La política en foco

Mensaje masivo

Germán de los Santos

[email protected]

No hay una cara visible, un interlocutor definido, sólo dos palabras que nacieron ante un malestar prolongado. “Rosario sangra” abroqueló frente a los tribunales y la sede de la gobernación a más de 30 mil personas, y otro tanto en las plazas de varios barrios, con un mensaje claro y sin fisuras: poder vivir mejor, en paz y sin una violencia que se asienta como un mal endémico desde hace más de cuatro años.

El mensaje lo dejó en el aire una multitud uniforme, sin banderas políticas, que no fue convocada por los medios de comunicación convencionales sino desde un simple perfil de Facebook que se abre sin pagar un peso. Esa masa de gente se mostró con madurez, sin pedir la cabeza de nadie, ni mano dura. Exhibió su poder de ciudadanía que no sólo se ejerce en las urnas.

El gobierno enfrenta nuevos desafíos sobre viejos problemas. No hay una cara visible con quien dialogar y poder actuar con las herramientas clásicas de la política, en las que alguien demanda y otro cede o corrige para desactivar el reclamo.

Está solo y tiene la obligación de dar una respuesta efectiva frente a una protesta madura de ciudadanos que transformaron el dolor en un hecho político. Las víctimas no exigieron planes faraónicos que nunca se cumplen, como ocurre desde hace años.

Enrique Bertini, el empresario a cuyo hijo Mariano lo mataron hace dos años en una entradera, reclamó algo elemental: “Pónganse de acuerdo y hagan algo”. La exigencia no es sólo para el gobierno sino también para la oposición. Atraviesa todo el espectro político, que por los primeros reflejos sigue subestimando un contexto en el que no hay más changüí.

El fracaso está asegurado si se sigue viendo la realidad como un tablero de campaña electoral permanente. Ya ocurrió en mayo de 2015, cuando en la previa de las elecciones provinciales, volvió por segunda vez Gendarmería para calmar la bronca por la inseguridad.

Ante la escasez de ideas, el único bálsamo para saciar el reclamo son los hombres vestidos de verde, que en su paso por Rosario no resolvieron los problemas de fondo pero se ganaron la confianza de los ciudadanos que se sienten más protegidos con sólo verlos en la calle, frente a una policía que está desconectada con la sociedad a costa de haberse transformado en una fuerza autónoma que muchas veces trabaja para el delito.

El martes, Patricia Bullrich le transmitirá al gobernador Miguel Lifschitz su propio programa de seguridad urbana en Santa Fe que implicará que se trasladen a la provincia unos 3.000 efectivos de fuerzas federales y una delegación del Ministerio de Seguridad de la Nación. Esa convivencia plantea nuevos desafíos.

Los planes se apilan sobre los fracasos. Después del desembarco de los gendarmes en 2014, y de la crisis que generó el crecimiento de los homicidios en las dos principales ciudades de la provincia, el entonces ministro Raúl Lamberto decidió sacar más policías a la calle. Formar nuevos uniformados para que reemplazaran a los gendarmes. Se crearon las policías Comunitaria y de Acción Táctica. Y nada terminó por completarse. Pullaro le puso otra impronta a la gestión, pero no alcanzó a mostrar efectividad y se vio obligado a cambiar tres cúpulas de la policía en ocho meses.

Ahora, también el gobierno provincial prepara lo que denomina un megaplan de seguridad. La idea es acelerar el proceso de cambios en la forma de realizar patrullajes organizados por cuadrantes y ya no por el radio de las comisarías.

Este esquema está previsto que funcione con una plataforma tecnológica de control y evaluación en tiempo real. Se sumará un nuevo diseño de patrullero, parecido al de la Policía Federal para dejar en el pasado la imagen del Corsa desvencijado que muchos policías tienen que empujar para que arranque. Mientras tanto, para el próximo 8 de septiembre, por las redes sociales se convocó a una nueva marcha que presupone la aparición de un nuevo actor donde más duele: en la calle.

El reclamo es poder vivir mejor, en paz y sin una violencia que se asienta como un mal endémico.