¡Drones!

¡Drones!
 

Los drones son simpáticos aparatitos voladores no tripulados que tanto te pueden sacar una foto como depositar una granada en el patio de tu casa. En manos inadecuadas, por ejemplo en las de Doña Marcia, pueden causar estragos. Porque una cosa es espiar por la ventana. Y otra muy distinta es agarrarte in fraganti hasta en tu misma casa. Lo sé: la imaginación también vuela.

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO ([email protected]).

DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI ([email protected]).

Días atrás, en una reunión paqueta al aire libre, apareció esa cosita volando entre los comensales, con la novedad de que filmaba a todo ese montón de gente que, entre azorada y sorprendida, sonreía tontamente al aire. Aquello de “ahí sale el pajarito” era real nomás, aunque el pajarito fuera metálico.

También supe del caso de un vecino, digamos don Cosme, al que -falla mecánica, falta de combustible o algo- le cayó un dron en el patio. Drone en inglés es, más o menos, “zángano”; así que don Cosme bien podía sentirse aludido. Jodido tener un dron en la casa todo el tiempo (don Cosme) y otro, advenedizo, en el patio.

Resulta que vinieron a pedirle a don Cosme la devolución del aparato y él, que tiene todo el tiempo del mundo, les espetó que no, que qué dron ni qué ocho cuartos, que le traigan la orden de allanamiento (don Cosme ya sabe que la tecnología va hoy más rápido que las leyes, y que hay un vacío legal en la materia) y que todo lo plantado, clavado o posado en su terreno es en efecto de su propiedad. Los señores le reclamaron que era un aparato estratégico, que él mismo atentaba contra prioridades de seguridad y que ojalá te caiga un meteorito gigante viejo de miércoles.

Pero la realidad dice que los drones son recientes y plantean desafíos emocionantes pero también preguntas perturbadoras. Triste época la nuestra en que tenemos cámaras de vigilancia hasta en el baño, satélites ortivas y vigilantes y ahora, por si fuera poco, estos aparatejos, los drones, helicopteritos de miniatura que andan por ahí y por allá, incluso por la casa de Cosme.

Las aplicaciones de estos drones son innumerables. Militares en primer lugar: capaces de llegar a sitios inaccesibles, atravesar las líneas enemigas y situarse en la cara del peor rival. Científicas, por otro lado: es valioso contar con un aparato que sobrevuele un desierto sin transpirar, o que aporte datos, fotos, muestras de algo en cualquier parte. Vigilancia, producción, educación, control, entretenimiento pueden ser otras tareas para estos drones.

Pero si algo sé o presumo ya de esta sociedad de consumo es que van a generalizarse y uno va a poder pasear el dron por el barrio como una mascota en poco tiempo. Es un producto ideal: es nuevo, bastante caro y exótico y sólo resta poner el deseo y la necesidad de contar con uno. Y en tren, o en dron, de averiguar sus posibles utilidades, nos resta imaginarnos la vida cotidiana con drones permanentemente a las vueltas, desde cadetería instantánea, hasta arriesgadas selfies desde arriba y a la izquierda, que es tu mejor ángulo...

Me imagino a doña Marcia, por ejemplo, hasta acá una consistente chismosa artesanal, con un dron en su poder. Su posibilidad de acceso a información delicada del barrio y de los vecinos puede ser ilimitada y en las manos correctas (las de ella) o las incorrectas (las de ella, también) es capaz de producir efectos devastadores.

Cambiaría para siempre el esquema comunicacional del barrio; así nomás se los digo. Porque una cosa es tener la sospecha de que el Alfredo y la Titina tienen algo más que una relación amical. Y otra muy diferente es tener material fotográfico, fílmico y ni dios lo permita también gemidos que comprueben esa sospecha.

Antes de mandar a Marcia a la mierrrrrr, tenés que pensar que Marcia te puede mandar el dron a domicilio, o seguirte por toda la ciudad.

Hay que pensar que los drones, que hoy tienen objetivos y misiones importantes, estratégicas, globales, políticas, estatales, bien pueden en breve tener otras igual de importantes y estratégicas pero particulares, barriales, privadas...

Por otro lado, cederá el entramado artesanal del chisme y el know how del interrogatorio hábil, de la lectura correcta de señales, miradas y saludos, para que una vez más la tecnología se meta, literalmente, en nuestras vidas. No digan que no avisé. Falta todavía, pero es lo que se viene. Espero que cacen al vuelo el consejo. Que cierren puertas y ventanas. Y que se fijen en Internet a cuánto vende don Cosme el dron que le apareció de prepo en su patio...