editorial

  • En promedio, mueren tres veces más argentinos en accidentes que víctimas de la inseguridad. Sin embargo, no se conocen políticas globales tendientes a revertir la situación.

Tránsito: tema ausente en el debate público

La cifra resulta desoladora. Durante el último fin de semana largo, 25 personas perdieron sus vidas en rutas que atraviesan la provincia de Santa Fe: 12 en el choque de colectivos ocurrido en Pérez; 6, en Las Parejas; 3, en Colonia Silva; 2, en San Cristóbal, y 1, en San Genaro.

En los últimos años, la cantidad de víctimas por accidentes de tránsito en la Argentina triplica al número de muertos por la inseguridad. Sin embargo, a pocos parece preocuparles esta situación. De hecho, el tema sigue ausente en los discursos políticos y no se conoce ningún plan tendiente a revertir esta tragedia.

Según datos oficiales, durante 2016 en el país se produjo un promedio diario de 8 muertes debido a la criminalidad. Como contrapartida, el tránsito provocó en promedio 21 muertes por día.

En el reciente discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, Mauricio Macri dedicó 16 párrafos para hablar de la inseguridad, y ni siquiera uno para hacer mención al tránsito. La referencia más cercana a este problema pasó por el anuncio de la construcción de autopistas y rutas. Sin embargo, lo planteó dentro de la temática de infraestructura y obra pública. No se trata de cargar las tintas contra el actual presidente. Lo mismo sucedió con sus antecesores.

La situación no se revierte con lágrimas y días de duelo. Esta realidad sólo cambiará desde el momento en que la sociedad argentina en general tome conciencia de que algo hay que hacer para evitar tantas pérdidas de vidas. La experiencia indica que los gobernantes suelen actuar según las demandas sociales. Mientras para la mayoría de los habitantes de este país las muertes en el tránsito sigan representando un problema secundario, difícilmente desde el Estado se le otorgará al problema la importancia que merece.

Frente a tanta pasividad, se termina imponiendo la sensación de que no existen soluciones posibles. Sin embargo, se trata de un error. En 1989, un total de 5.940 españoles murieron en rutas y caminos. El problema se convirtió en una verdadera cuestión de Estado y, desde entonces, la cantidad de víctimas no dejó de disminuir. El año pasado, el número de muertos por accidentes de tránsito en ese país fue 1.160.

La sociedad argentina acostumbra a reaccionar con los hechos consumados y cuando es demasiado tarde. Los ejemplos en este sentido abundan: fue necesario que el 30 de diciembre de 2004 murieran 194 personas en Cromañón, para que se tome conciencia de la necesidad de que los locales públicos cuenten con salidas de emergencia; debieron fallecer 52 pasajeros en los trenes del Sarmiento en febrero de 2012, para que el Estado nacional inicie un proceso de reconversión del sistema.

Lo ocurrido en el accidente de dos colectivos de la misma empresa sobre la Ruta Nacional 33 es un claro llamado de atención. Tanto los usuarios de esta línea, como los choferes que venían prestando servicios en ella, coinciden en que desde hace años venían realizando denuncias por el mal estado de los coches y la deficiente prestación del servicio. Sin embargo, no se tomaron las medidas necesarias como para solucionar el problema.

Así como en su momento sucedió con esta firma, desde hace tiempo otras empresas de transporte que brindan servicios dentro del territorio provincial vienen siendo blanco de quejas por parte de los pasajeros. Lo sucedido tiene que servir de aprendizaje. Cuanto antes, desde el Estado se deben adoptar las medidas necesarias como para evitar nuevas tragedias.

Los accidentes existen y seguirán existiendo. Lo imperdonable, en todo caso, es que no se tome conciencia de la gravedad de la situación y no se actúe en consecuencia.