editorial

  • Fue más lo que el gobierno perdió, que lo que pudo haber ganado con esta actitud, ya que dejó al descubierto sus propias debilidades.

Prepotencia en el Congreso nacional

Cristina Fernández y sus adláteres han dado muestras contundentes de que mantendrán su estilo de gestión hasta el último minuto del mandato. No importa lo que las urnas hayan reflejado. Tampoco el hecho de que, por sentido común, deberían asumir un obligado proceso de transición con las nuevas autoridades.

La actitud con que la presidente recibió a Mauricio Macri en la Quinta de Olivos es una clara muestra de esta situación. Sin embargo, no es la única. En el Congreso de la Nación, el kirchnerismo intenta actuar como si nada estuviera sucediendo, aprobando leyes que de una forma u otra afectarán a la nueva gestión.

Lo que acaba de suceder en la Cámara de Diputados fue un verdadero bochorno. Referentes de los distintos bloques opositores le pidieron al presidente del cuerpo, Julián Domínguez, abocarse al temario vinculado con la transición. En este planteo coincidieron todos los sectores: radicales, socialistas, macristas, referentes de la Coalición Cívica y del massismo.

Sin embargo, el kirchnerismo siguió adelante con la aprobación de alrededor de 90 proyectos. Entre otros, por ejemplo, la creación de la empresa estatal Yacimientos Carboníferos Fiscales, que representaría una erogación de cinco mil millones de pesos que no figuran en el Presupuesto 2016 y que beneficiaría especialmente a la provincia de Santa Cruz.

Aun así, fue más lo que el gobierno perdió, que lo que pudo haber ganado con esta actitud, ya que dejó al descubierto sus propias debilidades.

Cuando todavía no culminó el ciclo de Cristina Fernández, diputados que hasta el domingo pasado se mostraban como los más fervientes seguidores del gobierno, no se presentaron en el recinto y pusieron en riesgo el quórum necesario para que estos proyectos pudiesen ser aprobados.

Esto sucedió, por ejemplo, con el santafesino Omar Perotti, quien adujo no estar de acuerdo con este proceso traumático de transición. Pero no fue el único. El mismo camino siguieron legisladores neuquinos, riojanos y santiagueños.

El caso de Santiago del Estero es un claro ejemplo de la bajeza moral de ciertos sectores de la clase política. Durante los años del kirchnerismo, los representantes de esa provincia cumplieron a rajatabla las órdenes de la presidente. A cambio, el gobierno santiagueño le aseguró cantidades inéditas de fondos públicos. De hecho, no es casual que Daniel Scioli obtuviera más del 70% de los votos en este distrito.

Ahora, la gobernadora Claudia Abdala y su esposo -el ex gobernador Gerardo Zamora- parecen haber decidido congraciarse con las nuevas autoridades, para no perder los beneficios nacionales con los cuales condujeron la provincia durante tantos años.

Cabe recordar que hace dos semanas, Cristina Kirchner prorrogó hasta el próximo 9 de diciembre las sesiones ordinarias del Congreso Nacional, un día antes de que finalice su mandato al frente del Poder Ejecutivo.

Seguramente éste sea un adelanto de la postura que el kirchnerismo comenzará a construir como oposición a partir del 11 de diciembre. Para garantizar la gobernabilidad, no sólo será necesario que Mauricio Macri acierte en sus decisiones de gobierno, sino también resultará clave de qué manera se reconstituye el poder dentro de un peronismo dividido y en incipiente proceso de reconstrucción.

El caso de Santiago del Estero es un claro ejemplo de la bajeza moral de ciertos sectores de la clase política.