De domingo a domingo

El gobierno busca que le crean y tropieza cada vez más

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El caso Nisman superó el interés de “una minoría de ciudadanos” para tener eco en el común de la gente. Foto: DPA

 

Ante la anunciada presencia de Alberto Nisman en el Congreso el 19 de enero pasado para ampliar las pruebas que él dijo tener el martes anterior cuando denunció, entre otros, nada menos que a la presidente Cristina Fernández por querer encubrir a Irán en la voladura de la Amia, era lícito por entonces preguntarse si los pasos que venía dando el fiscal y sus consecuencias eran cosas que, por su gravedad, le iban a interesar al común de la gente.

Pese a la envergadura del caso, un crimen colectivo sin parangón en la Argentina, ocurrido hace casi 21 años, ya se ha visto que graves cuestiones institucionales o aún políticas que se manejaron arbitrariamente durante las últimas tres décadas de democracia no fueron consideradas prioritarias en la consideración del gran público, como si las cuestiones que no le tocan el bolsillo a los ciudadanos de modo inmediato quedaran archivadas para mejor ocasión.

Para mal del gobierno, esta vez, lejos de seguir el mismo patrón de conducta, lo sucedido después que se conoció la misteriosa muerte del Nisman, ocurrida durante el fin de semana del 17 y 18 de enero y el glamour que sugieren las conexiones con el mundo del espionaje, han metido el concepto de “magnicidio” en casi todas las casas. Lo que alguna vez Mauricio Macri llamó el “círculo rojo” de la política, refiriéndose a “una minoría de ciudadanos politizados que lee el diario todos los días, que ve los programas políticos y que siempre están interactuando con nosotros” parece ser que, por este tema en especial, se ha expendido hacia cierta masificación y que eso le juega en contra al gobierno.

La ex esposa de Nisman

Sin embargo, lo que más lo complica es que tan terrible situación, que lo hace sentirse cercado por los cuatro costados, no sólo amplió los límites del interés público, sino que una porción mayoritaria de la sociedad ha tomado partido por la hipótesis del crimen.

Y a la vez, como el público observa de modo muy nítido las continuas chapuzas políticas, diplomáticas y comunicacionales del kirchnerismo tratando de encauzar el tema, ahonda sus sospechas sobre algún grado de su propia responsabilidad.

El pico de mayor interés popular seguramente se manifestó el jueves pasado al mediodía, cuando la ex esposa del fiscal, la jueza federal Sandra Arroyo Salgado, madre de las dos hijas de Nisman y querellante por ellas en la causa, transmitió su dramático mensaje desde tres vertientes diferentes: la pericial, la político-institucional y la emotiva.

El primer ítem, la jueza lo cubrió con doce de los trece puntos de las conclusiones de su “equipo interdisciplinario” de peritos, afirmaciones en las que nadie pudo dejar de pensar, aunque hayan sido obtenidas de fotografías o de imágenes de la autopsia: la diferente hora de la muerte, focalizada más hacia la noche del sábado que en la mañana del domingo, el cuerpo movido, la ausencia de pólvora y la falta de espasmo cadavérico en su mano derecha porque hubo agonía, la sangre perdida, la trayectoria de la bala, que no estaba borracho, cómo de modo abyecto se intentó instalar para decir que eso le dio fuerzas para pegarse un balazo y, por último, un contundente dictamen. “El análisis del lugar del hecho, así como de las evidencias físicas del escenario de esta muerte violenta, descartan la posibilidad que el hecho sea accidental. Por los mismos motivos expuestos se descarta la probabilidad de la hipótesis en modalidad suicida”, dijeron sin dudarlo las cuatro eminencias que presentó Arroyo Salgado.

Sin dudas, la segunda parte de la frase está direccionada al Poder Ejecutivo, ya que esa falta de respuesta se emparenta con todas las acciones dilatorias que se están verificando en la causa que inició Nisman y que, según la opinión de la jueza, gatillaron su muerte. Por último, el condimento emocional, a partir de una acongojada afirmación, dicha sin ningún tipo de dudas: “Lógicamente que el suicidio que se pretende comprobar no podrá ser acreditado por la simple razón de que Alberto Nisman no se suicidó: a Alberto Nisman lo mataron”, disparó.

