editorial

  • Uno de cada cinco chicos de entre 15 y 24 años en la Argentina no estudia, ni trabaja.

Sin presente, ni futuro

Las malas decisiones del pasado dejaron a la sociedad argentina en una posición vulnerable. Por ese motivo, resulta imprescindible comprender la gravedad de la situación y actuar en consecuencia, para que el futuro del país no quede definitivamente hipotecado.

Puede que parezcan conceptos abstractos, pero no lo son. Según un reciente informe del Banco Mundial, en la Argentina, uno de cada cinco jóvenes de entre 15 y 24 años no estudia, ni trabaja. Integra ese universo que desde hace tiempo pasó a ser conocido como los “ni-ni”. Se trata de 875.000 chicos en estas condiciones y representan 19,8% de las personas de esa edad.

Si se comparan estas cifras con las de 1992, la cantidad de “ni-ni” en la Argentina se duplicó. En parte, por el lógico crecimiento demográfico. Sin embargo, en términos comparativos la situación empeoró, ya que el fenómeno muestra un incremento del 1,6 por ciento dentro del universo de los habitantes comprendidos entre estas edades.

Otros países del continente, como Chile, Perú y Venezuela, lograron reducir el número relativo de chicos que no estudian, ni trabajan.

De acuerdo con este informe del Banco Mundial, entre las mujeres argentinas el principal desencadenante del fenómeno es el embarazo adolescente, que creció el 15,7% durante la última década. En cambio, entre los varones el problema se desata a partir del abandono de la escuela para trabajar en el mercado informal, a lo que por lo general le sigue el desempleo. La mayoría nunca completa sus estudios.

Por lo general, estos jóvenes y adolescentes están condenados a la pobreza. Y con frecuencia terminan engrosando las listas de la criminalidad.

En la ciudad de Rosario, por ejemplo, se calcula que las bandas de narcotraficantes han logrado captar a centenares de chicos para que lleven adelante sus negocios. En algunos casos, se limitan a distribuir droga. Sin embargo, otros terminan involucrados en otro tipo de delitos violentos. Muchos acaban perdiendo la vida o provocando la pérdida de vidas ajenas.

Se trata de una realidad que se repite en cada una de las grandes ciudades del país. Entre ellas, Santa Fe.

De acuerdo con los datos del último censo nacional del Ministerio de Justicia, en la Argentina hay 255 menores de edad encarcelados por haber cometido homicidios. En 2012, los menores de 18 años detenidos por asesinatos eran 181.

La información forma parte del censo sobre Niños, Niñas y Adolescentes en Conflicto con la Ley Penal. Según acaba de revelar el diario Clarín, dicho estudio plantea que en 2014 hubo 1.142 chicos que quedaron alojados en institutos por estar involucrados en delitos graves. De ellos, 255 cayeron por cometer asesinatos; y otros 73, por intentarlo y no lograrlo.

El fenómeno se incrementa año tras año. Y no se trata de estigmatizar a los jóvenes, cayendo en la errónea conclusión de que los principales problemas de inseguridad del país pasan por la minoridad.

Sin embargo, es evidente que cada vez son más los chicos que terminan dentro del mundo del delito. Muchos de ellos, porque no tuvieron otras alternativas.

Mientras la sociedad en su conjunto no tome conciencia de la situación, la realidad continuará empeorando. El futuro para estos adolescentes y jóvenes resulta incierto. Y de seguir por este camino, las consecuencias de este fenómeno serán para todos inevitables.