Elecciones españolas: el triunfo del miedo

 

Muchos analistas políticos españoles siguen buscando las razones del resultado electoral fuera del mapa de las encuestas. Todas las encuestadoras, incluida la oficial del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), daban un magro resultado al Partido Popular y relegaban a un tercer puesto al Partido Socialista en virtud del sorpasso de la izquierda a través de Unidos Podemos, un vehículo rojo que fusionó dos marcas, Podemos e Izquierda Unida. Incluso, las encuestas a pie de urna otorgaban la foto fija de una minoría menguante de la derecha y un cómodo segundo lugar para izquierda no socialista.

Pero según avanzaba la noche del comicio, se fue confirmando un resultado inesperado que daba 137 escaños al partido de Mariano Rajoy, 85 al socialismo (cinco menos que en la anterior elección) y el jarro de agua helada para Unidos Podemos, con 71 escaños en un incómodo tercer lugar.

Muchas miradas, como no puede ser de otro modo, se dirigen al Reino Unido y al tsunami provocado por el triunfo del brexit que implica su abandono de Europa. El referente podría ser atendible y puede que un porcentaje mínimo del resultado haya sido construido sobre el miedo a lo desconocido: una Europa sin Europa lo es y mucho. Pero ocurre que en ningún tramo de la campaña se habló de este problema, ninguno de los cuatro candidatos atendieron el problema que planteaba el referéndum británico, ni tampoco la ola ultraderechista que recorre Europa encabezada por la “primavera patriótica” de Marine Le Pen.

La primera observación hay que dedicarla al voto de la coalición de Unidos Podemos. Cuando esta confluencia se consolida a finales de abril, las encuestas daban una pequeña erosión del voto de Podemos y un repunte significativo del de Izquierda Unida, apuntalado por su joven líder, Alberto Garzón, el político con mayor valoración en España, dato apuntalado por el CIS. Esto indicaba que la fusión implicaba la suma atípica de la izquierda, eternamente enfrentada, el mérito de Podemos de abrirse a esta opción, y el caudal de votos que podía aportar Garzón. El fracaso de la investidura socialista y las altas cotas de corrupción de los populares, hacían de Unidos Podemos una máquina electoral perfecta. No se trataba de una suma, todo indicaba una multiplicación de votos.

Pero ocurre que la estrategia de comunicación del Partido Popular hizo un trabajo encomiable. En primer lugar, polarizó la elección: nosotros o el caos. El apocalipsis fue señalado recuperando todos los actos fallidos de Podemos en el proceso de investidura anterior y, especialmente, la liquidez ideológica que Pablo Iglesias no se cansó de expresar en toda la campaña. Su pretensión de rescatar a la socialdemocracia verdadera, el énfasis puesto en un futuro gobierno de coalición con el Psoe y la insistencia de proyectar a José Luis Rodríguez Zapatero, sirvió al Partido Popular para señalar el talón de Aquiles de una formación con serios problemas de identidad.

¿Por qué otorgaban las encuestas un triunfo a Unidos Podemos? Puede que cuando el CIS hizo su última medición ésta fuera realista, pero es desde ese dato que los populares construyen su relato. Y si se mira el resultado de la elección se percibe que el Psoe ha perdido votos tal como se esperaba: de 90 han pasado a 85 escaños, el peor resultado de su historia. Ciudadanos ha mermado también sus escaños. Y Unidos Podemos ha sacado sólo 71 escaños, es decir que ha repetido el resultado, exactamente igual de la última elección, 69 de Podemos y 2 de Izquierda Unida.

La primera explicación apuntó al hecho de que cuando el Partido Popular inocula el miedo y lo señala, las encuestas lo ratifican porque la campaña de Unidos Podemos, con un fuerte componente emocional, estaba dando buenos resultados. Pero al sacar a flote todas sus contradicciones, Mariano Rajoy le quitó sufragios a Ciudadanos y, posiblemente, bastantes votos liberales al socialismo. Los suficientes como para subir su piso electoral, sustentado por el voto conservador de la tercera edad, y ascender de 123 a 137 escaños. No es mucho en términos absolutos pero en la variable de la elección es una bocanada de aire fresco para la derecha. Y otro tema a tener en cuenta es la abstención: subió del 26,8 de diciembre al 30,16 del domingo. Es decir que alrededor de un millón y medio de ciudadanos se quedaron en casa, e históricamente son votos progresistas.

Ahora, las nuevas miradas y el estudio a fondo del voto, población por población, permiten leer mejor este insólito resultado. Mientras tanto, hay que esperar la formación de los nuevos grupos de diputados y ver cómo se perfila la nueva investidura, ya que con estos resultados tampoco se ve a las claras un nuevo gobierno. El socialista Pedro Sánchez sale reforzado a pesar de perder votos ya que ha quedado en segundo lugar y Albert Rivera, líder de Ciudadanos, incluso con una merma de sufragios sigue siendo clave a la hora de elegir un presidente.

Ninguno de los dos promete, de momento, dar su voto a Mariano Rajoy. ¿Una tercera elección? En Navidad. Pero España no lo resistiría.

Por Miguel Roig

(desde Madrid)