Las desgraciadas movidas públicas

Como si todo esto fuera poco, los enredos del gobierno han sido tantos desde el primer día, que generaron entre la gente desconfianza sobre desconfianza. El cansancio por las versiones que se hacen correr y por todas las operaciones de prensa y manipulación que se intentan desde el kirchnerismo a través de los medios más alineados hace que casi nada sea creíble.

Lo cierto es que la presidente nunca supo separar la tirria que le provocó la denuncia de Nisman del episodio de su muerte. Todas las movidas públicas del gobierno (declaraciones casi insultantes y solicitadas en diarios de la Argentina y el extranjero), antes y después del hecho, estuvieron impregnadas de un odio tan fuerte hacia el fiscal que le impidió a Cristina hasta darle el pésame a su madre o a sus dos hijas.

Además, la presidente se enredó en una tarea detectivesca que no le compete y que contribuyó a derretir aún más la confianza en el gobierno en este tema tan crítico. Tantas idas y vueltas dejaron la sensación de que, fuera de toda estrategia, la presidente siempre intentó acomodar su parecer para despegarse de la terrible situación. Sin embargo, hay más, porque todo el resto del kirchnerismo, salvo Aníbal Fernández quien apunta a Diego Lagomarsino, el colaborador de Nisman que le entregó la pistola en un horario ahora mucho más cercano a la muerte, se empeña en poner el suicidio como la única alternativa válida.

Dicho y contradicho de Lorenzetti

Lo cierto es que, en todo caso, la situación se va a dilatar con escritos de un lado y del otro hasta que la denuncia llegue finalmente a la Corte Suprema. Justamente, el titular del Alto Tribunal, Horacio Lorenzetti también fue noticia durante la semana por su contestación pública a la presidente sobre algunas chicanas que ella desparramó el domingo pasado en el Congreso, cuando acusó a la Corte de no avanzar en la causa de la Embajada de Israel. Hizo saber que el tema era “cosa juzgada”, aunque un día después debió aclarar que la investigación “continúa” abierta, pese que ya se probó cómo ocurrió el ataque y “la responsabilidad penal de sus autores”, el grupo Hezbolá.

También Cristina generó en aquel discurso en el Congreso un tironeo diplomático cuando dijo que “el Estado de Israel reclama por la Amia y no por la voladura de su propia embajada”. Un día después la embajadora en la Argentina, Dorit Shavit recordó en un comunicado que, internacionalmente, “la responsabilidad acerca del cuidado de toda delegación diplomática se encuentra en manos del país receptor de la misma” y añadió que “es competencia y responsabilidad del Estado argentino investigar el atentado”. En paralelo, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu ratificaba ante el Congreso de los Estados Unidos que para su país “Irán voló la embajada de Israel en Buenos Aires y el centro comunitario (Amia)”.

Héctor Timerman, otro de los denunciados por Nisman e imputado por Pollicita, se empalagaba públicamente el miércoles con una nota de su colega israelí, Aviador Lieberman quien, según él, dejaba “corroborada la posición que la presidente argentina hizo, el 1º de marzo, en la Asamblea Nacional”. Fue una pena que toda la pasión que puso el canciller para difundir el tema no haya tenido en cuenta que la nota de su colega israelí había sido enviada el 26 de febrero. No sólo patinó Timerman, sino que dejó en evidencia la matriz habitual del kirchnerismo, a la hora de torcer la historia para acomodarla a sus intereses.

Por Hugo E. Grimaldi

(DyN)

La ex esposa del fiscal, como querellante en la causa, transmitió su dramático mensaje desde tres vertientes diferentes: la pericial, la político-institucional y la emotiva.

El público observa las continuas chapuzas políticas, diplomáticas y comunicacionales del kirchnerismo tratando de encauzar el tema del caso Nisman.