Una voz que une el tiempo y la distancia

Una voz que une el tiempo y la distancia

Patricia Sosa fue la primera mujer en liderar una banda de rock en Argentina, “endulzó los oídos” de toda una generación y se labró una trayectoria extraordinaria que hoy, a miles de kilómetros del país que la consagró como una de “las elegidas”, hemos podido disfrutar quienes intentamos “aprender a volar”, a través de la distancia y del recuerdo de sus inolvidables voz y composiciones.

TEXTO. FLAVIA CATELLA ZANCADA. FOTOS. EQUIPO DE PRODUCCIÓN PATRICIA SOSA.

 

No sé por dónde empezar. No siempre me pasa pero creo que en esta ocasión es porque debería empezar en los ochenta, cuando una hermosa mujer nos emocionaba con su voz grave y perfilada y nos enamoraba con unas curvas envidiables y un cabello que ondeaba al ritmo de sus canciones, sobre el escenario.

Creo que lo que escribiré no será suficiente para describir lo vivido en estos días, en los que esta gran artista argentina recorrió las calles de Fuengirola, Benalmádena y Málaga, regalando a la Costa del Sol española su imagen, su pasión, su eterna sonrisa, su cordialidad y ese timbre de voz que se mece en nuestros oídos, en la eternidad de los buenos recuerdos. Pero lo intentaré, porque se lo debo al privilegio de su compañía y mi satisfacción personal es compartirlo con ustedes.

Tronaba en Málaga la tarde del sábado 30 de mayo. La lluvia en esta ciudad es tan ocasional que cuando sucede se recibe con sorpresa, como algo a lo que nos acostumbramos que no esté, pero que nos deleita saber que puede volver en cualquier momento. Es un fenómeno bienvenido, tal y como lo ha sido la visita de Patricia Sosa.

LA ARTISTA

Cantautora argentina, nacida en Buenos Aires, Patricia Sosa comenzó su carrera en 1974 con la banda Nomady Soul, donde conoció al músico Oscar Mediavilla, su marido y productor discográfico, con quien, unos años más tarde, conformaría el grupo La Torre, formación que lideró hasta que decidió abrirse camino como solista en 1990.

Además de contar con una extensísima discografía e incontables giras y shows, ha incursionado en televisión, teatro y cine, y recibido innumerables premios, tanto por su actividad artística como por su implicación en diversas tareas comunitarias.

Formó parte del proyecto Voces Unidas, convocada por Emilio Estefan, junto a reconocidos artistas internacionales como Gloria Estefan, Ricky Martin, Marta Sánchez, Plácido Domingo, Roberto Carlos y Julio Iglesias.

Fue convocada por Joan Manuel Serrat para participar en su trabajo Antología Desordenada, una combinación de aptitudes cuyo resultado fue una interpretación magistral sobre un escenario rendido a sus talentos y emociones mutuas.

Participó, en dos ocasiones, en Las Elegidas, un concierto que congregó en el Teatro Colón de Buenos Aires a destacadas intérpretes femeninas del país, como Valeria Lynch, María Martha Serra Lima, Lucía Galán, Sandra Mihanovich, María Graña y Julia Zenko.

En diciembre del pasado año interpretó en el Vaticano, frente al Papa Francisco, una de las obras más importantes de la música argentina, la Misa Criolla, del folclorista Ariel Ramírez, con un conjunto instrumental de raíces americanas como el charango, la quena y el siku, en un marco de auténtico privilegio. Un acontecimiento cargado de sensibilidad que, para una persona como ella, implicada en obras benéficas y en la defensa de la paz, le supuso una renovación de la fe desde lo más profundo de la espiritualidad.

Su visita a Málaga respondió a una invitación personal del músico cubano Chucho Valdés, ganador de ocho premios Grammy, quien la ha convocado a sus estudios de Benalmádena para grabar las canciones de su último disco, en un encuentro cargado de anécdotas increíbles y oportunos encuentros. Un trabajo en conjunto que unirá diferentes ritmos, pero que mantendrá fiel las particularidades musicales de cada uno, con la participación de los españoles, Daniel Casares en guitarra, el cantante Miguel Poveda, y algunos de los propios músicos de Patricia Sosa.

Y así llegó a Málaga, gracias a los “caprichos del azar”, como bien dice el tema que cantó junto a Serrat y como consecuencia indiscutible de una trayectoria que, a modo de bienvenida, recibimos con el mayor de los respetos y la más cariñosa expectación.

UN SUEÑO QUE NO PODÍA ESPERAR

Nos adentramos en La Estrella, uno de los polígonos industriales de la ciudad de Málaga y en una esquina de paredes negras encontramos La Trinchera, un refugio sonoro, una sala de conciertos sumida en una semi oscuridad que permitía que los diversos haces de luces dejen estelas de colores en el ambiente y que el escenario despeinara sonidos familiares, caricias folklóricas, emblemas de un corazón que comenzaba a abrirse a la nostalgia.

