“LA JAURÍA HUMANA” CUMPLE 50 AÑOS

La turba no piensa

La película de Arthur Penn, con Marlon Brando, Robert Redford y Jane Fonda se estrenó el 17 de febrero de 1966. Encendió polémica al mostrar los rasgos de una sociedad en descomposición, cuestionó su racismo y tendencias clasistas, y puso de relieve el peligro de los linchamientos.

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Marlon Brando y Jane Fonda fueron dos de los protagonistas de una película de inmenso reparto, que mostró muchos de los dramas que aquejaban a la sociedad norteamericana de los ‘60.

Foto: Columbia Pictures

 

Juan Ignacio Novak

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Pasó medio siglo desde su estreno, el 17 de febrero de 1966, y resulta escalofriante comprobar la vigencia que tienen sus personajes; mejor dicho, aquello que representan. “La jauría humana” de Arthur Penn diseccionó la profunda degradación moral de tomar justicia por mano propia, que sigue presente en las sociedades modernas y cíclicamente vuelve a ser disparador de espinosos debates mediáticos. Pero Penn llevó la apuesta un poco más allá y criticó con dureza el clasismo y las actitudes racistas de los sectores conservadores de la sociedad norteamericana.

El pequeño pueblo que describió con agudeza es como una especie de radiografía de una nación (Estados Unidos) y una época (los turbulentos ‘60). Como una atalaya mínima desde la cual se observa una realidad compleja. El reo que interpreta Robert Redford es apenas un catalizador: las posturas de cada personaje ya estaban definidas desde mucho antes.

Cabe recordar mínimamente el argumento, basado en una novela de Horton Foote. Charlie “Bubber” Reeves (Redford) escapa de la cárcel y trata de regresar a su pueblo. Es detenido por la policía local y sus antiguos vecinos se desesperan por lincharlo y únicamente el sheriff Calder (Marlon Brando) se opone a la salvaje iniciativa. Pero encontrará fuertes presiones. Es el suyo el personaje más íntegro dentro de la amplia galería que ofrece la película, pero curiosamente no hace otra cosa que cumplir con su trabajo, que es el de salvaguardar a los presos para garantizarles un juicio justo. Sólo eso lo redime.

Obra de arte

En otro plano, las credenciales artísticas de esta película son incuestionables. Basta ver la calidad de los nombres que intervinieron en ella. El director Arthur Penn, que ya había demostrado su buen manejo del lenguaje cinematográfico, logra un trabajo de calidad, para el cual contó con un guión excelente de la afamada escritora Lillian Hellman, más una banda sonora impecable de John Barry, también responsable de las partituras de “Africa Mía” y “Danza con lobos”.

Brando otorga otra de sus milagrosas actuaciones, sin caer en el excesivo manierismo de “El padrino”, ni llegando a colocarse en el filo de la caricatura como en “Apocalypse Now”. Redford cumple en su papel, a pesar de que se le haya criticado que su perfil no cuajaba con el de un peligroso prófugo (esto mismo es una indicación de los prejuicios de aquel tiempo) y menos aún su cabellera rubia siempre peinada. Y Jane Fonda aporta sensualidad y carisma, igual que Angie Dickinson como la contenedora esposa del sheriff. Sin embargo, es en esa especie de “fauna” que forman los personajes más pequeños (desde el potentado E.G. Marshall hasta el tímido Robert Duvall), que al deshinibirse sacan lo peor de sí.

Otra mirada

Renovador, controvertido, Arthur Penn dirigió otras grandes películas norteamericanas en los ‘60 y ‘70. En la lista figuran “Pequeño gran hombre” (1970), western atípico y desmitificador protagonizado por Dustin Hoffman, y “Bonnie & Clyde”, con Warren Beatty y Faye Dunaway, sobre jóvenes delincuentes que recorren Estados Unidos durante la Gran Depresión. Pero ninguna alcanza la potencia de “La jauría humana” en su denuncia social. Además, el final ácido y desarmante, no es tranquilizador ni mucho menos feliz. Todo lo contrario: funciona como preanuncio de las sombras que en los años posteriores opacarían el “sueño americano”. “La jauría humana” es una película de obligada revisión.