Solo y perdido en la Terminal

Un abuelo en problemas

Tiene 79 años. Padece dificultad para ubicarse en tiempo y espacio. Lo restituyeron a un hogar de ancianos.

21-2-DSC_5279.jpg

A partir del documento de identidad del abuelo, la policía comenzó el rastreo de datos.

 

Danilo Chiapello

[email protected]

Es domingo, temprano, y la terminal de ómnibus local luce todavía dormida.

Por los pasillos, el personal de limpieza se topa con el paso vacilante de algunos borrachines, que todavía no terminaron “la noche” del sábado.

En el inmenso hall unas pocas personas que miran con insistencia el reloj, mientras aguardan aburridas la salida de su micro.

De repente aparece un hombre. Camina despacio y se lo ve frágil. Con su silueta encorvada comienza a deambular por las boleterías.

Pide un pasaje, pero no tiene en claro el destino. En algunas ventanillas dijo que quería llegar a Buenos Aires. En otras que se quería dirigir a Paraguay. El desconcierto comienza a ganar terreno entre los empleados.

La situación no pasó desapercibida para los agentes del destacamento policial que funcionan en el lugar. A la distancia los uniformados observan los movimientos erráticos de este misterioso pasajero que sigue de ventanilla en ventanilla.

Con buen tino, y antes que sea demasiado tarde, los agentes van a su encuentro.

Pero el diálogo no fue provechoso. Muy poco fue lo que se pudo sacar en claro. Las respuestas del abuelo son confusas. Y de a ratos, hilarantes.

Inspector y recolector

* “ Yo tengo dos nombres”, dijo el hombre a modo de presentación. “Me llamo Liduvino Antenor Vallejos Colman. Y soy inspector de la (Policía) Montada. Pero al rato aclaró que también se llama Santos Roque Giménez. “Con ese nombre me conocen acá”.

Luego de semejante declaración, los policías comenzaron a “correr” más. El único dato de cierta confiabilidad fue un maltrecho documento de identidad que el abuelo exhibió ante los policías. Allí podía leerse como nombre Liduvino Antenor Vallejos Colman. Nacido en 1938.

Cuando se le preguntó por el motivo de su presencia en el lugar, el hombre explicó que “vine a saludar a mis amigos los policías. Ellos son buena gente, aunque no hay que molestarlos”, aclaró.

Y acto seguido se despachó con el origen de su segundo nombre.

* “A mí la policía me hizo cambiar mi nombre. Me decían que era muy largo. Y que me tenía que buscar dos testigos para cambiarlo. De allí que me llamo también Santos Roque Giménez. Con ese nombre me conocen acá. También soy recolector de miel. Sé sacar la miel de la abeja reina... esa vale mucha plata”, indicó.

El gran escape

A todo esto los policías seguían con sus averiguaciones. De estos trámites se logró establecer que el abuelo pertenece a un hogar de ancianos de la ciudad de Rafaela. Dicha institución tendría un régimen de “puertas abiertas”, situación que permitió el “escape” de Liduvino.

“Hace dos años y cuatro meses que estoy en ese lugar”, dijo en un momento el hombre, de quien se supo que sabe hacerse unos pesos como cuidador de autos en “La Perla”.

Aclarado este punto, finalmente un personal policial sacó pasaje y acompañó al anciano a su lugar de residencia.

“Lo quiero a Macri”

Y antes de subir al micro, el abuelo se despidió con otra “perla”.

* “Digan que yo quiero a este gobierno de Macri. Lo quiero mucho, porque ese hombre es muy bueno. Hay gente que le quiere hacer daño, pero él va a sacar al país adelante”, reflexionó.

21-1-DSC_5283.jpg

Luego de varias averiguaciones, personal policial acompañó a Liduvino hasta un hogar de ancianos de Rafaela.

Fotos: Flavio Raina