De pronto, supe que había viajado, que a pocos minutos de casa y a tantos miles de kilómetros de lo que había dejado quince años atrás, había vuelto a recuperar lo postergado, aquello que, incluso a veces, pude haber querido olvidar para que no doliera tanto. Las voces argentinas se cruzaban coordinando instrumentos, posiciones y detalles que intentaban erigir un recibimiento perfecto.

El tiempo pasaba sin que me diera cuenta. Desde mi sitio de privilegio, con el nuevo disco de Patricia Sosa junto a mi cuaderno de notas, un vaso de refresco y el calor que me preparaba para el concierto, me había vuelto invisible y se me había ido el alma a los años 80 con el ensayo de temas icónicos de Argentina que esa tarde volvían, en lágrimas y añoranzas buenas, en la voz inolvidable de esta hermosa artista bonaerense.

TRATANDO DE CAMBIAR EL MUNDO

En la fundación que preside Patricia Sosa, “Pequeños gestos, grandes logros”, se realizan diversas tareas solidarias, siendo la más destacada, la de ayudar a distintas comunidades Tobas del Impenetrable chaqueño.

Pepe Cielo, uno de sus colaboradores en tantos proyectos humanitarios, me adentra brevemente en el mundo de las tareas que se realizan en diferentes comunidades carenciadas, talleres de carpintería, costura y artísticos, como El cajón Flamenco vuela a El Impenetrable.

Mientras tanto, él y la encantadora manager de la cantante, Patricia Kessler, permanecen atentos a mis comodidades, en la amabilidad de sus atenciones para que no pierda detalles del backstage y de sus historias.

Cuando Patricia Sosa habla de esa faceta de su vida, lo hace con la naturalidad de estar hablando sobre algo que forma parte de su cuerpo y de su vida, inherente a su persona, tanto como cantar.

“¡Hay tantas carencias!”, observo, admirada por sus relatos, “¿cómo hacés para no llorar cada vez que las vives?”, le pregunto. Inmediatamente, Patricia dirige sus enormes ojos morenos hacia mí y con una convicción aprendida a lo largo de tanto tiempo de acarrear soluciones me responde, y su respuesta sabe a serenidad y a sabia templanza: “No puedes llorar, porque hay muchas cosas que hacer. Y las haces...” (pequeñosgestos.com.ar ).

EN ACCIÓN

Luego vendría el concierto, la magia de un pasaporte en el tiempo a través de un amplio repertorio que se planificó para crear complicidad entre la artista y tantos argentinos congregados esa noche en la sala malagueña, como un regalo oportuno.

El maquillaje suave, las ondas del cabello cayendo sobre sus hombros, la fuerza del rock que se apodera de sus gestos, la sensualidad, el carisma. Sabe hacerlo, quiere hacerlo y disfruta, porque dice que nos ha entregado, esa noche, “un poquito de la historia de nuestras vidas”. Y así ha sido.

Pero antes de eso, en el descanso, cuando las pruebas de música se hubieron acabado y las voces, relajado; cuando los instrumentos se silenciaron y sonaban acordes de un folclore conocido, Patricia y yo hablamos de cine, de amigos, de trabajos, de la emoción desbordante de haber cantado junto a Serrat, “el poeta”, como ella le llama; de los planes para el fin de semana, de sus mascotas, de los proyectos, de los cansancios que surgen solos y de los que buscamos con el ahínco que genera la vocación, de giras necesarias y actuaciones satisfactorias; del programa de televisión que comenzará a grabar en Argentina; de sus músicos, Daniel Leis y Gustavo Giuliano, que la acompañan desde los años 90; de nuestros maridos, de nuestros padres. Hablamos de mis libros y de sus canciones, del nuevo disco junto a Chucho Valdés que significa una ratificación profesional de relevancia en su carrera, de la manera en que ha pasado a formar parte de la vida de tantas personas a través de los años y de tantos halagos merecidos que recibe de manera distraída.

La tarde apuraba los minutos y Patricia Sosa, junto a mí, y todo estaba bien y todo era fácil y tranquilo.

-Pero... ¿vos querías hacerme alguna pregunta especial?-, me pregunta de repente, agitando un abanico con lunares rojos.

Yo la miro, con los brazos cruzados sobre la pequeña mesa que nos había reunido, intentando devolverle en una sonrisa todo lo que ella nos había dado durante tantos años y entonces respondo, mientras ese ratito con Patricia Sosa comenzaba a desvanecerse frente a los requerimientos del escenario:

- Sí... ya lo he hecho.

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El músico cubano Chucho Valdés invitó a la cantante a grabar su último disco a Málaga.