Falleció Alejandro Romay

El último zar

El productor teatral y televisivo falleció ayer a los 88 años como consecuencia de una afección pulmonar que sufría desde hace tiempo. Con él se va una época de la radio, la TV y el teatro argentinos.

El último zar

Romay hablando en una ceremonia. Muy locuaz, supo convertirse a sí mismo en un personaje mediático.

Foto: DyN

 

Télam

El productor de TV y teatro Alejandro Romay, ex dueño de Canal 9 y creador de populares ciclos en la pantalla chica, falleció ayer a los 88 años como consecuencia de una afección pulmonar que sufría desde hace tiempo.

Según allegados al empresario, falleció en su casa del barrio de Belgrano luego de haber permanecido más de dos años en una clínica especializada, ya que sufría el mal de Alzheimer, al que en los últimos días se sumó una grave neumonía.

En su rol de dueño de Canal 9, Romay creó una lista de innumerables éxitos televisivos, con un gran eje en las ficciones argentinas, y llevó como abanderados del género a Abel Santa Cruz y Alberto Migré.

En su gestión al frente de Canal 9, en los años 80, llegó a encadenar más de siete horas de ficciones argentinas y llegaba a tener más de seis elencos trabajando a la par.

Adiós a una era

Con la muerte del controvertido locutor y productor, uno de los más acaudalados hombres del espectáculo, se va una época de la radio, la TV y el teatro argentinos; conocido como “el Zar” de la pantalla chica, Romay no fue indiferente tanto para quienes lo admiraban como por los que destacaban su carácter autoritario, repleto de arbitrariedades.

Nacido en Tucumán el 20 de enero de 1927 como Alejandro Argentino Saúl, utilizó desde muy joven el seudónimo con que fue famoso en homenaje a Juan Manuel Romay, jugador del Club Atlético Independiente.

Competidor del cubano exiliado Goar Mestre en la TV privada argentina en la década de 1960, a los 13 años se probó como locutor en LV7 Radio Tucumán, donde compartía el micrófono con la comisión de diversos mandados para sus superiores, pero sus características de simpatía y diplomacia asombraron a todos y a los 18 fue nombrado director de la también tucumana Radio Aconquija, hoy Independencia.

Ambicioso como siempre, en 1947 se mudó a Buenos Aires para seguir con su trabajo frente a los micrófonos y asumir a partir de 1955 la dirección de Radio Libertad ex Belgrano, bautizada así en homenaje a la llamada Revolución Libertadora, de la que fue propagandista.

A partir de 1963 comenzó su etapa fuerte al frente del 9, del que fue accionista mayoritario y al que le imprimió un carácter popular, con programas de alcance masivo que lideraron las mediciones de audiencia, aunque cuestionados a veces por su vulgaridad.

En 1974, durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón y con José López Rega como hombre fuerte, se le terminó la licencia y su emisora fue intervenida por el Estado nacional, lo mismo que los canales 11 y 13, que pasaron en forma bastante turbulenta a la órbita estatal y Romay decidió establecerse en Puerto Rico, donde compró dos estaciones de radio.

Un año antes de ese incidente, donde contaba que había sido expulsado “a punta de pistola” por un conocido hombre del medio, una bomba destruyó el teatro Argentino, de su propiedad, en la calle Bartolomé Mitre, cuando estaba por estrenarse el célebre musical “Jesucristo superstar”.

Regresó al país en 1983, a fines de la dictadura, fundó la productora Telearte SA y le fue adjudicada la licencia de Canal 9, que volvió a llamarse Canal 9 Libertad, y en la que fue tan estrella como la cantidad de famosos que incorporó a su grilla.

Mientras los canales 2, 11 y 13 siguieron siendo estatales, Alfonsín le pagó a Romay una deuda ya que el empresario le prestó sus imprentas para imprimir los afiches de la campaña presidencial de 1983.

Éxito

Entre la frondosa programación que surgió de su galera figuran “Grandes valores del tango” (1963), “Almorzando con Mirtha Legrand” (1968), “Sábados de la bondad” (1968), conducido por Héctor Coire y luego por Leonardo Simons, y “Feliz domingo para la juventud” (1970), luego llamado “Feliz domingo”.

En la época de oro de la TV introdujo al gran Narciso Ibáñez Menta, que puso en cámara desde 1959 “Obras maestras del terror”, “El fantasma de la Ópera” y “El muñeco maldito”, entre otros programas que se perdieron porque entonces se grababan los nuevos en las cintas de los ya emitidos.

También fue el creador de hitos como “Teatro como en el teatro”, con Darío Vittori, “Titanes en el ring”, “Música en libertad” y “Alta comedia”, un ciclo que permaneció en el aire durante muchos años, con importantes actores de la escena, el cine y la TV argentinos.

Enemigo de las comisiones internas, prohibió toda actividad sindical en sus empresas, y con Canal 9 lideró la audiencia con novelas como “Amo y señor”, “Cosecharás tu siembra”, “La extraña dama”, “Más allá del horizonte”, “Ricos y famosos” y “Una voz en el teléfono”.

En su larga carrera fue el mentor de figuras como Atilio Marinelli, Raúl Taibo, Guillermo Andino, Pablo Echarri, Germán Kraus, Aldo Pastur, Marco Estell, Horacio Ranieri, Cristina Pérez, Carolina Papaleo y Natalia Oreiro, entre otros.

En esos años y según Ibope y la desaparecida Mercados y Tendencias, ambas medidoras de rating, las novelas de Romay llegaron a medir 60 puntos y fue uno de los descubridores del prime time, por eso algunas de estas ficciones se veían a las 21.

Retirada

En 1997 se decidió a vender el Canal 9 y no quiso que lo comprara Telefónica; fue adquirido por un ignoto grupo australiano, Prime Media, que meses después lo transfirió a los españoles, a pesar de las denuncias de Romay, quien aseguró haber sido estafado. Las radios fueron adquiridas por el grupo mexicano CIE que le acababa de comprar la Rock & Pop al empresario Daniel Grinbank.

Recibió numerosos premios, entre ellos el Konex, el Martín Fierro honorífico, tres premios Éter y uno de Amia por su exitosa carrera en los medios de comunicación y editó el libro de recuerdos “MemoriZar”, donde relató con gracia muchos pormenores de su carrera y el medio del espectáculo.

Era común que tras cada estreno en su sala El Nacional, Romay se dirigiera largamente al público, delante del elenco que había actuado, donde hablaba conceptuosamente del espectáculo y como para demostrar quién era el dueño del lugar.

Padre y abuelo, su cuarto hijo, Omar, siguió su camino de empresario y se puso al frente de El Nacional cuando Alejandro ya no podía trabajar, lo mismo que de algunas salas en Madrid.