editorial

  • Desde hace tiempo los informes Pisa, pero también los informes cotidianos de padres y profesionales, dan cuenta del retroceso de nuestro sistema educativo.

“Aprender”, la educación y sus perspectivas

La buena noticia es que el Estado nacional decide implementar una evaluación acerca del estado de la educación primaria y media en la Argentina; la mala noticia es que los sindicatos educativos y los nostálgicos del orden kirchnerista decidieron sabotearla. Por supuesto, lo que se debe privilegiar es la buena noticia, porque si bien ya existía un sistema de evaluación, sus deficiencias eran visibles y en algún punto escandalosas; por el contrario, ahora se intenta avanzar con propuestas más completas, seguramente perfectibles pero que de alguna manera pueden ser consideradas un punto de partida valiosísimo para afrontar con un mínimo de rigor la crisis educativa que vive la Argentina desde hace muchos años.

La iniciativa de “Aprender” merece por lo tanto el apoyo de la sociedad y las instituciones, algo que dicho sea de paso lo ha logrado porque más allá de la mala fe, el espíritu faccioso y los comportamientos reaccionarios de quienes paradójicamente suelen presentarse como revolucionarios, lo cierto es que el sabotaje apenas alcanzó a una minoría de docentes y profesionales de lo que un periodista alguna vez calificara como “la máquina sistemática de impedir”.

El emprendimiento del gobierno nacional recupera para el Estado sus mejores tradiciones históricas. En homenaje a la memoria, hay que recodar las resistencias que generó el censo nacional promovido por Sarmiento en 1869; o las evaluaciones impulsadas en el contexto del proyecto de educación primaria, gratuita y obligatoria, por no mencionar los rechazos y recelos que produjo la inquietud de Joaquín V. González por encomendarle al ingeniero Bialet Massé un estudio pormenorizado acerca de las condiciones de vida de la clase trabajadora.

“Aprender”, en ese sentido, es un punto de partida y desde ya el esfuerzo gigantesco de un país en crisis por incluir en esta evaluación a más de 1.300.000 alumnos. Lo que deberíamos preguntarnos respecto a lo que está ocurriendo no es por qué se hace lo que se hace, sino por qué no se hizo antes, sobre todo cuando desde hace tiempo los informes Pisa, pero también los informes cotidianos de padres y profesionales dan cuenta del retroceso de nuestro sistema educativo.

¿Que la evaluación podría ser mejor? Es posible, pero lo que debe destacar en primer lugar es el formidable esfuerzo del Estado por involucrarse seriamente en un tema prioritario de una sociedad moderna: la educación y sus perspectivas. Seguramente, la evaluación podrá ser ampliada y corregida en el futuro; seguramente se abrirá un debate rico acerca de los diferentes caminos a transitar para acceder a una educación de excelencia; seguramente todas las voces serán escuchadas en un campo donde hay orientaciones pero nadie tiene la receta mágica, pero lo meritorio, es que desde la máxima responsabilidad política de la Nación hay una preocupación por diagnosticar lo que pasa en materia educativa, justamente en el país que alguna vez estuvo a la vanguardia en América Latina y en el mundo.

El comportamiento de los gremios docentes, que parece estar más interesado en saldar internamente espacios de poder que en tratar de generar condiciones objetivas para una mejor educación, merece ser evaluado. El sindicalismo docente debe dejar de aparecer como un obstáculos a una educación de excelencia, para transformarse en motor de propuestas que acerquen a los docentes a una capacitación adecuada a las necesidades educativas de los tiempos que corren.

Es meritorio que desde la máxima responsabilidad política de la Nación haya preocupación por diagnosticar lo que pasa en materia educativa.