Cuidar al hombre

Por Hilmar Zanello

Por hombre entendemos a todo ser humano sea hombre o mujer, niño o adulto, es decir cuidar la vida como la preocupación fundamental para lograr un bienestar y estabilidad humana.

El poeta pagano Juvenal reclamaba para el hombre una mente sana en un cuerpo sano (mens sana in corpore sano) así aparece en la antropología humana lo humano y lo divino en la estructura de ser hombre. Sobre esta realidad humana de la antropología surgieron ideas contradictorias como dijo un gran poeta: “El hombre es como un ángel que canta y una bestia que relincha”. Así aparece lo humano y lo divino del hombre.

Entonces toda la preocupación del hombre consistirá en cuidar la salud, ¿y cuáles son las dimensiones de la salud llamadas a atender humanamente? Por salud hoy entendemos: la vivencia armoniosa de todas y cada una de las dimensiones de la persona humana, la dimensión física, emocional, intelectual, social, valorativa, espiritual, posibilitando al hombre alcanzar su realización y plenitud humana en sintonía con la voluntad de Dios (Pangrassi). Es decir una concepción del hombre en su totalidad “como ser bio-psíquico-socio-espiritual”.

Dentro de la complejidad humana hace siglos un sabio, Blas Pascal (1630) hablaba del hombre con estas palabras: “Qué quimera es el hombre”. Qué novedad, qué misterio, qué caos, qué sujeto de contradicciones y qué prodigio. Juez de todas las cosas y miserable gusano de la tierra, depositario de la verdad y cloaca de incertidumbres y errores... gloria y rechazo del universo. ¿Quién podrá desenredar esta madeja?

Vale hoy tomarse un tiempo para auscultar las preguntas profundas que nuestra racionalidad puede sugerir, preguntas que suelen ser desoídas cuando esquivamos nuestra interioridad. Lo decía hace años nuestro cantautor Facundo Cabral: vivimos distraídos de nuestra esencialidad.

En nuestros momentos de interioridad, de silencio personal, suben a la superficie de nuestra racionalidad preguntas fundamentales sobre el sentido del hombre: ¿Qué es el hombre? ¿Qué es la vida? ¿Para qué vivir? ¿Con la muerte se termina todo? El Papa Benedicto XVI solía decir: “El hombre moderno ha perdido su relación con Dios porque vive tomado por el bochinche”. El paradigma de hoy, de nuestros días, llega a tener como prioridad las palabras: poder visión materialista de la vida, lucro y placer del consumir.

Será necesario reencontrarnos con los valores verdaderos que como nuevas posibilidades duermen en el fondo de todo ser humano; valores que transportan nuevas fuerzas de salud para el hombre. Estos paradigmas materiales egocéntricos pueden desencadenar la realidad que expresaba Benedicto XVI: “La quinta parte de la humanidad padece hoy de salud mental”. A estos paradigmas que limitan tanto a la salud del hombre total podemos revertirlos con otros paradigmas más integradores de la personalidad humana propuestos por la sabiduría del recordado Papa Juan Pablo II entonces podemos hablar de verdaderos desafíos para una buena salud humana.

Cuando sepan ser finalmente sencillos en un mundo que paga cualquier precio al poder; cuando sean limpios de corazón entre quien sólo juzga en términos de sexo, de apariencia, e hipocresía; cuando construyan la paz en un mundo de violencia y guerra; cuando luchen por la justicia ante la explotación del hombre por el hombre o de una nación por otra; cuando por misericordia generosa no busquen la venganza, sino que lleguen a amar al enemigo; cuando en medio del dolor y las dificultades no pierdan la esperanza y la constancia en el bien, apoyados en el consuelo y ejemplo de Cristo y en el amor al hombre hermano; cuando por la capacidad transformadora de amor cambien las tinieblas del odio en luz; cuando descubran en ustedes el amor como exigencia del bien y vean todos en su capacidad y tendencia hacia la plenitud de Dios; cuando no se asusten por la debilidad del hombre y tengan la experiencia de la amistad de Jesús; cuando sean ustedes mismos con una postura serenamente crítica, sin dejarse manipular; entonces, harán un sistema nuevo de vida, se convertirán en transformadores eficaces y radicales del mundo y en constructores de la nueva civilización del amor, de la verdad, de la justicia que Cristo trae como mensaje.