La política en foco

Un discurso que conviene escuchar

Gabriel Rossini

@taperossini

“La situación laboral es muy grave”. La confesión del titular del Indec, Jorge Todesca, en la presentación de los índices de desempleo puso en el centro de la agenda pública la crítica situación del empleo en la Argentina, en una semana donde después de mucho tiempo y como tantas veces en su historia, el movimiento obrero organizado se reunificó, con mensajes de advertencia al gobierno.

El origen del malestar de los dirigentes gremiales es el creciente malhumor social consecuencia de la recesión económica, admitida por primera vez esta semana en el Congreso de la Nación por el jefe de Gabinete. Una curiosidad: Peña admitió la recesión pero dijo que no hubo pérdida de puestos de trabajo; un aporte argentino a la teoría económica.

En rigor de verdad, la situación laboral en el país no era la mejor en diciembre de 2015. La demanda de empleo estaba estancada desde hacía por lo menos dos años y muy poco se había avanzado en el combate contra el trabajo no registrado y la precarización laboral. Tener un tercio de los trabajadores “en negro” no debería ser tolerado por la sociedad argentina. Sobre este contexto el gobierno lanzó un ajuste que se “comió” buena parte del poder adquisitivo del salario.

Sergio Palazzo, el secretario general de la Asociación Bancaria, lo describió sin piedad en su discurso de “ruptura” en el Congreso de la CGT del lunes: “A esta unidad le está faltando que nos demos determinadas políticas: la primera es qué vamos a hacer como dirigentes obreros con la mitad de los trabajadores que están en la economía informal. Si contabilizamos más de 2 millones de monotributistas, 1,5 millones de monotributistas sociales, 2 millones de desocupados y un tercio de trabajadores en negro, por lo menos la mitad de los trabajadores no está representada”.

Al discurso de Palazzo, líder de uno de los gremios con los trabajadores mejor pagos del país, y a quienes asumieron la conducción de la central obrera en general, el gobierno debería prestarle más atención porque significa en términos históricos un cambio de época: el final de la etapa negociadora, aunque no será abrupto, como nunca lo fue.

Los dirigentes gremiales argentinos son extraordinarios negociadores, sobre todo con los gobiernos que no son peronistas. Desde el derrocamiento del general Perón, en 1955, lo hicieron con todos y a cada uno le arrancaron significativas conquistas. Dos ejemplos: a Arturo Frondizi le sacaron, en 1958, la ley 14.455 de Asociaciones Profesionales que reconocía el sindicato único por industria y les permitía recaudar directamente las cuotas sindicales; y a Onganía, la 18.610, que les permitió el manejo de los fondos de las obras sociales. Con Macri acordaron la devolución de 30 mil millones de pesos que Cristina les retuvo sin explicaciones.

“Mientras discutimos algunas cosas los dirigentes, el gobierno generó más desempleo, una inflación de más del 40 por ciento, más concentración de la economía y nosotros seguimos en un debate de cuánto tiempo más le vamos a dar al gobierno. Sostenemos que el congreso de la CGT debe tratar un paro general de 24 horas que no puede pasar de septiembre, que tenemos que tener un programa y hacernos carne que a este gobierno no hay que darle un minuto más de tiempo porque cada minuto que le damos es un trabajador en la calle, un salario menos y una familia más con problemas. Este congreso tiene que tener una agenda y un programa y no regalarle la agenda a los Aranguren, los Macri y los Prat-Gay”, terminó Palazzo. Algo que conviene no olvidar.