Hacia una “nueva era”

Xi Jinping, el nuevo “Gran Timonel”, coloca al socialismo chino en el centro del poder mundial

  • En la inauguración del 19vo. Congreso Nacional del Partido comunista chino esta semana, el presidente, Xi Jinping, planteó profundizar el “socialismo chino en una nueva era” y se consolidó a los ojos del mundo como el líder que tiene en sus manos la llave de la globalización, el libre comercio, el cambio climático e incluso la posibilidad de, ante un Estados Unidos inmerso en su propio caos y una Europa sin norte, para reformar el tablero internacional.

Redacción de El Litoral

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Télam - EFE

A mediados de la semana próxima, se espera que Xi quede refrendado por su partido para otros cinco años de mandato al frente de la segunda potencia mundial, con lo que se consolidaría su liderazgo y su pensamiento quedaría incluido en la Constitución del Partido, la carta magna por la que se rigen, alcanzando el nivel histórico de Mao Tse-Tsung -el gran Timonel de la Revolución Cultural- y el reformista de la economía, Deng Xiaoping. Pero nada de esto se confirmó oficialmente.

Aunque la prensa china da pistas y el discurso del miércoles pasado, clave para entender lo que se viene, fue considerado como “un poderoso documento para inspirar al mundo”.

Si bien, en este hito de la política que se hace cada cinco años y define las directrices del estado ya se aprobaron los métodos de elección, estos días también se acordará la creación de un nuevo Comité Central, con 200 miembros y 150 representantes, que darán el visto bueno al nuevo Politburó, de 25 miembros.

De esa gente, sale el Comité Permanente, la mesa chica del poder, el corazón político del partido, que tiene siete miembros de los cuales cinco serán reemplazados por hombres -todos ellos- más jóvenes. Excepto Xi y el primer ministro, Li Keqiang, que renovarán cargos.

La figura de Xi es ineludible. Está en todas partes. Desde una mega muestra en Beijing sobre los logros en los últimos cinco años hasta la televisión, las portadas de los diarios y la redes, pero también en el pulso social, en ese pueblo que en su discurso fue calificado como “la fuerza fundamental del futuro”.

Dos postales pequeñas. En una pequeña oficina pública, una joven veinteañera china, lee atentamente el discurso de 62 páginas, levanta la vista y le dice a su compañera “estoy orgullosa de mi presidente”; una señora en sus 60, frente a una foto de Xi en la muestra sobre los cinco años, suspira conmovida “consiguió grandes logros, es muy cercano al pueblo”.

Las razones

Las masas chinas también se muestran orgullosas de su líder, van como ríos humanos a vitorearlo a la Plaza Tianmenn; se sacan fotos con su imagen detrás. Xi, en China, es el elemento aglutinante de una gran mayoría que siente que su gobierno y el partido, los incluye.

“Cuando era un niño, mi familia y mis amigos padecían hambre; hoy tenemos un buen departamento y un auto y mi hijo estudia en la universidad en Canadá. Estoy orgulloso de mi país y de mi gobierno”, dijo Li Ming, de 51 años, durante la exhibición del lustro del gobierno de Xi, llamada “Cinco años de avance animándonos unos a otros”.

Los más jóvenes como Li Fangwen, un cantonés de 21 años, piensan que “lo más importante del Congreso para los jóvenes y para el pueblo chino es resolver la contradicción que es la necesidad de una vida buena y la desproporción y el desarrollo insuficiente”.

“Creo que lo chinos tenemos confianza en nosotros mismos, hace cinco años no la teníamos, el presidente puede liderar este gran país. Es lo que creemos todos nosotros”, concluyó.

La economía es un gran reto, la desaceleración del crecimiento está en la agenda china, al igual que su endeudamiento, pero Xi tranquiliza: “El resurgimiento de la nación es el mayor sueño del pueblo chino”; la pobreza -hay 70 millones de pobres, según las cifras oficiales, la mitad son mujeres divorciadas- también inquieta y Xi les pide a los delegados del partido a que se comprometan con las zonas rurales, donde están los más carecidos.

Su mote de nación contaminada, y a la vez, contaminante es un lastre y se debate entre la industrialización y el desastre medioambiental, que se respira a diario en varias partes del país, pero que es preocupante en zonas como Beijing.

El presidente a la cabeza del partido emerge así una figura histórica que el mundo tiene que mirar más de cerca, recostada en un sistema socialista con sus propias características, que demanda al mundo descifrar su contraseña del desarrollo apabullante.

“China quiere encontrar la vía de un país que fue pobre para que se vuelva rico, fuerte y civilizado, lo que llamamos el socialismo con características chinas, pero no puede hacer eso si no se convierte en la mejor sociedad y en la mejor economía. Es la identidad de China: encontrar la vía para el éxito y demostrar la viabilidad de su sistema”, explicó a Télam, el académico y especialista en relaciones internacionales chino, Zhou Xinyu.

Ahora, el control del ciberespacio y la libertad de expresión, el socialismo como bandera política a la victoria, el poderío de su ejército, el culto a la figura son los elementos que desvelan a cierta parte de occidente, algo caótico y desorientado, que, por sus propias contradicciones, va perdiendo terreno en la geopolítica internacional.

Mientras que la China socialista en la que “el Partido lo dirige todo”, como remarcó Xi, y silenciosa, se promueve otro orden y se abre aún más para ocupar los espacios -sobre todo aquellos multilaterales- aunque el relato oficial es que “jamás aspirará a la hegemonía, ni practicará la expansión, sea cual sea su grado de desarrollo”.

Unir al mundo

En China, cualquiera sabe qué significa “I ta, I lu”, el nombre en mandarín con que se conoce a la estrategia “Una Franja, una Ruta”, la iniciativa de infraestructura e intercambio comercial que el gigante asiático promueve para unir al mundo en una sociedad de “beneficio mutuo y ganancia compartida”, otra de las claves de la globalización y gobernanza global que comanda Xi, además de tener la llave del arbitraje con Corea del Norte y una ascendente carrera al espacio.

China da una vuelta de página al mismo libro que viene leyendo hace cinco años, a asentarse como la gran potencia que es y, con una dialéctica oficial y bien estudiada en todos los estamentos políticos, busca liderar desde el multilateralismo al mundo, se asocia con países de economías emergentes y en vías de desarrollo y prefiere no intervenir en asuntos políticos de otras naciones.

Su camino es aumentar el soft power -la cultura, la diplomacia y el conocimiento con más de 300 acuerdos firmados con 157 países, según se informó-, invertir en el mundo y, puertas adentro, concretar “el sueño chino” de movilizar el capital privado para “los servicios públicos”, desarrollando sus propias empresas del estado y apostando al valor agregado y a la innovación. Con Xi a la cabeza.

En China hay un dicho que, por estas horas, se refuerza en los pasillos de oficinas estatales: “En lugar de escuchar, hay que ver para creer”.

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El presidente chino protagonista de uno de los gobiernos más populares del gigante asiático.

Foto: Agencia DPA