeres que buscan a su padre en cada hombre. Hay mujeres que viven historias de película y las guardan por el resto de su vida como un tesoro. Hay mujeres que se emocionan con el aroma del café al inaugurar un frasco y con el ruido de las primeras gotas de la botella de vino desvirgada.

Hay mujeres que viven del recuerdo del recuerdo, y con eso les basta. Hay mujeres que aman el instante en que salen del gimnasio y se sienten plumitas. Hay mujeres que confían ciegamente en aquella ilusión mágica de que las cremas detendrán lo irreversible. Hay mujeres que abrazan a sus hijos y son capaces de detener el mundo. Hay mujeres cuyos vientres esperan el día con ansiedad desesperada.

Hay mujeres a las que un libro puede cambiarles el humor. Hay mujeres que sufren el abandono como una planta que se va resecando de a poco. Hay mujeres que viajan por el mundo buscándose. Hay mujeres que se contentan con ser mujeres de. Hay mujeres que dan cátedra de dignidad sin haber nunca pisado una escuela. Hay mujeres que guardan en sus ojos la pura esencia del milagro sublime.