Bicentenario de la autonomía provincial (1815 - 2015) - 11

Las reducciones del norte en 1815

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Advertencia. Carta del guardián del convento San Carlos, fray Francisco Viaña, al Tte. de Gobernador Juan F. Tarragona. Está fechada el 20 de diciembre de 1815 y lo previene de la difícil situación que atraviesan las reducciones. Foto: Archivo General de la provincia de Santa Fe

 

Por Silvia Cornero

Interesa revisar la situación de los aborígenes de las reducciones del norte en razón de que fueron protagonistas de los sucesos de marzo de 1815 al integrarse a las tropas de Manuel Artigas en su avance hacia Santa Fe y, en esa marcha, causaron perjuicios en las estancias de la región.

En los inicios del siglo XIX, las luchas fratricidas heredadas del siglo XVIII, aún repercutían entre el Salado y el Paraná, en el entonces Chaco Austral del norte santafesino.

La consolidación del territorio provincial santafesino ha sido un espacio constante de conflictos sociales interétnicos, de tratados y de violentos enfrentamientos, documentados, al menos, desde el siglo XVI. La región norte constituyó también un escenario de tensión generado por la resistencia indígena a la apropiación del espacio y sus recursos, hasta el afianzamiento de la frontera a comienzos del siglo XX.

Luego de la expulsión de los jesuitas, la violencia se había intensificado y se confederaban los pueblos guaycurúes en alianzas temporarias y pacificaciones incumplidas. La frontera norte constituía un territorio indefinido y permeable, en cuyo monte los enemigos se confundían con los aliados, fracasaban las súplicas mercedarias y el gobierno hacía del silencio una política de Estado.

Hacia 1808, los padres mercedarios, después de cuatro décadas, abandonaban las misiones del norte, que con gran esfuerzo, desde San Javier, fray Julián Ovelar había logrado mantener. Tras su muerte, en 1800, difícil se hacía encontrar un cura doctrinero y confesor dispuesto a conducir las reducciones fronterizas. Fray Juan Pablo Moreyra quedaba a cargo de San Javier, pero las denuncias sobre su inadecuada conducta preocupaban a las autoridades, que buscaban entre sus cuadros un oportuno y valiente reemplazante.

Dificultad para encontrar doctrineros

De acuerdo con la documentación reunida por el padre Brunet, fray Juan Antonio Cortés, cura provisto para la reducción de San Javier de Mocovíes, se excusó ante el virrey y adjuntó un certificado médico expedido por Manuel Rodríguez, cirujano del ejército y teniente protomédico de esta ciudad de Santa Fe, donde se daba constancia de una enfermedad que le imposibilita sufrir los rigores del sol y andar a caballo por padecer de almorranas ciegas o internas, razón por la cual solicitaba se lo exceptuara de dicho ministerio.

En tanto la iglesia procuraba cubrir cargos de conducción, para el sostenimiento de las reducciones, entre sacerdotes que se excusan por edad avanzada o enfermedad.

En años anteriores, los misioneros habían logrado acuerdos pacíficos y comerciales con los caciques de San Javier, San Pedro y San Gerónimo, quienes llevaban a la ciudad de Santa Fe productos primarios como granos, cueros y cabestros; y artesanales, como vasijas y lazos.

En octubre de 1810, el Gral. Manuel Belgrano, de paso por Santa Fe con destino al Paraguay reclutó para su ejército dos compañías de Blandengues, dejando debilitados y sin refuerzo los fuertes fronterizos, y en consecuencia comenzó el éxodo de campamentos aledaños en busca de recursos.

Un año después, se creó una nueva y compensatoria división de Blandengues a cargo de un capitán, o capitanejo, entrerriano de apellido López, conocido desertor del ejército de Artigas. A poco de asumir, López mandó a pasar por cuchillo a pacíficos mocovíes que desempeñaban tareas rurales en una estancia de Candioti. Este hecho causó una reacción entre los mocovíes de San Javier, Ispín y San Pedro que retomaron los saqueos a las estancias del norte. Continuaron los atracos en los caminos y los robos, mientras las mercancías saqueadas ingresaban al mercado de Paraguay.

Estado de abandono de las reducciones

El estado de abandono en que quedaron las reducciones ya no garantizaba un lugar seguro, lo que causó que muchos hombres de los pueblos indios del norte de Santa Fe comenzaran a alistarse como refuerzo en las campañas militares contra los realistas, y más tarde en las guerras civiles.

