el invitado

Prosperidad, felicidad, aburrimiento

Manuel Mora y Araujo

Estos días leo en el Financial Times un artículo de John Kay. Apoyado en distintas fuentes históricas que cubren nada menos que los últimos 11 siglos, plantea algunas conjeturas sobre las causas del crecimiento de las naciones. Dinamarca (y no Inglaterra, como muchos pueden pensar) es la economía consistentemente más próspera en ese ciclo largo de los últimos 11 siglos. El motor principal del crecimiento, nos dice, no fue la expansión territorial sino la capacidad exportadora.

Allá por los años 60 ubicábamos a la Argentina como un país que podría ser Canadá o Australia pero estaba más cerca de la URSS o Egipto. Esa Argentina, que sigue siendo la misma de hoy, desde hace ochenta años declina económicamente no anda bien en las pruebas PISA, no tiene altos índices ni de felicidad ni de suicidios, pero tampoco es una sociedad aburrida.

Esto no es decir que no sería mejor que nuestra economía pueda crecer a tasas más altas, que nuestros malos indicadores sociales no deberían mejorar, que nuestra educación no tendría que producir mejores resultados o que no sería bueno que los argentinos consigamos ser más felices. Todo eso sería muchísimo mejor, y deberíamos tratar de conseguirlo. Pero está visto que para una gran cantidad de argentinos nada de todo eso debe ser conseguido a costa de perder nuestras ventajas comparativas en materia de hacer la vida menos aburrida.

¿No será esto lo que la mayor parte de los argentinos está esperando que le propongan sus candidatos?