Río 2016, los Juegos de la especulación

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Miembros de la Fuerza de Seguridad Nacional ocupan el pasado 5 de julio de 2016, las instalaciones del Parque Olímpico, dando inicio a las operaciones de seguridad en las instalaciones olímpicas para Río 2016, en Río de Janeiro.

Los Juegos de Río de Janeiro, que comienzan el próximo 5 de agosto, no han previsto una reforma urbana de la ciudad, pero sí una importante operación inmobiliaria que beneficiará a uno de los barrios más elitistas, Barra de Tijuca, conocido como el “Miami brasileño”, que alberga el Estadio Olímpico y varias de las sedes.

Textos. Manuel Pérez Bella. Fotos. EFE Reportajes

 

Río 2016 se aleja del modelo de reforma urbana de Londres 2012, que aprovechó las Olimpiadas para recuperar su degradado East End. Su apuesta, por el contrario, es el exclusivo barrio de Barra de Tijuca, unos 40 kilómetros al sur de la ciudad, con un perfil de vecindarios acomodados, rodeados por cercos de seguridad y por centros comerciales gigantes.

En Barra da Tijuca se concentran la mayoría de las instalaciones deportivas y también ha absorbido el grueso de las inversiones de transporte e infraestructura. Tras los Juegos cambiará su fisonomía con una nueva serie de condominios de lujo.

La operación se gestó a través de un acuerdo entre la Alcaldía y las constructoras, que asumieron la financiación de los estadios temporales a cambio de la cesión de suelo público.

Para lograrlo, el alcalde de Río, Eduardo Paes, no ha dudado en recalificar terrenos y alterar normativas urbanísticas, como la que limitaba la altura de los edificios en Barra.

Las recalificaciones y las inversiones olímpicas han favorecido principalmente a los dos mayores terratenientes de Barra, Carlos Carvalho y Pasquale Mauro, quien ha sido investigado por usurpación de tierras.

Las constructoras han aportado unos 319 millones de dólares al Parque Olímpico, pero a cambio recibirán 480.000 metros cuadrados de suelo, donde hoy se levantan los pabellones y gimnasios temporales, que serán desmontados para dar lugar a un nuevo y exclusivo barrio.

Eduardo Paes justificó recientemente que, gracias a esas facilidades concedidas a las constructoras, la Alcaldía pudo “ahorrar el dinero que la población quiere destinar a salud o educación”.

No obstante, el alcalde ha admitido que los Juegos Olímpicos promueven la especulación, aunque, a su juicio, se trata de una “especulación en el buen sentido”.

Para frenar las críticas, Paes ha incluido en el “paquete olímpico” obras que, en la práctica, nada o muy poco tienen que ver con los Juegos, como el ambicioso proyecto de recuperación de la degradada zona portuaria.

En ese paquete figura también la ciclovía que conecta el turístico sur de Río de Janeiro con Barra y que, a tres meses del inicio de los Juegos, registró un derrumbe parcial que provocó la muerte de dos personas.

Las “obras olímpicas” incluyeron una iniciativa para llevar el metro a Barra, que dependía inicialmente de la administración del estado de Río y que, ahogado por deudas, ha tenido que reducir presupuesto y dejará el proyecto a medias.

UN BARRIO PARA LA ELITE

Pese a los intentos de la administración por mostrar las bonanzas del proyecto urbanístico de los Juegos, expertos y organizaciones civiles denuncian su carácter especulativo.

Concentrar la mayoría de los eventos olímpicos en Barra supone un “error” y hasta un “crimen” urbanístico, en opinión del presidente del departamento de Río del Instituto de Arquitectos de Brasil, Pedro da Luz Moreira.

Río, apuntó el experto, podría haber optado por llevar las Juegos a zonas que no son atractivas para el mercado inmobiliario y, sobre todo, a regiones más pobladas y más pobres, lo que habría repercutido en que las inversiones en transporte e infraestructura beneficiasen a mucha más población.

Barra, recordó Moreira, hasta ahora tenía una red de transporte público casi inexistente, lo que ha obligado a desembolsar fondos millonarios, que han encarecido la factura olímpica, en proyectos como una línea de metro, varios carriles de autobús exprés, viaductos o el ensanchamiento de avenidas.

Aunque la Villa Olímpica fue construida con fondos privados por la constructora de Carvalho, Carvalho Hosken, el Ayuntamiento ha aportado 146 millones de dólares en urbanizar los alrededores.

Concluidos los Juegos, los 31 edificios de 17 plantas de la Villa Olímpica se convertirán en una exclusiva urbanización con 3.604 viviendas, que ya están a la venta por cerca de 270.000 dólares cada una, un valor considerable para la ciudad carioca.

El condominio más lujoso se levantará en torno al campo de golf, que fue construido en tierras de Pasquale Mauro tras una recalificación de terrenos protegidos.

Después de los Juegos, junto a los 18 hoyos se levantarán cuatro torres de mármol y vidrio de 19 pavimentos, con apartamentos de ensueño y precios que oscilarán entre 1,4 y 3,3 millones de dólares, aunque la inmobiliaria aún no ha revelado el valor de los áticos de 1.300 metros cuadrados.

VILA AUTÓDROMO, LA OTRA CARA DE RIO 2016

La operación especulativa de Barra no podría haber prosperado sin la eliminación de las favelas y los barrios marginales próximos a las instalaciones olímpicas, la más importante Vila Autódromo, hoy reducida a una montaña de escombros con apenas un puñado de modestas viviendas en pie.

