SEÑAL DE AJUSTE

Alabado

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Telefe acaba de sorprender con una “gala” de “Laten corazones”, con “historias de vida, de garra, que te van a conmover”, dijo Iúdica. Foto: ARCHIVO EL LITORAL

 

por Roberto Maurer

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Cuando Mariano Iúdica aspiraba a convertirse en el número 2 de Ideas del Sur, se fue de la productora de Tinelli y nadie pareció lamentarlo. Sus viejos compañeros lo consideraban intrigante, arribista y mentiroso, o sea que poseía las cualidades indicadas para una misión humanista en la televisión.

Endemol y Telefe supieron apreciar las virtudes que Iúdica había exhibido casi hasta la náusea en su exitosísimo “Soñando por cantar” de El Trece. Sabe fingir emociones, ofrecer abrazos intensos y pronunciar discursos sensibleros, siempre con lágrimas asomando a sus ojos. Así el año pasado nació “Laten corazones”, donde el conductor estrenó una nueva dentadura con la plata que su esposa Romina le sacó a Flavio Mendoza, tal como fue divulgado por sus enemigos del tenebroso mundo de la farándula.

“Laten corazones” funcionó bien en las tardes de la temporada 2015 y es un “programa de talentos” o “telerrealidad musical” según llaman al formato donde padres e hijos cantan juntos y, como dicen, “se exalta el valor de la familia”. En su evolución, como si la televisión nunca pudiera evitarlo, se fue encaminando hacia el exhibicionismo de situaciones vulnerables, sea por su relación con discapacidades o problemas graves de salud. En la debilidad de los necesitados la televisión encuentra el material adecuado para la manipulación sentimental.

Concluida la temporada, Telefe acaba de sorprender con una “gala” de “Laten corazones” con “historias de vida, de garra, que te van a conmover”, dijo Iúdica, a quien en su discurso de apertura se le escuchó una alusión a “una nueva era de la Argentina” dicha muy al pasar, pero que no sorprende por la pertinacia acomodaticia del conductor.

Con la complicidad de Lucía y Joaquín Galán, y Alejandro Lerner, más predicadores altruistas que jurados, con insistencia se anunció un premio de 50 mil pesos, que en las palabras de Iúdica casi siempre se convertían en “cincuenta lucas”. No es una cifra generosa, debe decirse. El valor de una motito.

SOS TREMENDA

Jorgito Escobar sería “un luchador de la calle que no se aleja de los valores reales de la vida”, grita el animador. Es un pibe que canta en trenes, subtes y otros medios de transporte, y se presentó con su tía Romina cuyo hijo padece de un síndrome muy raro que sólo lo sufre uno en tres millones. Apenas llegan al escenario, las cámaras toman el primer llanto, el de la abuela. Cantan “Yo te extrañaré”, tía y sobrino se abrazan llorando, Iúdica estrecha entre sus brazos a Jorgito y le susurra al oído cosas que no escuchamos -una de sus especialidades-, y el muchacho explica que la canción es dirigida a una novia con una enfermedad terminal. Por su parte, la tía Romina la dedica a una abuela que se murió hace menos de un mes.

—¿Qué tenías en la mente cuando cantabas? -pregunta Iúdica.

—A los pibes, que cuiden a su madre, porque yo la perdí a los nueve años -responde Jorgito.

Es muy difícil convertir tantos dramas en pesos moneda nacional, y determinar si las cincuenta lucas alcanzan para tanto dolor. En algunos casos resulta posible. Juan Cruz Rufino y su hermano cantan para conseguir más de 600 mil pesos a fin de comprar una nueva droga de la India e iniciar el tratamiento de la hepatitis C que sufre su mamá. Y el caso aflojó el monedero de Lucía Galán, que prometió pagar la primera cuota.

—¡Sos tremenda, Lucía! -grita Iúdica, que en su desmesura emocional llega a sostener que Telefe es “un púlpito”.

En esta televisión mística continuaron Julio Silpitucla, que acompañó en guitarra a Morena Puchetta. Es un chico que nació con una malformación genética y un 85% de discapacidad que ya redujo considerablemente, lo que motivó a Lucía Galán a desafiar a los médicos y sus diagnósticos.

Mientras la parejita ofrecía su número musical, en la pantalla tronaba un letrero diciendo “¿Ganará Julio los 50 mil pesos?”. No era un ejemplo de buen gusto invocar la mosca todo el tiempo en semejante cruzada de superación saturada por las arengas espirituales de Iúdica, en el estilo de “somos bendecidos de ser vehículo del mensaje de Julito, etc.”.

SUSPENSO Y SORPRESA

Finalmente la adolescente ciega, Evangelina, cantó con su prima, y la jornada llegaba al desenlace con un Iúdica haciendo la mueca de quien contiene las lágrimas, en tanto los jurados revelaban con sus palabras la hondura de su sensibilidad, diciendo “nosotros tenemos que aprender de ustedes” o “qué lección nos han dado todos”.

Han reunido a los concursantes y sus familias en el escenario, llorando, a la espera del veredicto del público y jurado. La manipulación incluye música de suspenso y la introducción del aviso de un analgésico que lo prolonga. Sigue tanda comercial, y esos seres abatidos por la desdicha deben seguir esperando, hasta que Mariano Iúdica anuncia la sorpresa: en lugar de cincuenta lucas, serán cien. Y se repartirán por partes iguales, o sea veinticinco por barba. Gritos, abrazos, papelitos y música, mientras la cámara enfoca los sollozos de Lucía Galán. El circo romano debe haber sido más ético y misericordioso que la televisión.