Diario de viaje

El furor y lo increíble

El destino de ayer por la mañana era Deodoro, ya identificado como el escenario más distante del circuito olímpico. La forma de llegar: a través del transporte público, metro y tren. Aunque al principio esto me significaba un desafío, tras tres días en Río, ya me parece habitual, además está señalizado, siempre se encuentran voluntarios que toman distintos rumbos según se los asigne. Para destacar, los voluntarios tienen una acción fundamental en estos Juegos y han encarado su rol con mucho compromiso y preparación, no son todos jóvenes, también hay gente mayor, en varios casos jubilados que quisieron encontrar una ocupación significativa en los primeros Juegos Olímpicos que se realizan en Sudamérica.

Volviendo al traslado, siempre hay alguien que indica que uno va en dirección correcta, pero este desplazamiento en la mañana de ayer se facilitó más. Con el inicio de las competencias, ya se notan los aficionados e hinchas de todo el mundo que vienen a alentar a sus países. Hacia Deodoro convergieron varios argentinos (con la celeste y blanca) y varios con los colores naranja, holandeses que son fanáticos del hockey, ayer se midieron Argentina y Holanda en el hóckey masculino.

Hasta allí todo bien, un clima instalado de olimpismo y una credibilidad creciente de los cariocas que a partir de la ceremonia de apertura, impecable y conmovedora, creyeron más en sus Juegos.

Pero lo más difícil se planteó en Deodoro, un barrio militar por excelencia que reúne la mayor cantidad de fuerzas armadas del país y como es un sector restringido y los escenarios se establecieron en corazón del complejo, llegar a cada uno exigió largas caminatas (kilómetro y medio para ser precisa) para llegar —en mi caso, al tiro—. Está perfectamente diseñado, prolijo y resguardado. Allí se lleva a cabo el tiro, el hockey, los deportes ecuestres y el Rugby 7. Si bien el lugar tiene todo el acondicionamiento olímpico, no deja de estar en un espacio militar, razón por la cual, no tiene la misma algarabía que tenía Copacabana ayer por la tarde.

Pero justamente, tras esta descripción, no deja de ser increíble que justamente en este lugar, un disparo haya impactado en la sala de prensa de hipismo en horas del mediodía.

“El tiro se produjo fuera de la sala de prensa, perforó la lona de la instalación y la bala fue recogida en el suelo en el interior de recinto, según dijo una portavoz del centro de hípica”, fue el comunicado oficial . No hubo daño material ni heridos, y la organización aseguró que fue una “bala perdida que no tiene nada que ver con los Juegos Olímpicos o la familia o la prensa. La zona no era un objetivo”.

No pude advertir el hecho si bien a esa hora intentaba —al igual que varios periodistas— trasladarnos desde allí hasta al Centro de Prensa y salir hacia otro rumbo de competencia, tarea que no es sencilla, porque si bien el sistema de transporte es permanente, las distancias, aún agilizadas, llevan un tiempo considerable. Pero efectivamente varios estuvimos allí por el sector de hipismo, antes que el hecho saliera a la luz.

El incidente se sumó a una explosión controlada de un paquete sospechoso en las proximidades de la playa de Copacabana, cerca de la meta de ciclismo, realizada durante esta misma jornada por las fuerzas de seguridad brasileña.

Al respecto si algo se recomendó es no dejar mochilas, ni bolsos en ningún lado, ya que donde se encuentra un objeto sin dueño a la vista el mismo es cercado y retirado. La seguridad está en cada detalle y la presencia policial y militar constante.