MESA DE CAFÉ

Campaneando la semana

MESADECAFE.tif

REMO ERDOSAIN

—Parece que el fiscal Nisman se gastaba la plata del Estado para salir con minitas.

El que así habla es José que tiene el diario en la mano con las declaraciones del señor Aníbal Fernández.

—¿No era que se la gastaba para andar con pibes?, según las palabras de tu jefa y conductora -pregunta Marcial.

—Y yo agrego otro detalle -digo- si es cierto lo que dicen, si es cierto que Nisman se la pasaba de joda en joda con las mejores mujeres de Buenos Aires, habría que concluir que ése no es el cuadro psicológico de un suicida.

—El señor Fernández no tiene cara -resopla Abel impaciente-; barra brava, corrupto, sinvergüenza, apretador, alcahuete y además tiene el tupé de hablar de la moral privada de alguien que no le puede responder.

—¿Fernández es el mismo tipo que se escapó escondido en un baúl del auto? -pregunta Marcial con aire distraído.

—El mismo -confirma Abel.

—El problema es -digo- que nos hemos dedicado a conversar acerca de las novias de Nisman, los novios de su ex mujer, los hobby de Lagomarsino y lo más importante fue dejado de lado.

—¿Y que es para vos lo más importante? -pregunta José receloso.

—Lo más importante es que el fiscal denunció a la señora y a su brillante ministro de Relaciones Exteriores de haber intentado blanquear un crimen de lesa humanidad. Y lo más importante es que el día anterior a la denuncia, al fiscal Nisman lo encontraron muerto y pretendieron pensar al crimen como un suicidio.

—Lo más interesante -agrega Marcial- es que se comprobó que el famoso Memorándum, de haberse cumplido incluía el levantamiento de los pedidos de capturas de los terroristas iraníes.

—El nuevo Eje, Teherán, Caracas, Buenos Aires funciona a la perfección -aporta Abel.

—Yo agregaría, además, a Moscú -observa Abel.

—Ustedes hablan por hablar y para enlodar la imagen de la compañera.

—¿Por ejemplo?

—No está probado que el atentado terrorista lo hayan cometido los iraníes.

—Seguramente, lo hizo el Dalai Lama o tal vez la red de sicarios de Amnesty Internacional.

—Ni el opositor más encarnizado tiene cara para acusar a nuestra compañera de haber ordenado esa muerte.

—Nadie la acusó a ella -responde Abel- en todo caso, la imputación es al gobierno que, aunque ella no lo crea, es siempre algo más que ella.

—El gobierno es algo más que ella, pero ella es responsable -observa Marcial.

—Sobre todo si alimenta perros rabiosos que después se dedican a matar por cuenta propia -acusa Abel.

—Ustedes todo lo que dicen no lo pueden probar.

—Tampoco se pudo probar que Al Capone era el jefe de la mafia, pero todos sabemos que fue algo más que un pacífico evasor de impuestos.

—Si el gobierno fuera tan inocente -insiste Marcial- no se comportaría como lo hace.

—¿Y cómo se comporta?

—Chicaneando la investigación, desprestigiando a Nisman por actos de su vida privada, ensuciando la cancha, tratando de hablar de otra cosa... es decir, se comporta como si fuera culpable.

—Ustedes también la critican a la presidente por sus actos privados.

—La diferencia es que ella es presidente y, además, está viva. Ustedes se han dedicado a denigrar la memoria de un muerto que, dicho sea de paso, no tenían ninguna obligación de ser un santo.

—A mí, toda esta sanata me hace acordar a los tiempos de Samantha.

—¿Quién es Samantha?

—¿Se acuerdan de aquel gato del menemismo? Todo comenzó con la investigación sobre prostitución y tráfico de drogas en un boliche proveedor de gatos a la residencia de Olivos y concluyó en una variante farandulera donde la tal Samantha se transformó en el personaje principal. El hecho fue tan evidente que se incorporó un neologismo: samantizar la política. Hoy, muy bien podríamos decir que el caso Nisman se ha samantizado o por lo menos es lo que intentan. El recurso es eficaz porque la gente se distrae con chismes escabrosos y se oculta lo importante.

Marcial le hace señas al mozo para solicitarle que repita otra vuelta de café para todos, menos para él que se mantiene fiel a su taza de té.

—Yo por ahora -agrega luego- estoy contento con lo que hicieron los radicales en Gualeguaychú.

—Si Alfionsín viviera se vuelve a morir -replica José.

—Dejen de hablar de Alfonsín como si fuera un héroe, justamente ustedes que le hicieron catorce paros generales cuando era presidente.

—Eso sí que eran maniobras destituyentes y no joda -agrega Abel.

—Aliados con la derecha los radicales no tienen destino -repite José.

—¿Y desde cuándo ustedes están tan preocupados por el destino de la UCR? -pregunto- siempre la han considerado un partido gorila y antipopular.

—Lo que ocurre es muy sencillo -dice Marcial- los compañeros están asustados. Saben que un acuerdo como el que se acaba de formalizar constituye una mayoría política que pone fin al deseo del perpetuar al peronismo hasta la noche de los tiempos. De ese susto, les viene entonces su repentino amor por Alfonsín.

—Yo no estoy tan conforme con lo que se hizo en Gualeguaychú -dice Abel- creo que el partido radical debería haber buscado otro tipo de acuerdos.

—¿Vos querés que se repita lo del 2011.... todos divididos y el peronismo cortándose solo por los palos?

—Deberíamos haber intentado un acuerdo con Massa, Macri y la izquierda y allí sí me hubiera quedado más tranquilo.

—Yo también hubiera apoyado esa posición -digo- a condición de que sea real.

—¿Podés explicarte un poco mejor?

—Muy sencillo -respondo- Macri no quería juntarse con Massa; la izquierda no quería juntarse ni con Massa ni con Macri; Massa por su parte está arreglando con Scioli.

—¿Y entonces qué?

—Entonces que se hizo lo que se pudo hacer, lo único que se podía hacer.

—Arreglar con la derecha.

—Terminá con esa sanata de la derecha o la izquierda. Sobre todo con la sanata de izquierda que a esta altura del partido el único que tiene autoridad moral para reclamar esa identidad es Altamira. Los demás son todos burgueses y pequeños burgueses que tratan de pasarla lo mejor posible dentro del capitalismo. ¿O ahora Cobos es de izquierda?

—Cobos no, pero los socialistas sí.

—No creo que las diferencias entre Macri y Bonfatti a la hora de gestionar en términos prácticos sean muy diferentes.

—Eso no es cierto -dice Abel algo ofuscado.

—Los socialistas -responde Marcial- se acuerdan que son de izquierda cuando hay que oponerse a un arreglo con Macri, porque después, cuando gobiernan todos los días, se encargan muy bien de recordarles a la gente, a sus votantes y a los factores de poder que no tienen nada que ver con la izquierda.

—No comparto -dice Abel enojado.