Muchos políticos brillarán por su ausencia

Brasil, los Juegos en el país de la crisis

Zika, crisis económica, escándalos de corrupción y una presidenta ausente: cuando Brasil inaugure sus Juegos Olímpicos este viernes, ya no será la potencia ascendente que se ganó en 2009 el derecho a ser la primera sede olímpica de Sudamérica.

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Esta mañana, el alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, recibió la antorcha olímpica a su llegada a la ciudad sede de los Juegos Olímpicos. Foto: Agencia DPA

 

Redacción El Litoral

Agencia DPA

“Se abre una nueva frontera”, aseguraba todavía en 2009 el ex mandatario Luiz Inácio Lula da Silva, el día en que un pujante Brasil convenció al Comité Olímpico Internacional (COI) de entregar la organización de los Juegos de 2016 a Río de Janeiro.

Pero en Brasil, el “país del futuro” latinoamericano, corren ahora tiempos duros. Su economía se desplomó en 3,5 por ciento en 2015 y las previsiones para este año también apuntan a una fuerte contracción económica. El país que bajo la presidencia de Lula sacó hasta 2010 a más de 40 millones de personas de la pobreza ya tiene en tanto a casi 11,5 millones de desempleados.

Desde mediados de 2015 es el epicentro además de la epidemia de Zika, una de las enfermedades que más preocupa en el mundo por estar asociada a casos de microcefalia en recién nacidos. Más de 165.000 personas están bajo sospecha de contagio en Brasil, los casos confirmados de microcefalia o trastornos similares en bebés ascienden a 1.700, según cifras de la Organización Mundial de la Salud.

Y está, claro, la crisis política.

La presidenta Dilma Rousseff no estará el 5 de agosto en la apertura de Río 2016, como le habría gustado a su predecesor Lula. “No pretendo participar en los Juegos en una posición secundaria”, dijo Rousseff recientemente en una entrevista para descartar que estará en la tribuna de invitados junto a Michel Temer, su vicepresidente y actualmente jefe de Estado interino.

La mandataria está suspendida del cargo desde mayo por acusaciones de haber maquillado los presupuestos públicos, y podría ser destituida definitivamente en las siguientes semanas, poco después de que termine la cita olímpica el 21 de agosto.

Políticos ausentes

Casi peor imagen que Rousseff tiene sin embargo la clase política brasileña en general: unos 50 políticos son investigados actualmente en el marco de la operación “Lava Jato”, que investiga el desfalco vinculado a la petrolera estatal Petrobras y que es visto como uno de los mayores escándalos de corrupción de la historia del país.

También Lula, el “padre” de los Juegos, se ausentará de la ceremonia de apertura del viernes en el estadio Maracaná. Según el diario “Folha de Sao Paulo”, el ex presidente declinó la invitación que le hizo llegar el COI para la inauguración.

Otra muestra de la crisis institucional sería que ninguno de los ex jefes de Estado de Brasil vivos estén en el palco de honor, como especulaba el diario. Por ahora también Fernando Henrique Cardoso (1995-2002) rechazó la invitación, según “Folha”.

El peor escenario para Temer, eso sí, sería que durante su aparición en el Maracaná lo acompañe un concierto de silbidos y de insultos, como le ocurrió a Rousseff en la apertura del Mundial de fútbol en 2014.

Temer, enemigo de la presidenta desde que apoyó el proceso de “impeachment” en su contra, registra una popularidad por los suelos: sólo el 14 por ciento aprueba su gestión, según una encuesta reciente. Como consuelo le queda quizá constatar que por ahora no ha habido en Brasil protestas sociales similares a las que empañaron las semanas previas a la Copa del mundo hace dos años.

Lejos quedan, sin embargo, los días de resplandor de Lula, cuando el ex obrero metalúrgico clamaba al mundo que Brasil ya estaba listo para ser anfitrión de la principal cita deportiva del planeta.

“Sí, podemos”, aseguraba el ex mandatario hace siete años durante la histórica jornada en Copenhague en que derramó lágrimas de emoción después de que el COI optara por Río para 2016 en lugar de la Chicago de Barack Obama, de Madrid y de Tokio. Y Brasil pudo entonces.

Pero ahora está la crisis. Y con los primeros Juegos sudamericanos a punto de arrancar, y después de los múltiples retrasos y problemas con las obras de infraestructura de los últimos meses, al golpeado Brasil de 2016 y a la “ciudad maravillosa” les queda ahora sólo apelar a su vieja magia, como hacía días atrás el presidente del COI, Thomas Bach.