La vuelta al mundo

Seymour Hersh y el periodismo de investigación

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Seymour Hersh. Foto: Captura de Internet

 

Seymour Hersh... nacido en Chicago en 1937 y considerado el gran patriarca del periodismo norteamericano. Una trayectoria profesional de más de medio siglo le ha permitido ganarse el respeto de muchos de sus colegas y lectores gracias a sus opiniones comprometidas y valientes. También se ha ganado el odio de unos cuantos, en particular de los poderosos afectados por sus denuncias. A esa corte, debería sumársele la envidia de no pocos, porque es bien sabido que a la gente se le perdonan muchas cosas menos el talento.

Se inició escribiendo en un modesto diario de su ciudad natal, pero gracias a su rigor profesional y su notable inteligencia pronto se ganó un lugar destacado en los diarios y revistas nacionales. Durante años fue un columnista destacado de New York Times y la revista New Yorker. Sus notas, artículos e investigaciones están calificadas como la mejor literatura periodística de un país que se ha destacado por contar con excelentes periodistas.

Su reconocimiento profesional fue inversamente proporcional a las críticas promovidas desde el poder. En tiempo de Bush, sin ir más lejos, fue declarado “terrorista” y enemigo jurado del gobierno. Como para probar que no hablaban en broma, la presidencia le ordenó a los funcionarios de la Casa Blanca que no le otorgase ninguna entrevista y que, por supuesto, a ningún portero se le ocurriera dejarlo pasar.

No obstante ello, Hersh se las ingenió para seguir haciendo de las suyas. Siempre trabajó duro y se esforzó por probar cada una de sus afirmaciones. Cuando apenas tenía 32 años, ganó prestigio mundial por publicar los pormenores de la masacre de My Lai, una aldea vietnamita que adquirió siniestra fama cuando una expedición armada de soldados norteamericanos al mando del teniente William Calley y el capitán Ernesto Medina, asesinó a 374 civiles desarmados e indefensos. Los hechos ocurrieron una mañana del 16 de marzo de 1968. Y Hersh se preocupó por evocarlos desde los detalles, desde el dolor, la desolación y la muerte.

Sabemos que Bob Woodward y Carl Bernstein tuvieron un protagonismo de primer orden en el caso Watergate, pero el rol de Hersh fue muy importante escribiendo sus columnas desde el New York Times. Lo que sucede es que la diferencia entre uno y otros, más que profesional fue mediática: sobre Hersh no se hizo una película -por ejemplo- en la que el actor que lo interprete se llame Robert Redford o Dustin Hoffman.

Otras investigaciones de Hersh no fueron menos importantes. Una de sus “víctimas” favoritas fue Henry Kissinger, a quien lo denunció por su participación en el golpe de Estado contra Salvador Allende, los bombardeos a Camboya y, por supuesto, la guerra de Vietnam. A decir verdad, las denuncias fueron precisas y se divulgaron por todo el mundo, pero sus efectos no provocaron grandes consecuencias, ya que Henry Kissinger recibió el Premio Nobel de la Paz en esos años. Y hasta ahora no se sabe con certeza si este reconocimiento no fue más que una humorada un tanto macabra, un tanto cínica de los suecos.

Al iniciarse el siglo XXI nuestro investigador cumplió un rol importante en temas tales como el atentado terrorista contra las Torres Gemelas, la guerra en Irak y los negociados que perpetran los jefes musulmanes de Pakistán o Arabia Saudita con los empresarios y políticos adictos a la Casa Blanca. En esa línea ha publicado varios libros y su columna en el The New Yorker fue una pesadilla para los gobiernos de Bush padre e hijo.

Sobre las actividades ilícitas de la CIA escribió una series de artículos publicados en el New York Times. Y en el New Yorker denunció en 2003 a uno de los principales colaboradores de Bush por haberse enriquecido con la guerra del Golfo. Al año siguiente volvió a adquirir notoriedad con sus denuncias sobre las torturas aplicadas por soldados norteamericanos contra los detenidos en la cárcel de Abu Ghraib.

Hace un par de años volvió a la primera plana de los diarios con sus investigaciones acerca de la muerte de Bin Laden. Mejor dicho, acerca de cómo mintió el gobierno de Obama con ese operativo que pretendió presentarse como un impecable operativo militar, cuando se llegó a probar que todo estuvo arreglado de antemano con los jefes militares de Arabia Saudita y Paquistán.

