al margen de la crónica

A la hoguera

La República Checa conmemora mañana el 600 aniversario de la ejecución en la hoguera de uno de sus héroes nacionales, el reformador Jan Hus, quien luchó por una Iglesia más humilde, sin jerarquía y menos corrupta.

Quemado el 6 de julio de 1415, Hus sigue en la memoria del pueblo checo con su mirada desafiante a la muerte, plasmada en su monumento de la Plaza Vieja de Praga, cerca de la capilla de Belén, donde se hizo famoso por su prédicas.

Hus fue uno de los filósofos más brillantes del incipiente movimiento protestante en la Edad Media, y el concilio de Constanza de 1414 lo condenó a ser quemado en la hoguera al insistir en sus denuncias contra la Iglesia de entonces.

Desde el púlpito, este predicador y teólogo arremetió contra la vida relajada del clero de su tiempo, las ambiciones de poder de los prelados, el olvido de las sencillas formas de vida evangélica y los abusos en la venta de indulgencias.

Ante estas acusaciones que ponían en duda la autoridad de la Iglesia, el Concilio de Constanza lo condenó por “herejía”.

Los poderosos en la Iglesia alegaron que Hus se negó a aceptar una treintena de tesis relativas a la predestinación, la Sagrada Escritura como única fuente de fe o la negación de una jerarquía visible en la Iglesia, entre otras acusaciones.

Su condena a muerte demuestra que Hus estaba considerado por las autoridades eclesiásticas del momento una amenaza.

“Lo más llamativo es cómo logró convertirse en uno de los personajes más influyentes de su tiempo, hasta ascender a rector de la Universidad Carolina, consejero del rey y ganarse el favor de buena parte de la nobleza, algo que ningún reformador había conseguido antes”.

Así lo dijo Martin Musilek, el comisario de la muestra “El maestro Jan Hus y su legado”, que puede verse en el Museo Nacional de Praga.

Pero la influencia de Hus no solo se limita a lo religioso e espiritual sino alcanza también lo lingüístico y político.