editorial

A pesar de la derrota, Maduro profundiza el chavismo

  • A pesar de reconocer la victoria de la oposición en las últimas elecciones, Maduro no vaciló en calificar con los peores términos a los opositores y en anunciar que no habrá amnistía para los presos políticos por más leyes que sancione la Asamblea Nacional.

La victoria de la oposición en Venezuela merece calificarse como una buena noticia para todos los demócratas y republicanos del continente, pero atendiendo a las reacciones del presidente Maduro, no es exagerado suponer que a este postrado país le aguardan horas difíciles, tan difíciles que más de un analista político llegó a hablar de la posibilidad de una guerra civil.

Por lo pronto, si bien Maduro admitió la derrota -no le dejaron otra alternativa- acto seguido no vaciló en calificar con los peores términos a los opositores y en anunciar que no habrá amnistía para los presos políticos por más leyes que sancione la Asamblea Nacional. Esto y decir que no está dispuesto a acatar las leyes, es más o menos lo mismo. Nada novedoso atendiendo su concepción del poder, pero recién en estas últimas semanas, la voluntad dictatorial se expresa con toda su crudeza y cinismo.

El poder real de Maduro ya no son las masas soliviantadas por la demagogia, sino las fuerzas armadas. El régimen marcha aceleradamente hacia una dictadura militar, pero en el camino se prevén rencillas internas y nuevos reacomodamientos. En principio, a Maduro no se le escapa que el apoyo exclusivo de los militares es un arma de doble filo ya que su estabilidad ahora queda pendiente de un posible alzamiento militar, algo que el chavismo no ignora ya que -como se sabe- su nacimiento político está relacionado con un levantamiento castrense contra el orden constitucional.

Para anticiparse a esa desagradable situación, el chavismo lo que ha hecho es corromper a los oficiales, permitiéndoles jugosos negocios con el Estado y, particularmente, con el narcotráfico. A decir verdad, más que corromperlos el chavismo lo que ha hecho es asociarlos a los formidables negocios que esta verdadera Nomenklatura realiza valiéndose de los atributos del poder. La fortuna de la familia Chávez, la relación de los parientes de Maduro con el tráfico de droga o los sórdidos negociados de Diosdado Cabello, dan cuenta de esta realidad ahora “enriquecida” por la participación de los militares.

Más allá de los desenlaces políticos, lo seguro es que la polarización social está instalada y es cada vez más beligerante. La decisión de Maduro de considerar que la supuesta revolución chavista es un valor superior a los resultados electorales, no hace más que agravar una situación cada vez más explosiva.

Como frutilla del postre, en estos días, la Justicia de Estados Unidos convocará a militares venezolanos imputados por su relación con los carteles de la droga. Algo parecido ocurrirá con los sobrinos de Maduro detenidos hace un par de semanas en Haití en un operativo organizado por la DEA. La reacción del chavismo es la de acusar al imperialismo yanqui de maniobras desestabilizadoras a través de lo que llaman una incalificable intrusión en los asuntos internos de la Nación. Palabras más, palabras menos, los argumentos de Maduro no son muy diferentes a los esgrimidos en su momento por el mítico narcotraficante Pablo Escobar para eludir la Justicia norteamericana.

La decisión de Maduro de considerar que la supuesta revolución chavista es un valor superior a los resultados electorales, no hace más que agravar una situación cada vez más explosiva.