A doscientos años del nacimiento de Don Bosco

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Basílica San Juan Bosco, en Castelnuovo Don Bosco, Italia. Foto: archivo El Litoral

Por Roberto Claudio Ingaramo (*)

El domingo 16 de agosto se recuerda el bicentenario del nacimiento de san Juan Bosco, “Padre y Maestro de la Juventud ”, (Juan Pablo II, 1989). Es un motivo más que suficiente para celebrar y a la vez profundizar en el conocimiento de las virtudes y obra de este santo fundador de congregaciones y movimientos que, principalmente, buscan llevar el mensaje de Cristo a los jóvenes, especialmente a los más necesitados.

Don Bosco, como se lo conoce familiarmente, nace en el noroeste de Italia, en Castelnuovo d’Asti, hoy Castelnuovo don Bosco. Bordeado por los ríos Po y Tánaro, entre Turín, Alejandría y Casale.

En el centro, la parroquia: medieval, robusta, austera, con buena ornamentación. Aquí recibieron el bautismo, la primera comunión o la confirmación santos como José Cafasso, José Allamano, Juan Bosco y Domingo Savio.

Juanito nació el 16 de agosto de 1815 en un rincón de esta tierra, en los Becchi di Morialdo, donde sus padres subsistían trabajando como peones de la familia Biglio. Era el año de la derrota de Napoleón en Waterloo; la zona estaba gobernada por tropas francesas, sustituidas después por españolas y, finalmente, por piamontesas.

Una madre santa, Margarita, lo educó en la sinceridad, en la oración, en la ayuda a pobres y afligidos y en la amistad con los compañeros. María Santísima, en un sueño profético, lo invitó a estudiar y a querer a los muchachos, y le aseguró su apoyo.

A los 16 años (1831) Juan va a la pequeña Chieri, cerca de los Becchi. Juan, hijo del campo, fue allá con ilusión y buena voluntad; permanecería más de diez años, frecuentando primero las escuelas públicas y, después, el seminario. Años de intereses hondos, de eclosión de dotes humanas y de energías naturales, manifestadas con alegría, pero también años de entrega generosa al estudio de los clásicos y de la teología, a la ascesis del propio crecer en espíritu y en celo apostólico.

Chieri, populosa ciudad romana del siglo II a.C., en la época de Juan era ciudad de tejedores y conventos: de jesuitas, franciscanos, clarisas, etcétera. Su catedral, gótica -cinco naves y veintidós altares- era la mayor de Piamonte. Los alumnos o eran nobles o debían salir adelante con sacrificios heroicos para pagar incluso las clases que frecuentaban. Los jóvenes del campo pagaban en especie: cereales, papas, vino... o trabajando en casas particulares. Juan vivió en Chieri aventuras de trabajo, estudio, apostolado y amistad. En la alegría y en el trabajo diurno y nocturno forjó su recia personalidad.

En la colina, lugar carismático, está la casa de Juan. La había adaptado Margarita: de un cobertizo de dos arcos, adosado a una casa rural, hizo cuatro habitaciones. La había comprado Francisco, su marido, antes de morir. Paupérrima, diminuta, orientada al norte, fría: en ella vivió Juanito su infancia y niñez. Fue testigo de innumerables sacrificios, plegarias y gestos de amor; en ella tuvo el sueño profético de los nueve años y el testimonio de una madre santa. Juancito vivió sus dos primeros años en la hacienda de los Biglione, donde Francisco era aparcero. Se encontraba en lo que hoy es altar mayor del templo dedicado a san Juan Bosco. El templo en honor de san Juan Bosco, construido de 1961 a 1965, fue consagrado en 1984. La cúpula -80 metros de altura- se yergue sobre dos grandes iglesias: la inferior, recogida e inspirada en la tradición litúrgica y salesiana; la superior, moderna y acogedora, campea una gigantesca talla de Cristo Resucitado.

La afluencia de peregrinos que visitan casa, templo, museo misionero y centro histórico son signos perennes de la simpatía y atracción que aún ejerce san Juan Bosco.

(*) Ex alumno y ex docente del Colegio Don Bosco de Santa Fe.