La peor crisis de los últimos siglos

Una grave sequía en Sudáfrica pone en jaque a Ciudad del Cabo

Para evitar la “hora cero”, las autoridades urbanas volverán a reducir de 20.000 a 10.500 litros por hogar el gasto de agua permitido a partir del 1º de enero, lo que correspondería a unos 40 litros de agua por persona, calculando una media de entre siete y ocho personas por hogar.

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El peor escenario. La bella (y turística) Ciudad del Cabo tiene comprometido presente y futuro por la crisis del agua más grave que se recuerde.

Foto: Archivo

 

La peor sequía de los últimos siglos está dejando sin agua a Ciudad del Cabo: si no llueve pronto, a finales de abril la capital sudafricana tendría que dejar de suministrar agua y sus 4,5 millones de habitantes se verían abocados a recogerla en unos 200 puntos de reparto. 

En ese caso, en una de las ciudades más desarrolladas del continente africano, sólo habría disponibles 25 litros de agua al día por persona, el mínimo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para garantizar la salud y la higiene. 

“Estamos intentando todo lo posible para evitar ‘la hora cero’ (..) pero para ello debemos cambiar radicalmente nuestra relación con el agua”, alertaba la alcaldesa de la ciudad, Patricia de Lille. 

La región atrae cada año a unos cinco millones de turistas, pero las piscinas llevan vacías mucho tiempo y los jardines no pueden regarse desde hace meses. Y la temporada seca de verano (austral) no ha hecho más que comenzar: no volverá a llover hasta mayo o junio, si es que lo hace.

Racionada

Desde hace semanas, los habitantes de la ciudad sólo pueden gastar una media de 87 litros de agua al día, con el que deben cubrir sus necesidades de beber, lavarse, cocinar, limpiar y descargar el WC. En comparación: en un país desarrollado como Alemania cada persona consume más de 120 litros de agua al día. Pero para evitar la “hora cero”, las autoridades urbanas volverán a reducir de 20.000 a 10.500 litros por hogar el gasto de agua permitido a partir del 1º de enero, lo que correspondería a unos 40 litros de agua por persona, calculando una media de entre siete y ocho personas por hogar. 

También el consumo de las empresas tendrá que reducirse, en función del sector, entre un 45 y un 60 por ciento, y el incumplimiento de estas limitaciones acarreará multas económicas. 

Los embalses que suministran agua a la ciudad llevan tiempo a un tercio de su capacidad y la región fue declarada hace meses zona de catástrofe. “Si el nivel del agua baja del 13 por ciento, cerramos el grifo”, alerta Lille. 

Sólo las zonas más pobres densamente pobladas que rodean la ciudad estarían excluidas de las medidas más extremas, porque el riesgo del brote de enfermedades sería demasiado alto, explica la alcaldesa. 

“Está claro que el agua de los embalses que suministran la ciudad no basta para el tiempo que falta hasta las próximas lluvias”, alerta Piotr Volski, investigador climático del a Universidad de Ciudad del Cabo. Por eso debe racionarse drásticamente el consumo.

La temida “hora cero”

En una web de la ciudad, los ciudadanos pueden seguir a tiempo real cuándo llegaría esa “hora cero”, que en estos momentos está prevista para el 29 de abril. 

La ciudad consume en estos momentos más de 600 millones de litros al día, explica el director de la autoridad responsable del suministro, Barry Wood. Hay que reducirlo en más de 100 millones de litros para evitar la catástrofe. 

Las causas de la crisis tienen más que ver con los efectos del cambio climático que con una mala planificación por parte de la ciudad, señalan investigadores de la Universidad de Ciudad del Cabo. La urbe se ubica en una provincia cada vez más seca, la de Cabo Occidental, donde el tiempo cambió drásticamente en los últimos años. Además, el fenómeno climático de El Niño provoca una extrema sequedad en la región. 

La situación ya ha tenido repercusiones en la economía: numerosas empresas dependientes del agua, como jardinerías o lavaderos de coche han quebrado y también la agricultura ha sufrido pérdidas millonarias este año, señala Graham Paulse, del Ministerio de políticas cooperativas. La cosecha de cebolla se redujo a la mitad, la de fruta un 20 por ciento y la de vino un cinco por ciento, señala Paulse. Unos 50.000 puestos de trabajo están amenazados por la sequía. 

Muchos ciudadanos intentan hacerse más independientes de las autoridades de suministro de la ciudad instalando sistemas propios de reutilización del agua y cavan sus propias fuentes. Los tanques de agua de lluvia están agotados en todas partes y en dos fuentes naturales a las afueras de la ciudad acuden decenas de habitantes cada día para llenar sus recipientes. 

“Si esto empeora nos marcharemos. No es forma de vivir”, se queja Yusuf Manjee, un jubilado de 68 años que llena numerosas botellas de plástico. 

Al mismo tiempo, la ciudad intenta mejorar el suministro con una serie de instalaciones desalinizadoras de agua marina, de recuperación de agua y de extracción de agua subterránea. Entre febrero y julio, se espera ganar así 144 millones de litros de agua. 

En muchas partes de la ciudad se ha reducido también la presión del agua para limitar el consumo. En febrero, la ciudad considera introducir un “impuesto de sequía” a los dueños de viviendas en función de su valor inmobiliario, con lo que Lille espera recaudar unos 260 millones de euros en los próximos cuatro años, que emplearía para ampliar la infraestructura de agua. 

La alcaldesa asegura que ya no se ducha todos los días para ahorrar agua y que incluso a veces va a la oficina con el pelo sucio. Pero aún así, si no ahorra aún más agua, la ciudad podría convertirse en zona de catástrofe.