llegan cartas 

En solidaridad con los pobres de mi Patria y del mundo

PROF. MARÍA TERESA REARTE

DNI 6.844.546

Se cumplen 50 años de la encíclica Populorum Progressio (26-3-67) de Pablo VI. De lo cual, hasta donde tengo conocimiento, sólo el documento Populorum Communio, la Comunión de los Pueblos, de los Obispos de Bélgica, ha hecho memoria como cuerpo episcopal.

La inquietud que se advierte en Populorum Communio refleja la tradición de la Iglesia belga, consciente de la problemática de los llamados países del tercer mundo. De esa sensibilidad y preocupación ha dado muestras la Universidad Católica de Lovaina, en la que abrevaron, entre otros, algunos hombres cuya trayectoria, aunque disímil la de unos y otros, nos es conocida. Así se registran los nombres de Camilo Torres, Gustavo Gutiérrez, Juan Luis Segundo y el cardenal salvadoreño Gregorio Rosa Chávez, cercano colaborador del obispo mártir Oscar Romero, que fuera proclamado beato por el Papa Francisco.

De esa universidad se irradiaron lineamientos hacia América Latina que dejan traslucir la clásica metodología de ver-juzgar-actuar, desde Medellín en adelante. Y muestran la sensibilidad de las comunidades cristianas belgas hacia las condiciones de vida de los pueblos del hemisferio sur. Y en particular hacia los más pobres.

El texto de Pablo VI es el mensaje social de mayor contundencia del Magisterio social en el siglo XX. Sobre todo si se tiene en cuenta la repercusión que alcanzó en la comunidad internacional, similar a la que tiene hoy la encíclica Laudato Si del Papa Francisco.

Para Pablo VI el objetivo de la vida social es el desarrollo integral del hombre y de los pueblos. No sólo en el aspecto económico, sino fundamentalmente en el cultural y moral, propios de la persona humana. Por eso sostiene que “se necesitan no sólo técnicos, sino también hombres de pensamiento profundo” (PP 20). Y recuerda que en los empobrecidos pueblos que él conoció de sus viajes antes de ser elevado al Sumo Pontificado, uno a América Latina en 1960 y otro a África en 1962, “una oligarquía goza de una civilización refinada”, mientras “el resto de la población, pobre y dispersa, está privada de casi todas las posibilidades de iniciativa personal y de responsabilidad, y aun muchas veces incluso viviendo en condiciones de vida y de trabajo indignas de la persona humana”. (PP 10).

El progreso del mundo moderno se caracteriza por la autonomía de las actividades humanas, la que obedece a su propia lógica interna, sin que ninguna otra razón superior la ordene o regule. De eso tenemos abundantes ejemplos, entre otros en el orden económico. No obstante, Pablo VI afirma que una “economía de intercambio no puede seguir descansando sólo sobre la ley de la libre concurrencia, que engendra también a menudo una dictadura económica”. (PP 20)

Para el Pontífice “el desarrollo es el nuevo nombre de la paz”.

Mucho agradeceré la publicación de estas apretadas líneas, como un homenaje a la memoria de un gran Papa y su pensamiento social. Y en solidaridad con los pobres de mi Patria y del mundo.