Tribuna de opinión

La Picasa: contraste histórico (*)

La Picasa: contraste histórico (*)

La Picasa, en la actualidad, desborda sobre la Ruta Nacional 7. Foto: El Litoral

 

Las graves inundaciones que afectan al país, y en particular a la provincia de Santa Fe, producto de lluvias inusuales producidas desde el otoño del año pasado a la fecha, ponen de manifiesto extremos, producidos por intervenciones inconsultas en el ecosistema por parte del hombre y por otra parte, la ausencia de obras de mitigación respecto de sus efectos.

Quizá, el ejemplo emblemático de esta doble contradicción, sea lo acontecido con la laguna La Picasa en el sur de nuestra provincia, que producto de canalizaciones inadecuadas, varias de ellas clandestinas, ha alcanzado una dimensión extraordinaria, abarcando casi 40.000 hectáreas de campos productivos, inundando y cortando la Ruta 7 en un extenso tramo, y amenazando con inundar las localidades cercanas.

Esta nota viene a cuento de los contrastes que ocasiona la acción del hombre en la naturaleza, cuando se realiza mal.

Rodolfo Doldán Furno hizo llegar una nota muy crítica de estas acciones, que para beneficiar a algunos, sacándoles el agua de sus campos, perjudican a otros a quienes terminan inundando. Y hace especial referencia a la obra del canal Vila-Cululú, que afectaría a los campos aguas abajo sobre el arroyo Cululú (Ngululú, ruido que hacen las burbujas en el agua, como lo llamaban los indios habitantes de la zona.), a la vera del cual tiene su campo.

Con referencia a la laguna La Picasa, que se encuentra dentro de lo que fue la estancia La Picaza, que en algún tiempo fuera de su abuelo, don Agustín de Iriondo, nos hizo llegar la copia de una nota dirigida por el Coronel Julio de Vedia al General Emilio Mitre desde La Verde en diciembre de 1862. La carta, que se transcribe a continuación, fue redactada en camino, durante su campaña contra los indios ranqueles. En la misma, describe la situación de La Picasa y su entorno en aquel momento que hoy refleja un verdadero contraste histórico.

“Querido Emilio: Mi estrella militar no se desmiente. Con el exceso de modestia que forma el fondo de mi carácter, me he echado la culpa a mí mismo nueve veces cada diez que me ha ido mal, pero lo que es esta vez no puedo acusarme de nada. He hecho cuanto ha sido posible, pero todo en vano. Desde que me moví de Rauch, ha sido necesario hacer jagüeles para la gente, no siendo buena sino para la hacienda, la muy mala que se encontró los dos primeros días; después de esos dos días ha sido necesario hacer jagüeles para la gente y hacienda; es decir, para más de cuatro mil caballos, mil cabezas vacunas y mil hombres, que, a la verdad, no son los que menos beben. Ya te figurarás si se ha trabajado, pero te formarás una idea exacta después de los que vas a leer.

“En la laguna de Lancarloo decía Coliqueo que sacaríamos agua fácilmente; la sacamos, pero fue cebando en tosca y a más de vara y media. De Lancarloo, marchamos a La Picasa, donde los indios decían que sacaban agua con el cuchillo y que donde pisaban los caballos ya vertía agua. En esa dichosa Picasa he hecho hacer jagüeles, el menor de tres varas sobre dos, y algunos de ocho varas de largo, término medio de profundidad, altura y media de hombre; vertientes mezquinas al extremo de tener que esperar concluida el agua, dos horas para que junten agua para veinte caballos.

“Anoche me moví de La Picasa, y hoy a las diez llegué a este punto, que unos dicen La Verde y otros El Uncal; he andado diez leguas muy largas. La laguna está completamente seca, y en su fondo hay trebolares semillados, lo que prueba que hace más de seis meses que por aquí no llueve.

“Aquí, los jagüeles dan bastante agua, pero nos han dejado sin palas; como una prueba de la dureza del terreno, te mando un pedazo de tosca, que tomé acaso de uno de ellos.

“Fermín Sánchez, Corón y todos los baqueanos están contestes en que puesto que aquí no hay agua, no la hay en ninguna parte; las partidas que he desprendido en todo rumbo vuelven con la retahíla: si son cristianos, ‘no hay agua', si indios, ‘melay coo'.

“Voy, pues, a ponerme en retirada con el corazón oprimido, pero con la conciencia tranquila, pues creo haber hecho cuanto es posible para obtener buen éxito. Acaban de llegar las yeguas; mañana despacharé al oficial que las conduce; no lo hago ahora porque me falta un indio de los más empeñosos en ir a los toldos y espero su vuelta con ansia.

“Cuanto yo te diga del espíritu de esta fuerza es poco. El campo está como una yesca, y no obstante, una sola vez se ha quemado el campo y eso bastante adentro. Aquí, no se duerme hace cinco días; la tropa da agua a sus caballos de día y de noche, y los jefes y oficiales presiden la operación.

“Coliqueo, que se quedó anoche en La Picasa y acaba de llegar, donde dejé la hacienda y alguna caballada, ha encontrado muy casualmente un guaico con agua, en el que ha venido bien todo lo que dejé atrás, y eso unido a que los jagüeles me dan bastante agua, me anima a hacer un último esfuerzo, marcharé hasta Blanca Manca, donde ya sé que no hay agua, pero con el resto de palas que me queda haré jagüeles, aunque sea para la gente, y de allí desprenderé partidas para todo rumbo. Si no se encuentra agua, será indispensable retroceder, pero si encuentro un guaiquito en que tome siquiera la caballada de reserva, haré lo siguiente: montando la gente en la de marcha, dejaré la sobrante y la hacienda con una parte de la fuerza, mataré en una última jornada lo que llevo montado, y ensillando uno de reserva y otro de rito, haré unas marchas forzadas hasta llegar a los toldos, los que tengo seguridad de sorprender, pues la misma seca aleja de ellos toda sospecha de que podamos ir. Si no los sorprendo, es lo mismo; con cuatrocientos hombres míos y doscientos hombres de Coliqueo, tengo, no digo para batir a los ranqueles, sino a Calfucurá con ellos.

“Como te digo, me he quedado sin herramientas; y si fuera posible deberías enviarme algunos picos, palas y baldes, porque si no llueve me veré en figurillas a la vuelta.

“Adiós, voy a poner en práctica aquello de ayúdate que Dios te ayudará; si no me ayuda, creeré ver en ello una advertencia de que no nací para militar, y ensayaremos otro oficio.

“Debo advertir a V.S. que los mismos indios no vuelven de su asombro al ver completamente secos campos donde nunca notaron escasez de agua.

“Dios guarde a V.S. muchos años, Julio de Vedia”.

(*) Transcripción de una carta del año 1862 remitida a este diario por Rodolfo Doldán Furno.

“La laguna está completamente seca, y en su fondo hay trebolares semillados, lo que prueba que hace más de seis meses que por aquí no llueve”.

“Debo advertir a V.S. que los mismos indios no vuelven de su asombro al ver completamente secos campos donde nunca notaron escasez de agua”.