De domingo a domingo

Un país que no parece sintonizado con el valor de la responsabilidad

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La presidente volvió a hablar en Santa Cruz, junto a Alicia y Máximo Kirchner, y a gente que la aplaudía mucho. Foto: DyN

 

A 21 días de las elecciones, hay un eje muy claro para poner sobre el tapete de la conciencia, ya que de modo directo o indirecto esa demanda ha sido el denominador común de los últimos días: el sentido de la responsabilidad de todos, del gobierno, de los candidatos y sobre todo, de la ciudadanía, que es la que tiene la llave de la próxima elección. Y a partir de ese valor que no abunda mucho entre dirigentes y votantes, habrá que dividir la cuestión entre el compromiso hacia el futuro que deberían mantener quienes se van y los actos de gobierno que aún encaran, junto a la sensatez de los candidatos, quienes deberían contrastar propuestas e ideas sin chicanas de ocasión y a la madurez de la gente, que debería hacerse notar a la hora de exigirle a todos los políticos rendición de cuentas claras sobre el pasado y explicaciones concretas sobre cómo va a seguir esta película.

La Iglesia ha sido en estos días potente difusora de estas necesidades que hacen al fortalecimiento de la democracia y de la amistad social, a partir de exigirle transparencia a quienes controlan las elecciones, respeto a la voluntad popular a quienes las pierdan y, sobre todo, altísima responsabilidad a la ciudadanía, para que sepa dilucidar, sin mirar su propia conveniencia, qué cosa es mejor para el país y su futuro.

Y deja todo atado con alambres

Por eso, los obispos se han preocupado en señalar que la base del documento que dieron a conocer tiene que ver con la cultura del encuentro y del diálogo que pregona el Papa Francisco y han dicho que bien leído es algo esperanzador que atañe a los políticos, pero también -y mucho- a las personas de a pie.

En ese sentido, para ellos era muy importante el cruce de opiniones y propuestas, así se lo pidieron a los candidatos y creyeron que todos iban a cumplir. Ahora, con el debate a la vuelta de la esquina para que la gente compare propuestas y personas, se observa que lamentablemente no estará completo, ya que se hará sin la presencia del oficialista Daniel Scioli, quien objetivamente es quien más tiene para perder, pero no sólo porque por ahora tiene la mayor intención de voto, sino porque él no desea hacerse cargo de los desaguisados que cometió en estos años el gobierno que se va sin sacrificar parte de ese caudal.

En cuanto a la tercera pata del trípode de la responsabilidad es la que debería ejercer el gobierno saliente y más específicamente la presidente, quien sigue a tambor batiente tomando decisiones legislativas que buscan condicionar con las actuales mayorías a su sucesor o genera acciones internacionales más acordes a sus necesidades personales o partidarias que a las estrategias geopolíticas del país.

Y si bien está claro que, con estos actos, ella se resiste a aceptar un ocaso que no es solamente propio sino de un modelo político, económico y social que se empinó y se degradó sin que su experimentado olfato lo advirtiera o sin que quiera reconocer que termina atado con alambres y que le deja a los que vienen y al país innumerables problemas, está claro que igualmente, a medida que se acerca diciembre, la figura política de Cristina Fernández se va adelgazando cada vez más.

Le quedaron sólo los camporistas

Así, la poderosa presidente que, sobre todo en su segundo período y a partir del goce que le propinó el 54 por ciento de los votos, evaluó de modo incorrecto el devenir o creyó en los cantos de sirena de algunos colaboradores o imaginó que las recetas del populismo podrían ser un sostén eterno, de a poco se ha ido convirtiendo apenas en la jefa natural del camporismo, una de las tres vertientes internas en las que se dividen hoy los peronistas, junto al pejotismo sciolista y al massismo.

