Falacia y realidad

“Lo que falta es vergüenza”

16-DSC_7655.jpg
 

José Curiotto

Twitter: @josecuriotto

Cuando el 18 de agosto pasado el Indec informó con total desparpajo que en la ciudad de Resistencia, capital del Chaco, la desocupación era igual a cero, cualquier argentino medianamente informado supo que, tarde o temprano, la realidad terminaría derrumbando semejante falacia.

Y apenas fue necesario que transcurrieran 20 días para que eso suceda: el 8 de este mes, el país supo que Oscar Sánchez, un adolescente qom que sólo pesaba 11 kilos cuando llegó al Hospital Pediátrico de Resistencia, había muerto por un cuadro severo de desnutrición, tuberculosis y meningitis.

Es cierto que las enfermedades de base que el chico padecía complicaron su situación general de salud. También es verdad que Oscar vivía en El Impenetrable, junto a su comunidad, y no en el Gran Resistencia, donde el Indec realiza sus mediciones.

Sin embargo, si efectivamente la situación económica y social del Chaco fuese tan floreciente como para que en la ciudad capital no existan desocupados, difícilmente un chico de 14 años terminaría su vida en semejante contexto de miseria y abandono.

La mentira nunca es buena consejera. Pero, en casos como éstos, genera una lacerante sensación de angustia y repulsión.

Frente a este tipo de situaciones, habrá que decir con absoluta claridad que, a pesar de los planes sociales implementados durante la última década, la pobreza sigue siendo en la Argentina una realidad imposible de ocultar. Seguramente, sin esa ayuda por parte del Estado, la situación sería aún más difícil.

No importa que la presidente de la Nación asegure ante organismos internacionales que en su país, los niveles de pobreza e indigencia están por debajo de los que existen en algunas de las naciones más prósperas del planeta. La imagen que devuelven los barrios marginales de las grandes ciudades; los millones de adolescentes y jóvenes que no estudian, ni trabajan; la miseria estructural e histórica que padecen las regiones más postergadas del territorio nacional, representan una verdadera cachetada ante tan impiadosa hipocresía.

Incluso en el Gran Santa Fe, donde el Estado y distintas instituciones intermedias trabajan de manera aceptablemente coordinada para moderar los efectos de la pobreza, existen amplios sectores con problemas de alimentación. Así lo revelan desde la Fundación Conin, organización dedicada a la atención de chicos desnutridos, quienes advierten que la situación parece haberse agravado desde hace aproximadamente un año.

Carencias educativas

La pobreza en estas familias es una constante. Pero a este factor se suman profundas carencias en materia educativa: en muchos casos, las madres ni siquiera saben cómo deben alimentar a sus hijos. En gran medida, porque ellas mismas jamás recibieron una correcta alimentación.

Pero a estos problemas estructurales se suma un factor coyuntural. Desde hace aproximadamente ocho años, desde el gobierno nacional se vienen impulsando políticas macroeconómicas inflacionarias. La pérdida del poder adquisitivo, golpea de manera descarnada a los sectores de menores ingresos. Y aunque algunos prefieran negarlo, millones de argentinos carecen de los recursos imprescindibles para acceder a lo indispensable.

Para la fantasía del discurso gubernamental, Resistencia no parece ser un caso aislado, ya que el nivel del desempleo en Formosa y Posadas es apenas del 1%; mientras que en Santiago del Estero sólo llega al 2%.

Estos datos no resisten ningún tipo de análisis, pues atentan contra el más elemental sentido común. Incluso, ni siquiera alcanza con advertir que, para las estadísticas oficiales en la Argentina, todas aquellas personas sin empleo, pero que reciben algún tipo de subsidio estatal, no son consideradas desocupadas.

La impunidad y el desparpajo en el discurso alcanzaron tales niveles en la Argentina, que el gobierno ni siquiera se tomó el trabajo de “maquillar” estos datos sobre desempleo como para que la mentira no fuese tan evidente.

El Dr. Abel Albino, quien desde hace más de dos décadas trabaja desde la Fundación Conin para atender a chicos desnutridos, describe la situación actual con simpleza: “Lo que falta en la Argentina no es comida... lo que falta, es vergüenza”.

La mentira nunca es buena consejera. Pero, en casos como éstos, genera una lacerante sensación de angustia y repulsión.