Buenos propósitos

Por Francisco Maragno

Son decisivos para configurar la pertenencia cultural. Escuchamos decir frecuentemente que la sociedad cambia pero, a pesar de las apariencias, los cambios que desearíamos reconocer como esenciales no se dan o se dan de manera insuficiente. Se advierten sí, modificaciones inesperadas en los comportamientos y posicionamientos mentales de los actores sociales que, sin embargo, no cuestionan ni modifican los condicionamientos del contexto que impone las relaciones socioeconómicas y culturales. Es que sólo el cambio de contexto es el que puede garantizar la modificación de los patrones de comportamiento de la organización social con una significación más allá del mero reformismo.

La vida tiene un componente dramático fuerte, un “animus” profundo que siempre ha orientado la supervivencia y el sentido de la existencia de la especie. La actividad biológica que regula la vida hace posible la racionalidad y un complejo sistema de relaciones sensoras y emocionales que definen la humanidad de la especie. Este mecanismo le permite a los humanos enfrentar situaciones, reconocer sus aciertos, contradicciones y equívocos. A pesar de la precariedad de los mecanismos perceptivos, los individuos no relegan el intento de interpretar lo que les resulta posible abordar de ese farragoso y descomunal acontecer que los desborda y esa actitud es la que le ha permitido sobrevivir a los humanos desde el comienzo de su estadía en el planeta.

Esta breve relación tiene el propósito de referenciar la importancia de la cultura que el aprendizaje humano resume en el cotidiano esfuerzo por sobrevivir, atenuando la tensa expectativa existencial.

No está de más recordar que el concepto general de cultura involucra a la cultura artística. El peso de la creación artística es extraordinario y lo marcó el destacado musicólogo Adolfo Zalazar al señalar que “se busca develar el arcano de la existencia cuando el arcano de la existencia está en el Arte”. Negar la importancia del arte es una grave carencia que compromete la posibilidad de apreciar la belleza conmovedora de una poesía, una pintura, una música y tantas manifestaciones creativas.

El arte es indispensable para la elaboración de la conciencia social lo que hace inadmisible que sea precisamente la clase política y los responsables institucionales los que eluden toda responsabilidad en el reconocimiento y estímulo de la actividad creativa que, en gran medida, es considerada como un ornamento.

Es muy importante comprender que la formación de la cultura humanística responde a un proceso distinto al esquema de la producción industrial asociada a la mecanización fabril. La cultura artística genera una vivencialidad profunda promovida por la percepción de la belleza; permite el registro de una experiencia inefable e indeleble que queda incorporada a nuestra existencia. Por eso no se entiende que, demasiadas veces, la respuesta a este regalo sean la indiferencia y el olvido.

La mayoría de las personas, en sintonía correcta con la demanda, clara y perceptible de una obra bella, cualquiera sea el área de pertenencia, seguramente acordarán con la afirmación del poeta T.S. Eliot: “La percepción de algo bello es una alegría para siempre”, lo que sin embargo no es reconocido por quienes se permiten, con soberbia ignorancia, expresiones desvalorizantes sobre la tradición artística, que no vale la pena mencionar. Esto sucede y no debemos ignorarlo.

Debemos entender que las disciplinas artísticas están comprendidas dentro del gran sistema educativo y su abordaje requiere un esfuerzo exigente que hace funcionar a pleno las facultades del artista. Cabe preguntar entonces: ¿cómo es posible que no haya políticas de Estado para la cultura en una época en que es indispensable que la política vaya de la mano de la cultura? La respuesta de rutina es que hay ministerios, secretarías, direcciones, comisiones y organizaciones específicas pero, está claro, que eso no significa que haya políticas de Estado. Por lo general esos organismos o no funcionan o lo hacen con contenidos inoperantes, inválidos o insuficientes.

En medio de esta crisis en la que estamos inmersos, debemos reconocer que la palabra cultura, como otras, ha sido vaciada de contenido y ésta no es una evaluación caprichosa. Es que la sociedad de consumo ha producido un verdadero “tsunami” populista arrasador que ha alterado todos los parámetros de nuestra existencia. Las líneas que han orientado la gran tradición creativa se mantienen, pero se ha reducido sensiblemente su campo de acción. El arte se ha caracterizado siempre por sus contenidos enmarcado en una retórica como artificio funcional a la expresión. Los contenidos de las obras de arte no pueden verbalizarse ni racionalizarse; responden a un complejo mecanismo perceptivo que debe ser ejercitado permanentemente. Hay quienes no entienden esto y practican la banalidad permanente y, al parecer, desconocen que las buenas manifestaciones populares y folclóricas tienen vigencia porque poseen una carga expresiva positiva y válida.

Para millones de seres humanos que nos han precedido, para nosotros y los que nos sucederán, el destino es la fosa común de la eternidad; un misterio insondable. Más allá de las creencias personales -no hace falta legitimar este derecho- debería preocuparnos el logro de una vida plena con un entorno de maravillosa creatividad que nos permitiría sobrellevar mejor las naturales penurias de la existencia. Pero esto sólo podrá darse si somos capaces de generar un contexto que favorezca este propósito y erradicar las inequidades que, por distintos motivos, humillan la condición humana.

Debemos proceder al rescate de nuestro pasado y de nuestro presente y contribuir para que el trabajo creativo de nuestros artistas pueda eludir la marginación y el olvido. Para que esto suceda, son necesarios referentes culturales que vayan hacia el artista y no a la inversa. Reivindiquemos la lucha que conlleva compromiso y acción para lograr que la cultura sea un caudal de riqueza repartida y compartida por todos, aquí y ahora debemos asumirla como una obligación indelegable e irrenunciable.

Debemos entender que las disciplinas artísticas están comprendidas dentro del gran sistema educativo y su abordaje requiere un esfuerzo exigente que hace funcionar a pleno las facultades del artista.