En su última y muy desdibujada cadena nacional del viernes pasado, dedicada a mostrarse en Santa Cruz para tratar de evitarle a su propio hijo una ominosa Cancha Rayada en parajes que ella misma considera su terruño, Cristina invirtió sólo los últimos 30 segundos para dejar un mensaje más abarcativo: “¡Por favor! No hay competencias de nombres ni de nada, entiendan lo que significa un proyecto de país, es un proyecto de Nación que incluya a los 40 millones de argentinos”, expresó. No quedó muy claro si el reclamo era para los votantes o una bajada de línea para la interna partidaria, pero el “por favor” sonó más a reproche que a frase de cortesía y más allá de la subestimación imperativa del “entiendan”, desnudó que o ella ya no logra que la comprendan bien o es que le creen cada vez menos porque fieles a la tradición peronista, muchos de sus compañeros de ocasión han dictaminado que el cementerio ya está aquí y que van a quedarse en la puerta para jugar desde ahora a favor del nuevo jefe.

Así, se entendió entre los peronistas más tradicionales la incursión en Nueva York del gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey quien, como un alter ego de todos los mandatarios provinciales, dijo ante los inversores internacionales algo que el actual gobierno deplora: si triunfa Scioli, más pronto que tarde hará un arreglo con los holdouts para destrabar la situación externa.

La larga perorata sin Malvinas

Pragmatismo puro, otra de las características más notorias del peronismo. Mirando hacia las elecciones, en conjunto, es posible estimar entonces que hoy dos tercios de los argentinos estarían dispuestos a votar por las tres opciones justicialistas, las dos primeras dentro de un mismo espacio, la alianza kirchnerismo-PJ y la tercera por afuera. Este triángulo es justo lo que Cambiemos viene denunciando como una entente peronista con Sergio Massa como “funcional” a ese esquema, karma que hasta ahora tiene sujeto a Mauricio Macri en alrededor de los 30 puntos de intención de voto. Para la paranoia que vive el PRO por estos días sobre lo que dicen que es una tenaza peronista, si hay algo que marcó el ruidoso salto de la ignota diputada Mónica López del Frente Renovador al sciolismo fue la admisión indirecta de toda esa premisa, algo que su esposo, Alberto Roberti, quien se quedó con Massa probablemente por un rato, acaba de ratificar dando vuelta las cartas sobre la mesa: “Nueve de cada diez votantes de UNA lo harán por Scioli en un eventual balotaje frente a Macri”, aseguró.

Con todo este marco de fondo, la presidente habló en las Naciones Unidas y tal como es su costumbre de siempre, improvisando el discurso. Muy nerviosa, quizás alterada porque era su última aparición internacional y fuera de toda lógica, fue tanta su caprichosa ansiedad por decir aquello que quería decir, que usó 40 minutos para hacerlo, cuando se pide que las intervenciones sean más cortas como signo de respeto hacia los demás jefes de Estado que esperan. Así, Cristina se dirigió al mundo en un foro donde siempre la Argentina expuso sus reclamos internacionales, esta vez abordando cuestiones domésticas más propias de los patios interiores de la Casa Rosada que de los problemas que se ventilan en esa tribuna global. Pero, peor, no tocó un tema trascendente para el país: por primera vez en 50 años, un presidente argentino no incluyó la cuestión Malvinas en su alocución frente a la Asamblea.

Los analistas acostumbrados a mirar debajo de la superficie en este tipo de actitudes diplomáticas creen que o bien se olvidó debido a que sus pesares llevaron su cabeza hacia otra cosa o lo omitió adrede porque supone que habrá algún cambio en la política del Reino Unido, sobre todo si llega al gobierno el nuevo líder laborista Jeremy Corbyn, a quien la presidente había alabado días antes por dialoguista.

Mientras, el economista argentino Guillermo Calvo acaba de proponer que después de las elecciones se convoque a una reunión de los expertos de todas las fuerzas políticas para “establecer consensos que ayuden al presidente de turno a hacer una política económica que sea lo más consistente posible y que muestre la buena voluntad y la unión de la Argentina. Algo hay que hacer y hay que hacerlo con firmeza, porque la situación presente es insostenible”, expresó Calvo desde el llano académico, en materia de responsabilidad mucho más cerca del documento del Episcopado que muchos políticos.

Por Hugo E. Grimaldi

(DyN)