A finales de octubre de 1812, el Triunvirato de Buenos Aires resolvió que los padres franciscanos del Colegio de San Carlos se hicieran cargo de la reducción mocoví de San Francisco Javier, tarea que fue asumida por el padre Juan Ignacio Ayspurú.

Pocos registros ilustran ese período, y, entre ellos, el inventario de la iglesia de San Javier que realizaron los padres Ayspurú y Morel al asumir en octubre de ese año. Este manuscrito constituye un valioso documento que refleja la pobreza y decadencia edilicia de dicha reducción. La iglesia había sido construida por Julián Ovelar entre 1794 y 1795, cuando también, por orden de Gastañaduy, se reformulara la traza de los pueblos reducidos.

El inventario franciscano de 1812 revela el estado de los techos de la iglesia con muros de adobe, que se describen llenos de goteras, como el del cuarto del cura, y el de la cocina caído en el suelo, un gran deterioro en las aberturas y el mobiliario mayormente inservible.

Diversos registros históricos y arqueológicos han dado testimonio de los hechos.

Los frailes regresaron al Colegio de San Carlos, con excepción de Ayspurú, quien, según el padre Cayetano Bruno, estuvo secuestrado. Tiempo después logró huir a La Paz y de allí se trasladó a su convento.

La tensa situación motivó a un conocido vecino de Santa Fe, Mariano Vera, quien decidió por sus medios tomar cartas en el asunto, y consiguiendo el aval del gobierno, a comienzos de 1813 organizó, sin suerte, una expedición con 200 hombres para enfrentar a los pueblos indios del norte, quienes se defendieron en un pantanoso cruce del arroyo El Rey, en las cercanías de San Jerónimo, obligando a los sobrevivientes un regreso a pie hasta Santa Fe.

Sucesos posteriores a la revolución autonómica

Con el objetivo de contener las hostilidades causadas por la resistencia indígena, el 15 de marzo de 1815 los hacendados de Santa Fe convocaron a los caciques a un acuerdo de pacificación. A tal efecto el día 17, de acuerdo con las Actas Capitulares, se reunieron los vecinos Francisco Antonio Candioti, José Antonio de Echagüe, Pedro Tomás de Larrechea, Esteban Cabral y Agustín Iriondo a fin de convenir con los jefes indios: Manuel Navedagnac, de la reducción de San Javier; José Tarragona, de la de reducción de San Pedro; y Juan de la Cruz Naachi, teniente corregidor de la reducción de San Gerónimo. Se firmaron las propuestas acordadas, entre ellas: la restitución de paz en la reducción de Ispín; el otorgamiento de ganado para los cuatro pueblos y que los indios no salieran sin autorización de sus pueblos. Asimismo, que “con el mismo efecto de extinguir a los montaraces que con más libertad ocasionan daños y con más dificultad se pueden corregir, se obliguen los corregidores de San Javier y de San Pedro a perseguirlos con otros indios de respeto y reunirlos en sus pueblos o donde los corregidores, los alcaldes u otros jueces suyos puedan cuidarlos y a los que no obedezcan tenerlos por rebeldes y enemigos de nuestra unión, y de nuestra quietud y, por último, enemigos comunes de los mismos, sus hermanos pues por causa de ellos, se atribuirán sus excesos a los de su nación sin distinción ninguna y que para el efecto de perseguirlos a toda costa a dichos montaraces cuando las fuerza de los corregidores no les basten, este gobierno los auxiliará con la que se pueda, advirtiéndose que ésta por ahora es inverificable”. Finalmente, se responsabilizaba a los caciques de cualquier exceso que cometieran los indios de sus pueblos que, además, según el tratado serían conducidos por nuevos frailes.

Sin embargo, el 20 de diciembre de 1815, otro testimonio reafirma la condición de las reducciones, cuando fray Francisco Viaña, guardián del Colegio de San Carlos le escribe al entonces teniente de gobernador Juan Francisco Tarragona, diciendo que “... las reducciones no han de subsistir ni han de tener paz los de Santa Fe mientras no tengan con qué mantener a los indios y darles carne. Antiguamente, había tres estancias opulentas que eran las de Quebracho, San Antonio y San Xavier...”.

Por muchos años más, las misiones no tuvieron paz. El gobernador López trasladó al pueblo indio de San Javier al sur, a Santa Rosa de Calchines, donde permanecerá por casi 30 años antes de regresar a su pueblo natal.

Con el objetivo de contener las hostilidades causadas por la resistencia indígena, el 15 de marzo de 1815 los hacendados de Santa Fe convocaron a los caciques a un acuerdo de pacificación.