Un periodista de investigación

¿Cómo trabaja Hersh? Fundamentalmente cumple con los principios básicos del periodismo de investigación: no subestimar ningún dato, controlar la información recibida y, sobre todo, respetar y proteger la identidad de sus fuentes de información. Lo demás es talento, olfato y honestidad intelectual. Habría que agregar que Hersh, como los grandes periodistas de investigación de todos los tiempos son personas cultas, que conocen el mundo en el que viven y particularmente están al tanto de sus debilidades y sus vicios. Suelen no estar identificados partidariamente, pero son hombres formados políticamente y disponen de una determinada visión del mundo. Hersh, por ejemplo, es acusado de “Liberal” por los halcones de la Casa Blanca. Liberal en versión yanqui, pero su identidad política con el Partido Demócrata no le impidió criticar con dureza iniciativas de Clinton y Obama

Hay otros méritos, además. Un periodista de investigación sabe escribir, un “detalle” que parece obvio, pero que muchos aspirantes a periodistas subestiman, Hersh es de los escritores que sostiene que se escribe con claridad porque se piensa con claridad. También es de los que distingue muy bien el campo de la ficción del campo de la realidad en el que se deben desenvolver los periodistas.

Está, por último, o en primer lugar, la integridad moral. Un periodista de investigación no es un denunciero, no es un operador del sensacionalismo. Tampoco establece con sus informantes relaciones perversas. No coimea ni se deja coimear. Dicho con otras palabras, un periodista de investigación busca la verdad y el bien público, no es un chantajista ni un extorsionador.

Hersh ha dicho en sus entrevistas que las fuentes de sus informaciones provienen del poder. Son los mismos postergados en sus carreras burocráticas, o quienes han sido desplazados del poder, los que en determinado momento pasan informes o dan a conocer papeles secretos que son el punto de partida -y nada más que el punto de partida- de toda investigación. Lo sucedido con “Garganta Profunda ” se inscribe en este contexto. William Mark Felt -el célebre Garganta Profunda- no era un patriota ni un hombre virtuoso preocupado por la moralidad pública o la institucionalidad republicana. Por el contrario era un sabueso ambicioso e inescrupuloso del FBI que esperaba reemplazar a Hoover. Pero cuando se enteró que para ese puesto había otro nombre empezó a “transmitir” información reservada.

Hersh es un especialista en conectarse con este tipo de gente y ha demostrado ser un excelente y discreto interlocutor. Queda claro que este trabajo exige inevitablemente lidiar con gente difícil. Cuidadoso, detallista, experimentado, no obstante también se equivocó y fue entrampado por las intrigas del poder. Un periodista sabe que ese riesgo siempre existe y Hersh en algún momento pisó el palito.

¿Cómo fue eso? En una oportunidad recibió información “confiable” en la que le aseguraban que John Kennedy había pagado para silenciar a Marilyn Monroe. Nuestro investigador trabajó sus fuentes, les parecieron correctas, y escribió el libro “El lado oscuro de Camelot”. Apenas salió el libro a la calle se demostró que la información era falsa y sus enemigos se aprestaron a despellejar al reconocido despellejador. Lo que hizo Hersh en esa ocasión fue también un ejemplo de conducta periodística: inmediatamente ordenó sacar el libro de circulación y pidió disculpas a la opinión pública. Con todo, no salió bien parado del episodio, porque le llovieron críticas de todos los costados, pero los que pretendieron liquidarlo se quedaron con las ganas.

En tiempos de Bush, Hersh fue invitado por los estudiantes de periodismo de la universidad de Columbia para cerrar el ciclo lectivo. En esa ocasión dijo, entre otras cosas: “Me gustaría ver a los periodistas controlando gobiernos, me gustaría que criticaran a una administración capaz de llevarnos a una guerra por unas armas que no existen. Y me gustaría que escribieran que no hay armas de destrucción masiva en Irak”. Impecable.

por Rogelio Alaniz

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Un periodista de investigación no es un denunciero, no es un operador del sensacionalismo. Tampoco establece con sus informantes relaciones perversas. No coimea ni se deja coimear. Dicho con otras palabras, un periodista de investigación busca la verdad y el bien público, no es un chantajista ni un extorsionador.