llegan cartas

“A costa de tanto sufrimiento de un pobre caballo”

LIDIA MONTAGNINI

DNI 3.555.199

En relación a los carros, como otros lectores quiero contestarle a Juan Pueblo, que entre otras consideraciones varias dice textualmente al final: “Aparentemente tiene el mismo derecho a circular un carro que un auto”. La cosa no es así: para poder circular un auto tiene que estar funcionando en perfecto estado, certificado por la revisación técnica obligatoria, anual, para vehículos de más de 3 años; debe tener seguro obligatorio contra terceros; que se haga responsable en caso de provocar un accidente. Aquí, años atrás, un carro con ruedas de madera le hundió la puerta a un auto nuevo que estaba estacionado. Al propietario nadie le pagó semejante estrago, ni el ciruja ni la Municipalidad responsable de permitir la circulación de carros. El auto tiene cinturones de seguridad, a pesar de ser un habitáculo cerrado. Para conducirlo, hay que rendir rigurosos exámenes, teóricos y prácticos, de conocimiento y examen psicofísico. Al carro lo conduce cualquiera, muchas veces, menores. Otras, sentados, van mujeres con criaturas en brazos. Ahora, algo que yo me he preguntado siempre ¿cómo es que llegan de otros países, gente como los peruanos, cubanos, bolivianos, etc., y todos consiguen trabajo? El trabajo que han hecho los bolivianos en las huertas de Rincón, Montevera, Coronda, etc., es admirable. Esto durante años, mientras esta gente daba vueltas con un carro por la ciudad, azotando a un pobre animal. En lo personal, al pobre que trabaja le levanto un monumento, pero al vivo, que explota el esfuerzo ajeno hago lo que hacen los Castro de Cuba: presos por vagancia. Claro que hay quienes están de parte de los carros: los comerciantes, a los que les resulta más barato contratar un carro que un contenedor o un taxiflete, aun a costa de tanto sufrimiento de un pobre caballo.