El paso de diciembre a enero

El paso de diciembre a enero

Como si se tratara de una carrera de postas, el cambio de año debe ser armonioso, justo, medido, de modo de seguir en carrera. Difícil hacer todo eso en pedo, empachado, gordo, con resaca y sin ganas de laburar. Ya se sabe: el año está perdido.

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO ([email protected]). DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI ([email protected]).

 

Porque a mí no me engañan: eso de que tienen todas las pilas para el 2016 podrá ser corroborado recién allá por marzo. Ahora estás a los provechitos, yendo de la cama al living, de la mesa a la heladera, de la pileta a la reposera. Y eso de que encaran con todas las fuerzas renovadas el año nuevo, es como que yo encare al seis de Arsenal: no sólo no paso, sino que me llevo recuerdos para el resto del viaje.

Así que, un poco más modesta pero realmente, vamos a poner las cosas en contexto para no generar falsas expectativas ni promesas vanas (el idioma quiere que las expectativas siempre sean falsas y las promesas vanas, como quiere que el nosocomio sea citado y el fuego dantesco...) y para aclarar los tintos; los tantos, digo...

Diciembre es un mes distinto a todos (mirá qué fresco, el tipo), ya se sabe, con su cúmulo de cierre, despedidas, balances, ausencia de balanzas y otras cuestiones. Y enero, también es distinto a todos (¡mirá qué caliente!) con su doble vertiente de gente que está descansando y otra que todavía labura.

Uno viene por diciembre, embalado, envasado y sin retorno (si es que usan envases no retornables) y como en un tobogán y así, con esa fuerza, se encara la supuesta lomada del nuevo año y de enero, una suerte de montaña rusa en la que diciembre representó el punto de mayor descenso y velocidad y en donde el envión parece que alcanza para empezar la cuesta, con todo lo que cuesta.

Diciembre y enero tienen cosas en común, que enumero siquiera someramente al paso: está la cuestión religiosa, el adviento, que en el caso de la iglesia ortodoxa suma cuarenta días desde fin de noviembre, todo diciembre y hasta el 6 de enero.

En paralelo, el reinado del arbolito desde su armado el 8 de diciembre hasta los reyes magos, quizás un poco devaluados -como el peso argentino- porque en un mundo que quiere todo ya, estos tipos te caen dos semanas más tarde...

Después está la cuestión laboral, comercial, de actividad económica: muchos negocios y personas bajaron las persianas en diciembre; y muchos negocios y personas no las levantaron en enero. Hay media máquina, cuarto de máquina, cero coma uno de máquina o directamente máquina apagada.

Y está la constitutiva continuidad (de los parques) de la joda: si despediste el año, no podés ser tan otario de no recibir el que viene; si tuviste encuentros familiares, barriles y comilona, lo mismo pasa al menos con los primeros días de enero. Además, con los freezers llenos, es fácil descongelar picadas, sandwichitos, chivitos (nosotros lo tenemos al Ferni amagando descongelar el cabrito -que a esta altura ya es cabrón- desde julio del año pasado); hay todavía budines de la tía Nilda, una sidra que nadie destapó, garrapiñadas. Morfi y chupi también vienen desde diciembre y encaran 2016 como nosotros.

Y por último, están las licencias, las vacaciones propiamente dichas. Antes estaban confinadas a enero y febrero; marzo para los abuelos. Hoy, el período de vacaciones (un corte a cuchillo entre quienes se fueron y quienes siguen atados a los remos que se nota en las caras, en las actitudes, en el humor de las personas) está mucho más desregulado y extendido. Diciembre, enero, febrero y marzo son meses en que masivamente, estos o aquellos, están o estamos de vacaciones.

Por todo lo expuesto, mis chiquitos, decreto (de necesidad, sin urgencia) la continuidad al menos en esta primera quincena de enero del espíritu fiestero que abarcó todo diciembre. Tengo libres por ahora el lunes 4 y el viernes 8. Escucho propuestas.