SEÑAL DE AJUSTE

Se lanzó la Superliga

Se lanzó la Superliga

Fue el debut como cantante de Candelaria Tinelli, cuya conmovedora timidez superó la cantidad de tatuajes que cubren su cuerpo. Foto: Ideas del Sur

 

Roberto Maurer

El sábado, en la mesa de Mirtha Legrand los invitados no pudieron atacar al bife de chorizo que les habían servido porque los cuchillos no cortaban. Dos días después, la apertura de “Showmatch” constituyó un despliegue que parece más el resultado de una megalomanía que un espectáculo normal. Una descripción parece tan difícil de realizar como la elaboración de un informe de las campañas napoleónicas. Mirtha Legrand sólo necesita de su lengua y una mesa, aunque esta vez le hayan fallado los cuchillos. Pero el filo principal está en su lengua y gracias a ella algunas situaciones de su programa suelen ser recordadas durante años, muchos más que los 1.400 bailarines que Marcelo Tinelli puso en el Obelisco.

Desde hace meses, se hablaba acerca de los inconvenientes que habría estado experimentando Marcelo Tinelli para la nueva temporada, ya que sus delincuentes asociados no proporcionaban los fondos necesarios para sostener “Showmatch” según las proporciones colosales de la pirámides egipcias y la biblioteca de Alejandría que demanda.

DE LAS PIRÁMIDES AL CONVENTILLO

Sin embargo, el monumentalismo va en contrapunto con situaciones pequeñas con sabor a conventillo y momentos coloquiales que nos devuelve a una escala humana o a una dimensión que se le parece. Por ejemplo, en el fílmico de la presentación aparece la fiscal Viviana Fein -que se opuso a ser representada en “Gran Cuñado”- haciendo declaraciones apócrifas. Y en el mismo fílmico, cuando apareció Donald Trump y una referencia a su proyecto de levantar un muro, luego hubo una referencia a Federico Bal y Barbie Vélez. Ambos participan en el “Bailando...” por separado, y un muro sería lo adecuado para evitar el contacto de la ex pareja cuyas mutuas denuncias de violencia están en la Justicia Penal, que les impide acercamientos menores a los 300 metros. Ya que la violencia de género se ha constituido en una preocupación social, sería inadecuado juntarlos en un show, aún a más de 300 metros, y también cae chocante que ambos hayan aceptado, pero son invitaciones irresistibles.

Otra incorrección política se produjo en el sketch, donde el chiste consistía en que Tinelli tomaba un taxi cuyo chofer era Chano Charpentier quien, como se sabe, en los últimos tiempos sufrió o provocó dos tremendos accidentes viales. Son bromas intencionales que el público festeja mientras algunos trasnochados se formulan la pregunta: ¿Cuál es el mensaje a la sociedad? Es la vieja retórica, ¿de qué sociedad hablan?

EL MAMARRACHO MUSICAL

Luego del montaje con imágenes de Kevin Spacey en “House of cards” diciendo falsos parlamentos, siguió el innecesariamente monstruoso musical donde se compaginaron otros musicales, o más bien fueron desprolijamente amontonados. “Drácula”, “Franciscus”, “Peter Pan”, Laura Esquivel, los dos vocalistas de la cumbia concheta y el debut como cantante de Candelaria Tinelli, cuya conmovedora timidez superó la cantidad de tatuajes que cubren su cuerpo, desembocaron en el empalagoso Cirque du Soleil. Fue una sucesión histérica, ruidosa y desencajada.

El momento simpático y policlasista llegó con el número de Pampita en la Villa 31 con raperos y murgas del barrio. Ya era el momento del megaespectáculo en el Obelisco, semejante a las celebraciones de masas en la China de Mao Tse Tung. Mora Godoy cumplió y bailó su tango a 70 metros de altura, en una especie de jaula sostenida por cuatro hélices y unos acróbatas girando con cuerdas. En esa situación, Mora Godoy no pudo hablar y, en sí mismo, eso es un alivio.

EL MOMENTO DE LA COMEDIA

El sketch duró 18 minutos y tuvo su gracia autorreferencial, con celebridades de distintos géneros del quehacer nacional haciendo de gente común que se va cruzando a un apurado Tinelli en el trayecto del aeropuerto a Ideas del Sur. Tinelli también hace de hombre común, pero no debemos confundirnos: después aclaró que hacía años que no subía a un colectivo. Se solía decir que una línea delgada separaba a la política de la farándula. Ya no es así, ahora son una misma cosa. En el sketch Sergio Massa hace de quiosquero, Rodríguez Larreta es un ciclista y el gobernador Urtubey vende empanandas salteñas y aceptó bromas sobre la pareja que encontró en la farándula. Hubo dirigentes políticos que no quisieron participar, conste.

El diálogo entre Tinelli y Adrián Suar ya es inseparable de las aperturas, y esta vez a las chicanas sobre contratos y fútbol se añadieron otras atrevidas sobre las escabrosas situaciones de sexo a las cuales están expuestas actualmente sus respectivas esposas en el teatro y el cine.

Otro momento parecido fue cuando Tinelli dialogó con la hija de su productor “el Chato” Prada, que es mayor que Lourdes Sánchez, su madrastra, o sea la actual pareja de Prada, de quien, además, espera una hermanita. De este modo, así como presentando a sus hijos y evocando a la malograda Romina Yan cuyo nombre lleva el estudio, Marcelo Tinelli combina el megashow con un coloquialismo intimista que lo acerca a un público que así puede olvidar que hace muchos años que su ídolo no anda en colectivo.

La gala inaugural cerró con dos temas de la vibrante Lali Espósito. En las redes sociales, se sugirió que la estrella pop había bajado el rating, que estaba entre los más altos de los últimos años, y que cantó con playback. Como se sabe, de los navegadores de la web pueden esperarse manifestaciones de hostilidad. “Esta petisa malhecha es producto del marketing y tal vez se la volteó algún productor”, fue uno de los menos suaves.