La tecnología y su espacio en las escuelas

Por Elda Sotti de González

Resulta imposible en estos tiempos desconocer que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación y sus novedades constantes impactan fuertemente en la conducta social; se trata de una presencia poderosa de alcance global, que encauza las miradas hacia nuevos procesos tanto de culturización como de socialización. Y si bien es verdad que esas tecnologías en los colegios modernizan el quehacer educativo y abren espacios de los que emergen interesantes y variadas sugerencias que movilizan, que aguzan la actividad intelectual, no deberíamos pensar que resuelven todos los problemas presentes en las aulas.

Me pregunto, ¿qué sucedería con una escuela sin posibilidades de acceso a Internet? ¿Estarían los niños destinados al fracaso? Entiendo que no. Existen innumerables recursos, simples, modestos y a la vez valiosos que pueden favorecer el desarrollo de actividades atractivas y conducir a momentos de profunda reflexión. Tengamos presente que “tecnología en las escuelas” no equivale a “aprendizaje asegurado”. Una educación de calidad, a mi juicio, no depende de la utilización de medios provenientes del avance tecnológico, sino de los principios y valores que la sustentan. Desde la singularidad de cada Instituto Educativo, intentarán alcanzar la calidad con los recursos disponibles. Como bien lo señala Jordi Adell, licenciado en Filosofía y Doctor en Ciencias de la Educación, “un buen docente lo es con y sin tecnología”. Pensemos que con el enorme potencial de la tecnología o sin él, no se diluye la influencia de los aportes de diversos educadores, como el constructivismo de Piaget, la concepción del aprendizaje socialmente mediado de Vygotsky, el aprendizaje significativo de Ausubel, la pedagogía de la comprensión de Perkins o el aprendizaje por descubrimiento de Bruner, para quien el educando recibe ayudas o “andamios cognitivos” que le permiten avanzar hacia el nivel de competencia deseado. En general, se trata de distintos paradigmas o modelos de acción sobre los cuales vale la pena detenerse a investigar. Dado que la mayoría de las escuelas cuenta con el acceso a Internet, resulta sumamente motivadora la WebQuest, una actividad que seguramente todos los docentes conocen y cuyo significado es “investigación o búsqueda en la web”, y está basada en el trabajo cooperativo y en presupuestos constructivistas.

Su diseño no es demasiado complicado: una vez seleccionado el tema y conformados los grupos, el docente asigna a cada grupo una tarea y asume el rol de guía o mediador, ofreciendo oportunas orientaciones a quienes las soliciten. Dicho sea de paso, es posible hallar en Internet abundante información al respecto. Para Adell, la WebQuest es “un auténtico viaje intelectual, una aventura del conocimiento”. ¿Qué se procura con este tipo de actividad? El alejamiento de la simple transmisión de contenidos. Interesa sobremanera la interpretación que se manifiesta cuando los estudiantes logran explicar con sus propias palabras los resultados de la investigación e inclusive van más allá de la obtención de datos. David Perkins en “La escuela inteligente” nos advierte que “si no hay comprensión es muy difícil usar activamente el conocimiento”.

Aunque no deberíamos considerarlas como únicas herramientas, tenemos que admitir que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación -en tanto permiten el desarrollo de estrategias didácticas originales- allanan el camino para que el alumno desde su interés y curiosidad, y a partir de los distintos tópicos abordados, alcance niveles de comprensión útiles para toda la vida. Y al mismo tiempo se capacite para arribar a un pensamiento independiente, que incluya criticidad y creatividad.

Pensemos que con el enorme potencial de la tecnología o sin él, no se diluye la influencia de los aportes de diversos educadores.

Para Adell, la WebQuest es “un auténtico viaje intelectual, una aventura del conocimiento”.