SOBRE CURZIO MALAPARTE

Testimonios de un intelectual

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Imagen del autor italiano Foto: ARCHIVO

 

Por Julio Anselmi

Durante décadas en la segunda mitad del siglo XX, debido a la hegemonía de izquierda en la cultura italiana, varios escritores ligados directa o indirectamente al fascismo fueron enviados al Index, entre ellos Curzio Malaparte, un escritor y un personaje extraordinario, que no sólo fue fascista sino también comunista, famoso play boy de severo ascetismo, mitómano, exhibicionista, que con un salto pasaba de los salones literarios a las trincheras. Maurizio Serra, que le dedicó una apasionante biografía, no niega estas metamorfosis, pero individualiza en ellas una coherencia: la de no olvidar “que antes que militante era un intelectual, y que todo pasa menos la misión de testimoniar”. Y quizás sea por eso que sus testimonios, como los del alemán Ernst Jünger, han conquistado en el siglo XXI un lugar ineludible para el conocimiento de los alrededores de la Segunda Guerra Mundial y de las nuevas pautas políticas e ideológicas que desde entonces rigen al mundo occidental.

En 1941, al explotar la guerra entre Alemania y la Rusia soviética, Malaparte acompaña como corresponsal a las tropas que buscan invadir la URSS. Malaparte insiste en que fue el único periodista que estuvo entonces en la línea del frente soviético; a los corresponsales ingleses y estadounidenses las autoridades soviéticas les prohibían moverse de Moscú (entre ellos estaba Erskine Caldwell, el gran autor de “El camino del tabaco”), y ellos mismos declararon que el único juicio objetivo sobre la guerra nazi contra Rusia era el italiano. Y el único italiano en cuestión era Malaparte, junto a su acompañante Lino Pellegrini. (Cuando se conocieron con este Pellegrini, las primeras palabras que intercambiaron fueron: “¿Por qué se hace usted llamar Malaparte?”. “Porque ya existía un Bonaparte”).

A esas notas Malaparte quiso reunirlas bajo el título de “Guerra y huelga” (“porque ese título -explicaba él mismo- mostraba a las claras el carácter social de la guerra y la importancia fundamental que tenía y seguiría teniendo la ‘moral obrera’ en el poderío militar soviético”) pero la censura fascista lo impidió y el título fue finalmente “El Volga nace en Europa”. Una de las principales intuiciones de Malaparte era negar la opinión común de considerar el bolchevismo como un fenómeno asiático: “Esta guerra contra la Rusia soviética no es una lucha contra las hordas mongólicas de un nuevo Gengis Kan”.

A finales de 1941 Malaparte regresa a Italia, cae en desgracia con Mussolini y después de un no muy claro período de libertad vigilada que le habrían impuesto por petición alemana (“por el ‘carácter impertinente’ de mis crónicas de guerra”) parte hacia el frente del norte y desde Finlandia a las trincheras de Leningrado. Esas notas, que constituyen la segunda parte de “El Volga nace en Europa”, intentan mostrar la reacción de las masas campesinas de la Unión Soviética y sus cambios debidos a la mecanización de la agricultura, teniendo en cuenta “que el secreto de la guerra rusa consiste sobre todo en la ‘moral obrera’ del proletariado rural”).

Un libro de vívidas páginas, con escenas de la vida cotidiana durante la guerra, como las que cuentan cuando Malaparte vio “regresar a Dios a Su casa después de veinte años de exilio”. En una población agrícola al sur de Kiev, un grupo de viejos campesinos abre la puerta de un almacén de oleaginosas y le dicen a Dios: “Entra, Señor, ésta es Tu iglesia”. Se trataba de uno de los miles de templos que los comunistas habían pasado a usar con otros fines. Los viejos se dedican a limpiar y lamentarse, mientras los jóvenes se burlan, apenas intimidados por la presencia de los soldados alemanes.

El volumen se cierra con una novela corta de Malaparte, “El sol está ciego”, dedicado a los soldados alpinos franceses e italianos caídos en junio de 1940, “durante los tristísimos días del estúpido, cobarde, malvado ataque a traición contra la Francia vencida y humillada”.

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A finales de 1941, Malaparte regresa a Italia, cae en desgracia con Mussolini y después de un no muy claro período de libertad vigilada que le habrían impuesto por petición alemana parte hacia el frente del norte y desde Finlandia a las trincheras de Leningrado.