Vila Autódromo se convirtió en un icono de los desahucios forzosos ejecutados con motivo de los Juegos de Río que, según estimaciones de organizaciones civiles, han afectado al menos a 20.000 familias en decenas de barriadas pobres de la ciudad desde 2009.

Una cifra que aún podría ser mayor porque, como denuncia Renata Neder, asesora de derechos humanos de Amnistía Internacional Brasil, la “falta de transparencia de las autoridades hace difícil cuantificar el número afectados por las obras olímpicas”.

Los desahucios afectaron principalmente a favelas próximas a los estadios, como Metrô Mangueira, en los aledaños del Maracaná, o los asentamientos cercanos al trazado de las líneas de autobús o de las avenidas que fueron construidas por los Juegos.

Según el arquitecto Lucas Faulhaber, coautor de “SMH 2016: Remoçäes no Rio de Janeiro Olímpico”, hubo desahucios en 170 favelas, que afectaron a unas 80.000 personas, aunque en la mayoría de los casos las barriadas no fueron eliminadas por completo.

En Vila Autódromo, veinte familias han resistido después de que la Alcaldía anunciara un plan de urbanización, en marzo, aunque casi seiscientas han aceptado las indemnizaciones o se han trasladado a los apartamentos populares ofrecidos como compensación.

La administración estatal de Río cedió el suelo de Vila Autódromo a sus vecinos en 1993 por un plazo de 99 años en el marco de un plan de regularización de las favelas, pero el año pasado, la Alcaldía declaró el terreno de “utilidad pública” para abrir la puerta a los desahucios.

“LOS DERECHOS NO SE VENDEN”

María da Penha Maceda es una de las vecinas de Vila Autódromo que decidió quedarse en el terreno en el que echó “raíces”. Ella rechazó las indemnizaciones porque “los derechos no se venden”, explica.

Da Penha, cuya casa fue la última a ser arrasada por las excavadoras el mismo día en que se anunció el plan de urbanización, cree que la culpa no es de los Juegos Olímpicos, sino de la especulación inmobiliaria.

“El real motivo es porque esto va a ser un barrio donde nuestros vecinos no van a querer pobres viviendo aquí dentro de la comunidad”, denuncia Da Penha.

Los vecinos de Vila Autódromo, separada del Parque Olímpico por una valla, esperan que la Alcaldía comience la prometida urbanización, aunque una de las condiciones que impusieron es que no saldrán de la favela durante las obras para supervisarlas.

Los investigadores y los propios vecinos denuncian que fueron sometidos a presiones “inhumanas” para forzarles a dejar sus hogares, lo que ha incluido marcar las casas que serían demolidas con el acrónimo SMH, de la secretaría municipal de vivienda y cortes del suministro eléctrico.

“Se niegan derechos, de consulta previa o de información. Se va minando la moral del individuo y, los que resisten en ese escenario de guerra, comienzan a sufrir casos de enfermedades o inseguridad. Hubo hasta en algunos casos uso de violencia policial”, denuncia el arquitecto Lucas Faulhaber.

En la mayoría de los casos, a los desahuciados de las favelas y las villas miseria se les ofrecieron apartamentos populares nuevos, alejados de la periferia de la ciudad, o indemnizaciones de unos 30.000 reales (unos 8.000 dólares) de media.

La gran excepción fue precisamente Vila Autódromo, donde se llegaron a ofrecer hasta 2,5 millones de reales (cerca de 700.000 dólares), porque la Alcaldía quería “limpiar esa área a cualquier costo”, según Faulhaber.

Este urbanista sostiene que la de Paes, en el cargo desde 2009, es “en números absolutos la gestión que quitó más favelas en la historia de Río”.

Uno de los elementos que facilitaron los desahucios fue el programa de construcción de viviendas impulsado por el Gobierno brasileño, el “Mi Casa Mi Vida”, que por primera vez ofreció una “alternativa” habitacional.

No obstante, la lejanía de esos condominios, la mayoría de ellos en el extrarradio de la gran urbe, los convierte en una opción “poco adecuada”, según Amnistía Internacional, porque las familias se ven obligadas a dejar sus barrios y cubrir largos trayectos para ir a sus trabajos.

La Alcaldía construyó algunas urbanizaciones populares cerca de las favelas, como el Parque Carioca, a un kilómetro de Vila Autódromo, o el Barrio Carioca, en Madureira pero, según los expertos, son casos aislados e insuficientes para atender a la gran cantidad de desahuciados.

“El objetivo es que Barra sea una zona de ocupación de alta renta y enviar el resto de la población a la periferia. Sin duda alguna, Río despierta como una ciudad más segregada”, denuncia Renato Cosentino, especialista en planificación urbana.

Mientras María da Penha y el puñado de vecinos de Vila Autódromo pelea por mantener sus viviendas, las constructoras ultiman el diseño de los áticos de lujo que venderán en Barra por sumas astronómicas.

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Un niño corre frente al muro que divide del parque olímpico de los Juegos Olímpicos Rio 2016 y la favela Vila Autódromo.

La operación especulativa de Barra no podría haber prosperado sin la eliminación de las favelas y los barrios marginales próximos a las instalaciones olímpicas, la más importante Vila Autódromo, hoy reducida a una montaña de escombros con apenas un puñado de modestas viviendas en pie.

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Un niño camina frente a una pintada contra la demolición de Vila Autódromo el pasado 8 de marzo de 2016, en Río de Janeiro, afectada por la construcción del Parque Olímpico.

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Fotografía de los trabajos en la Villa Olímpica el pasado 19 de abril de 2016, en Río de Janeiro, derriban las construcciones de Vila Autódromo, una de las favelas borradas del mapa casi por completo con motivo de los Juegos Olímpicos.