LA POLITICA EN FOCO

De la campaña sucia a la parábola del sembrador

Las redes sociales y el tipo de conductas que en ellas proliferan, son campo propicio para nuevas modalidades de proselitismo agresivo. En tanto, hay tradiciones que se mantienen.

Emerio Agretti

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En medio de la frenética sobreexposición de los candidatos, la saturación publicitaria y la consabida sucesión de cruces y chicanas -con un nivel de énfasis aumentado de forma directamente proporcional con el acercamiento del minuto cero-, los días previos a las elecciones pusieron en escena una serie de episodios con entidad y novedad suficientes para ser destacados. En la mayoría de los casos, la novedad está dada por la utilización y la incidencia de las redes sociales de comunicación. La entidad, en tanto, atañe a parámetros más habituales y tradicionalmente unidos a la actividad proselitista.

Por caso, la difusión de mensajes engañosos, o lisa y llanamente viciados de falsedad, con el fin de perjudicar a un candidato rival, configura el accionar que se ha dado en denominar “campaña sucia” -y que incluye, aunque no se limita a ello, la literalidad de la generación de basura mediante el arrancado de afiches y pasacalles.

El caso que involucró a Emilio Jatón es emblemático por lo representativo, y también por el efecto ejemplificador que generó. El candidato fue víctima de lo que denominó “acoso cibernético”, en una modalidad que excede con mucho las remanidas burlas e incluso agresiones distribuidas bajo la forma de “memes”. Aquí se utilizaron páginas falsamente atribuidas al afectado, desde las cuales se daban a conocer posturas como avalar los cortes de ruta, oponerse a la vacunación obligatoria o propiciar el trabajo infantil. Con la liviandad e inmediatez que rige la lógica del comportamiento de la mayoría de los usuarios de redes, las “noticias” espurias (el fenómeno de las fake news, que si bien se remonta a los antiguos griegos y romanos, se potenció a escala sideral en la era de internet) despiertan reacciones, se replican, se comparten y transitan el ciberespacio sin límite ni chequeo alguno. Y en su tránsito incorporan toda una ristra de comentarios y réplicas furibundas, tan insustanciales como el “dato” que les dio origen, y beneficiados por la cómoda e irresponsable combatividad del anonimato. La acción concreta dispuesta por el Tribunal Electoral al solicitar a Facebook que elimine esas páginas, y ayude a identificar a quienes las generaron, es una respuesta contundente en orden a combatir este tipo de prácticas.

También desde el ciberespacio, que le permitió sortear las limitaciones físicas de las rejas tras las cuales se encuentra alojado, el líder de la banda Los Monos arremetió contra otra candidata, la ex jueza Alejandra Rodenas, y la puso en las primeras planas y titulares. Las interpretaciones, según por cuenta de quien corran, oscilan entre la maniobra intimidatoria y el golpe de efecto (¿otra “fake”?), pero en cualquier caso recogen el nuevo escenario montado por las redes, beneficiado por la disponibilidad de dispositivos tecnológicos.

Finalmente, la política tradicional apareció en la polémica generada por los dichos del gobernador Miguel Lifschitz, y su propia versión de la evangélica “parábola del sembrador”: una suerte de “cosecharás tu siembra” que la oposición no tardó en etiquetar como “antidemocrática” apretada para quienes se vieron beneficiados por la gestión y ahora se ven compelidos a retribuir electoralmente, y que el propio mandatario debió salir a explicar, constriñéndola a los términos de una arenga intrapartidaria sin proyección a la relación institucional con municipios y comunas.

Por si fuera poco, la red también viralizó en estos días distinto tipo de campañas -por ejemplo, para “votar” contra el maltrato animal- cuyo efecto evidentemente propiciado es la anulación masiva de sufragios, que se reprodujo indiscriminadamente con tanta buena intención como ligereza. Y aprovechando la circunstancia de que ambas causas tienen adeptos.

El fenómeno de las noticias falsas, ahora conocidas como fake news, se remonta a los antiguos griegos y romanos, pero adquiere una nueva dimensión en la era de internet.