editorial

Irán, los EE.UU. y una paz difícil

  • Los sectores conservadores de Irán y los de EE.UU. rechazan el preacuerdo y califican con los peores términos a quienes lo firmaron.

El acuerdo de paz firmado en la localidad suiza de Lausana despertó adhesiones en todo el mundo, incluidas las del Papa, quien felicitó a los firmantes por sus esfuerzos para arribar a acuerdos pacíficos a través de la vía diplomática. Sin embargo, y más allá de las buenas intenciones de los protagonistas, las dificultades y las dudas están presentes y es muy probable que se acentúen en las próximas semanas.

Nos referimos al entendimiento que incluye a Irán y los EE.UU., Rusia, Francia, Reino Unido de Gran Bretaña, Alemania y China, una información a tener en cuenta porque no son pocos los que suponen que el acuerdo se hizo solamente entre Barack Obama y Hassan Rohani. Más que un acuerdo, lo correcto, desde el punto de vista técnico, sería hablar de un preacuerdo que, si todo sale bien, se perfeccionará en junio próximo.

Entre tanto, habría que señalar que tanto los sectores conservadores de Irán como los de EE.UU. lo rechazan y califican con los peores términos a quienes lo firmaron. Actitud parecida han expresado países como Arabia Saudita, las monarquías del Golfo e Israel, país éste, que a través de su máxima autoridad política advirtió sobre los riesgos de confiar en un país como Irán.

Como es de público conocimiento, el objetivo de los países centrales es impedir que Irán pueda avanzar en el desarrollo de la bomba atómica. La alternativa que se negoció en Lausana fue la de exigirle que renuncie al enriquecimiento de uranio a través del camino de reducir las centrifugadoras. El compromiso incluye la reconversión de las instalaciones del Fordo y la planta de agua pesada de Arak.

A quienes critican a Obama de supuesta ingenuidad ante el régimen de Irán, sería importante recordarles que el propio presidente de los EE.UU. se ocupó en destacar que “el acuerdo no se basa en la confianza sino en investigaciones que no tienen precedentes”. Para hacer efectiva esta tarea está previsto que la Agencia Internacional de Energía Atómica (Aiea) realice investigaciones periodísticas para verificar que Irán respete de manera efectiva los acuerdos, monitoreo que continuará durante los diez próximos años.

En lo inmediato, los problemas más serios que afligen a Obama son los que se le presentarán en el Congreso, donde los republicanos ya advirtieron que no aprobarán lo acordado, con el agregado de que un sector del Partido Demócrata pareciera inclinarse también en esta dirección. Si el acuerdo fuera rechazado por los dos tercios de los votos, el presidente de los EE.UU. no podrá vetar esta decisión, hipótesis que de verificarse significaría que las negociaciones iniciadas en Lausana caerían por su propio peso.

Asimismo, el reformista Rohani justifica el entendimiento porque estima que permitirá levantar las sanciones que pesan sobre la República Islámica. Mientras tanto, las multitudes que salieron a las calles para festejar lo decidido en Lausana sugieren que para el pueblo iraní la paz es más importante que la guerra, sobre todo si la paz permite levantar las sanciones y mejorar la calidad de vida de la población.

Las palabras de Rohani fueron ilustrativas: “Queremos que además de las centrifugadoras también la rueda de la economía vuelva a girar”. Nunca, como en el caso de Irán, es más actualizado el refrán acerca de que la necesidad tiene cara de hereje. Hasta cuándo los ayatolás de Irán soportarán esta situación, es un interrogante que se abre hacia el futuro, pregunta cuya respuesta dependerá de diversas variables difíciles de prever con anticipación.

Para el pueblo iraní la paz es más importante que la guerra, sobre todo si permite levantar las sanciones y mejorar la calidad de vida de la población.