Reflexiones

Navidad es Jesús

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No se puede negar la evolución de las costumbres que se transforman y se arraigan en la cultura, pero la multiplicidad de opciones desdibujan y desvirtúan el verdadero significado y la razón de la Navidad. Foto: Archivo El Litoral

Pastor Daniel Altare (*)

El tiempo ha llegado en la vuelta del año y aunque se ignore la fecha precisa, volvemos a celebrar la Navidad.

Lo importante no es festejarla, sino qué implicancia tiene en nuestra vida personal. Con el paso de los siglos se ha desvirtuado su verdadero significado.

Hoy se habla del clima navideño como un tiempo de festejo con música y ornamentación especial; de las expresiones de los villancicos y el engalanamiento de las guirnaldas, arbolitos cargados de adornos y luces en los hogares, en los shoppings y paseos destacados. El entorno familiar se ve impactado por la preocupación por los regalos, las compras y la abundancia de comidas y bebidas en la mesa hogareña; las tensiones entre parientes sobre dónde y con quién compartir esa noche. Tiempo en que se agudiza la soledad en la experiencia individual de quienes les causa mucha tristeza esta fiesta.

A todo esto se agregan las tradiciones comerciales y paganas que nada tienen que ver con la Navidad, como el grotesco personaje de Papá Noel, Santa Claus o San Nicolás, los trineos voladores que vienen del Polo Norte, y toda la mística que se sugiere detrás de historias de fantasía. La voracidad comercial y la atracción por los boliches de medianoche tienen mayor aceptación en la juventud que la asistencia a las iglesias.

Por supuesto que no podemos negar la evolución de las costumbres que se transforman y van arraigándose en cultura y sistemas de vida.

Pero debemos admitir que toda esta multiplicidad de opciones desdibujan y desvirtúan el verdadero significado y la razón de la Navidad.

Navidad es Jesús, según el relato original de San Mateo cap 1: 18-25 “... y le pondrás de nombre Jesús porque él salvará a su pueblo de sus pecados”, y el relato de San Lucas 1: 24-38 “y darás a luz a un hijo y lo llamaras Jesús”, le dijo el ángel a María. En los campos de Belén, San Lucas 2: 8-20: “No tengan temor; les traigo una buena noticia que será para todo el pueblo motivo de una gran alegría, porque ha nacido hoy en la ciudad de David (Belén) un Salvador que es Cristo el Señor y ésta será la señal, encontrarán al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre”.

La Navidad es Jesús, Él es el salvador, el centro de la Navidad y de la historia. Él es el verbo encarnado, el hijo de Dios por parte de padre y el hijo del hombre por parte de madre, ya que nació de la bienaventurada Virgen María. Él murió en la cruz para nuestra salvación. Él dijo en San Juan 5: 24: “De cierto, les digo: el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no será condenado, sino que ha pasado de muerte a vida”.

La fe implica entrega de la vida a Dios. ¿Somos verdaderamente parte de la Navidad? O la vemos pasar como un evento más de la historia de la humanidad?

Los invito a Googlear esta canción del siglo XVIII que compuso Charles Wesley en Inglaterra y que reza así:

Oid un son en alta esfera: / ¡en los cielos gloria a Dios! / ¡al mortal paz en la tierra! / canta la celeste voz.

Con los cielos alabemos, / al eterno rey contemos, / a Jesús que es nuestro bien, / con el coro de Belén.

Canta la celeste voz: / ¡en los cielos, gloria a Dios! / Príncipe de paz eterna, gloria a ti, a ti Jesús,

de tu heredad paterna / nos trajiste vida y luz / has tu majestad dejado, / y buscarnos te has dignado;

para darnos el vivir, / a la muerte quieres ir / canta la celeste voz / en los cielos gloria a Dios

Oid un son / príncipe / el Señor de los señores.

(*) Iglesia Evangélica Brazos Abiertos